Caviar ya no se hallaba en el espacio del ente, este lugar era uno conocido, aquel que había terminado por sellar su destino. Uno que recordaba con pesar.
Enterrado discretamente bajo tierra, el centro de comando hacia de punto de reunión para los dirigentes del frente, reunidos alrededor de una gran mesa redonda, algunos se hallaban sentados y otros de pie por detrás de los anteriores, todo iluminado por una única lámpara de aceite colgando sobre el techo, lámpara que se meneaba intermitentemente a causa del movimiento bélico que se hallaba por arriba del bunker.
Frío, y humedad.
Todos guardaban silencio y escuchaban atentos a lo que la radio dictaba. La comunicación no era la mejor, era un hombre aquel que, dando la espalda a la gran mesa apoyándose sobre la gran caja instalada en la pared que era la radio, giraba las perillas y presionaba los botones con desesperación. Tal esfuerzo era recompensado por intermitentes murmullos y estática, a lo que el hombre gritaba y perdía los estribos, terminando por presionar un último botón para así apagar la radio con rabia, dirigiéndose de vuelta a la mesa redonda.
“Negativo, no vendrán provisiones ni purificadores en al menos dos semanas.”
Un fornido, y canoso hombre apagaba su pucho en el cenicero, levantó la mirada al hombre de la radio y le interrogó.
“¿Por qué?”
“Por el lodo, General.”
“¿Alguna noticia acerca de la reconstrucción del superarma?”
“Tampoco, señor.”
Murmullos se esparcieron por la mesa. El general levantó la mano y todos callaron.
“Caballeros. A este punto está claro que los rumores terminaron por ser ciertos.”
“No… No puede ser. Solo tenemos munición para media semana, no hay forma de que soportemos la aparición de espectros así.”
Otra persona, con un uniforme distintivo del resto, reclamaba al lado del general. Era alguien con un cargo de alto estatus dentro de las trincheras.
El general ni miró el rostro del sujeto, devolvió la mirada al hombre de la radio y le indicó silenciosamente con la mano que se quedara de pie junto al resto frente a la mesa. El hombre captó las órdenes y se movió con prisa junto a sus compañeros.
Una vez listo, redirigió su atención a Caviar, quien se encontraba erguido frente a la mesa.
“Tu. El de reconocimiento especial. ¿Que viste en tu última patrulla?”
Caviar sintió una enorme presión bajar a sus hombros, contestó con inmediatez.
“No ha habido avance enemigo en los últimos días- ¡Pero si hay movimiento dentro de sus trincheras! No tengo certeza de que es lo que están haciendo, General.”
“¿Qué hay de los cuervos?”
“No paran de aparecer, y los cuerpos atrapados en los alambres de púas repartidos por la superficie aún siguen lo suficientemente frescos como para durar semanas.”
Un resoplido se escapó de la boca del general, tras unos segundos percutiendo la mesa con la punta de sus dedos, y con todo el resto de la mesa otorgandole su atención, volvió a preguntar una vez más a Caviar.
“¿Has visto carnomorfos?”
“No señor.”
“¿Cómo puedes estar seguro de eso?”
“Por el reflejo, General. Los ojos rojos se reflejan notoriamente en la noche, y yo no he visto ningún reflejo así en todas mis patrullas, sin mencionar que tampoco he visto nido alguno.”
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Un lienzo sintiente
FantasyCaviar, acompañado de un misterioso hombre con su mismo aspecto, visita por una ultima vez sus memorias sobreviviendo a las trincheras hasta hallar el recuerdo mas valioso e importante de todos, el de su muerte. (4/6).