Capítulo XVII

18 3 1
                                    

Emma Sachs

Íbamos de vuelta al centro del bosque, el sol ya había salido y esa era la señal para volver.

Como siempre, cada quien iba con su grupito: las chicas, el grupo de Borisov, la parejita de Rachael y Rask, el chico peliblanco y, por último, Isaac y yo; en cada “grupo” se escuchaban los murmullos.

Yo estaba cansada, pero no se una manera física, era cansancio de aburrimiento, como cuando ya no sabes que hacer.

El lugar no ayudaba mucho, se sentía frío, solo y sucio. Se veía gris, sin vida. Y a mí el entorno siempre me había afectado.

Tampoco me gustaba el silencio que había alrededor, era agotador, me molestaba de alguna manera, pero el pequeño ritmo que provocaba Mila al ir tocando árbol por árbol también me molestaba.

«No sabía ni como me sentía».

—¿Esos no son de la guardia? —preguntó la chica Borisov en un intento de susurro hacia su hermano.

—Lo son —fue la respuesta que le dio.

Intenté ver, pero todos frente a mi hacían un barrera por intentar lo mismo que yo.

«Al menos ya nos vamos».

Solo deseaba salir ya de este lugar.

Mila Borisov

Esperamos la revisión de los guardias para que nos dejaran entrar.

Y luego de aquella prueba de sobrevivencia nocturna pasaron dos días calmados.

Dos días súper raros si me lo preguntaban. Dos días tan tranquilos que no se sentían como días, era tan alejado del mundo.

Incluso dejaron los teléfonos en la puerta para que los tomaran, habían abierto una aplicación donde cada hora te dejaba hacer una petición, en la petición podías pedir variedad de cosas: comida, juegos, películas, ropa, música y la petición de salir. Todo aquello llegaba justo en la puerta de la habitación junto con un guardia “X” —los que trajeron las cajas —. Se podía pedir cualquier cosa y, si era posible, lo cumplían.

Pasaron dos días en donde ni siquiera era necesario salir, dos días aislados del mundo, porque seguramente lo hacían para eso.

Por una parte se sentía bien, no te daba mucho tiempo para pasear por tu mente y auto destruirte por dentro, te daba mil y una distracciones para que ni siquiera pensaras en algo más. Solo vivir, aquí, encerrados en un castillo para probar nuestra cordura.

Por otra parte, empezaba a prepararme. Desde pequeña me había acostumbrado a que luego de una temporada perfecta o llena de lujos, venía la tormenta. En esos días  no sabía cuando iba a terminar, por eso desde el día uno había comido lo necesario para aguantar cualquier privación. Me estaba preparando por si algo más venía, por si era una sola prueba de avaricia descontrolada.

Para medir hasta dónde llegaba nuestro autocontrol.

Hasta el final del segundo día luego de la prueba, mientras rebotaba la pequeña pelota de tenis con la pared, sentí una presencia, me puse alerta y vi como una pequeña carta aparecía bajo la puerta.

Me acerqué para tomarla con mucha precaución, últimamente me había sentido cada día peor por los mareos y desmayos. La tomé esperando lo peor, por suerte no pasó nada en el mismo instante.

Sintiéndome un poco más aliviada abrí el sobre para dejar al descubierto su contenido. Era una carta escrita a máquina, había un código que era el mismo que tenía en el abdomen, “5-13”, era poco el contenido escrito, pero estaba en letras extremadamente grandes.

Los trece *EN CORRECCIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora