Grace iba vestida con una chamarra rosa desgastada, la cual pertenecía a su madre. Esta le llegaba a los tobillos dado que aún era muy pequeña. En conjunto usaba unas botas moradas.
En ese día estaba nevando un poco; Grace sonreía al ver los copos de nieve caer y formar muchísima más nieve. Eran copos de nieve tiernos, decía ella.
—Podría ir a visitar a mi amigo Gus —se dijo para sí mismo, ampliando su sonrisa inocente de niña pequeña.
Su madre se limitaba a observarla con indiferencia; se hallaba ocupada lavando los platos. Enojada tomó uno y lo lanzó de forma furiosa a la pequeña. Grace logró esquivarlo, miro al suelo con terror.
El plato se había hecho pedazos. Había caído cerca de sus botas diminutas, tiernas como sus pies chiquitos, en miniatura; sin embargo, para la madre no parecía evocarle ni una pizca de ternura su propia hija, sino más bien le evocaba un sentir de cólera, de ira y pensamientos totalmente negativos, en busca de dañarla.
Grace levantó la mirada, horrorizada por lo que pensaba en qué podría hacerle su madre, así que huyó, alejándose de la cocina...
A esto, su madre tomó una botella, estrellándola contra el suelo y amenazando con acercársele.
El día de hoy al parecer se encontraba de un muy mal humor; era común su mal humor, pero esto pasaba sus propios límites, si es que los tenía aún.
Grace escapó de casa, y su madre solo suspiró, yendo a rehacer sus pendientes.
—Maldita zorra, ojalá no regreses, no vuelvas hasta más noche o hazme el favor de desaparecer —sentenció.
Fue hacia la alacena, abriendo unos cajones, en los cuales había una caja de píldoras que tomó de golpe y sin pensar. A continuación tomo una botella de cerveza de la refrigeradora, tomando cantidades sorprendentes.
Se colocó en el sofá y prendió el televisor. El canal de siempre, los noticieros de siempre, con asesinatos, violaciones, robos, extorsiones, lo mismo de todos los días, se dijo para sí misma la señora.
''Si esa niña se muriera de una vez por todas, no tendría que fingir preocuparme cada vez que sale''.
Grace se hallaba en la calle confundida por la actitud de su madre. Sospechaba que tal vez no había fumado ese día o había peleado con su padre.
Pero si no me he portado mal, he ordenado mis juguetes y todo, pensó.
Se dirigió hacia una vivienda de colores turquesas con ventanas decoradas con aves celestes a juego.
—Gus, ábreme, soy yo —llamó.
Un hombre de al rededor de los 25 años de edad abrió la puerta, bajando la mirada para ver a la pequeña Grace. Gustavo, o sea Gus, tenía puesto un pantalón desgastado, casi roto, un polerón de alguna banda desconocida, y en manos una botella de zumo de naranja.
Arrojó la botella al sofá e hizo señas para que Grace pasara.
—¿Cómo estás, hermosa? —le acariciaba el cabello mientras preguntaba.
- Bien, Gus.
—Ten, lo compré esperando a que llegaras.
Gus sacó un libro para colorear y crayolas de un estante; los dejó en una mesita.
—Oh, gracias, Gus, realmente eres el mejor amigo de todos.
Grace se deshizo de la chamarra por el calor en la sala de Gus.
Gustavo se detuvo a observar con detalle el cuerpo delgado y poco desarrollado de la niña, con lujuria.
Su polo grande sin mangas dejaba ver los botones de sus senos sin formar, que en unos años serían grandes, candentes, se decía Gus.
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Tan solo un juego
Short Story.. Los padres de la niña de 9 años, Grace Toraylish la maltratan físicamente, y la insultan. Su único escape es con su único hombre amigo Gustavo Lirey, un pedofilo, pero ella no lo sabe hasta una fatídica noche jugando un juego inocente de cartas. ...