Prólogo

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- Caín -

El sol comenzaba a caer, tiñendo el cielo de naranja, era una vista hermosa. Y yo, estaba con Abel en el campo, ambos cubiertos de tierra y sudor, uno más que el otro. Entonces lo miré, ese estúpido chico con su mirada inocente y gestos suaves. Como siempre, estaba absorto en su tarea, preparando su sacrificio a Dios, ¿y yo? Yo me sentía furioso, la rabia me quemaba por dentro.

No es justo. He trabajado tanto, traté de complacer a Dios, a nuestros padres, y todo lo que obtuve fue silencio. Abel, en cambio, siempre ha sido el favorito. Siempre, siempre encuentra su respuesta. Yo siembro con mis propias manos, veo mis frutos perecer bajo el sol, la lluvia, el frío. ¿Y Abel? Él solo tiene que cuidar un rebaño, apenas hace un esfuerzo en su oficio.

—¿Y qué hay de mí? —susurre para mí mismo, mi voz temblando de la rabia que contenía.

Mis manos temblaban por la ira mientras mi mirada se oscurecía. Apreté mis puños con fuerza hasta sentir mis uñas clavarse sobre la carne de mis palmas, la sangre fluyó desde mis palmas hasta manchar el suelo, pero eso no me importaba en este momento. Todo lo que le importaba en ese momento era Abel, todo era mejor antes de que ese niño aparecería en mi vida, ¿era el más importante que yo?

Mi furia creció hasta que mis ojos bajaron a la tierra, note una roca del tamaño de mi mano, un poco más grande quizá. Con un movimiento brusco, me agache y tome la roca, mi mano derecha cerrándose sobre ella con fuerza. Sentí su peso en mi palma y, al final, me dejé llevar por mis emociones. Me acerque a Abel desde atrás, a paso lento y firme y la brisa suave pareció detenerse mientras me acercaba. Levantando la roca, mi corazón parecía latir de forma acelerada.

Abel giró la cabeza, él no entendía nada de lo que pasaba y no le iba a dar tiempo de hacerlo, la piedra impacto contra su cabeza. Lo único que escuche fue el crujido de su cráneo, manchando la roca de sangre. Abel cayó inerte al suelo, pero no me detuvo allí, se sintió tan bien, tan placentero, me sentía liberado, poderoso. Me subí encima de él, comenzando a golpear repetidamente su cabeza con la roca, manchando mi rostro con su sangre. El sonido del mundo pareció enmudecerse, sustituido por los crujidos de su cráneo bajo mi mano.

    (...)
- Reiya -

Parpadeé una vez, y luego otra. Abrí los ojos y vi la luz del amanecer asomarse por la única ventana que había, cubierta por una cortina que era más bien un trozo de tela enganchado a la pared. Solo me quedé quieto, mirando a un punto inexistente en el techo, mientras mi pecho subía y bajaba con la respiración irregular. Llevé la mano derecha a mi frente, dónde sentía un leve ardor, acaricie la piel con dos dedos, intentando apaciguar la sensación que llevaba, pero el dolor no desapareció.

Finalmente, dejé caer mi mano sobre el colchón, observándola unos momentos. Se sentía algo pesada, casi como si llevará algo invisible. Flexione mis dedos sobre el objeto que parecía estar allí, pero que no podía ver, tanteando el peso unos segundos antes de cerrar el puño con fuerza, intentando calmarme a mí mismo. Lleve ambas manos a mi rostro y frote mis ojos por el cansancio, apenas pude dormir unas horas anoche.

Me senté sobre el colchón, estirando mi cuerpo perezosamente mientras bostezaba. Me levanté con algo de dificultad por el cansancio, mire al rededor de esta pocilga y me dirigí hacia el refrigerador, buscando algo que podría desayunar, al final, estaba vacío como la mayoría del tiempo. Suspiré pesadamente, me apoyé contra una pared, recostando mi cabeza sobre la misma, estaba hundido en mis pensamientos.

¿Fue una buena haber abandonado el clan en primer lugar? Quizá, solo quizá, tendría que haber resistido unos años más y se habría acabado, ¿no? Tal vez, no me detuve a pensarlo en su momento y por ello, ahora eran pocos los días en los que tenía suerte en comer. De todas formas, era solo una molestia, no puedo ni siquiera morir por ello.

𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 𝐓𝐈𝐄𝐒 | 𝐣𝐮𝐣𝐮𝐭𝐬𝐮 𝐤𝐚𝐢𝐬𝐞𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora