Era invierno en el año 1998.
Todo se sentía vació, desolado. Excepto por dos pequeños niños jugando en el parque.
—Te voy a empujar más fuerte —decía un pequeño Gus.
—Sí, antes de que lleguen mis padres a casa —dijo Verónica, amiga de Gus.
Tenía diez años en ese tiempo, y Verónica nueve años.
Estaban en los columpios alegres, cuando de pronto escucharon un portazo desde la casa de Verónica.
Verónica era una pequeña castaña, con ojos color marrón claro. Siempre llevaba vestidos con volantes.
—¡Verónica, ya! —exclamó su madre.
—Debo irme, Gus —dijo Verónica yendo donde su madre.
—¡Esta bien, adiós! —Se despidió con un abrazo tierno.
Fue hacia su casa, observando el pasto, que lucía algo opaco. Vio una piedra en su camino y la pateó.
Entro a su casa, luego a su habitación. Se recostó pensando en Verónica, esa bella niña con la que jugaba a diario a las escondidas.
Nunca supo de sus padres. Solo escuchaba la voz de la madre decir "Verónica, ya" para que entrara ya a su hogar.
Se quedó pensativo, hasta que escuchó algo romperse en el piso de abajo.
—Qué extraño —dijo dirigiéndose abajo.
Observó a su madre al costado del jarrón que ahora estaba hecho pedazos. La saludo.
—Necesitaba que vinieras deprisa, eres un curioso —mencionó.
—Es cierto, bueno, madre ¿en qué te ayudo?
—Los víveres están en la mesa, ponlos en su lugar, por favor. Dijo su madre y se fue.
Gustavo se dirigió a colocar todo en su lugar, estaba ya terminando de poner los envases de yogur, cuando un estruendo lo dejó inquieto. ¿Qué fue eso?
Un grito muy parecido a la voz de Verónica se oyó por todo el lugar.
—¡Déjenme, déjenme! —suplicaba.
Gustavo salió deprisa a fuera. Estaba buscando a Verónica, el grito no era desde su hogar.
Vio la pulsera que llevaba ella antes. Una pulsera color morada. Estaba en el suelo, con un rastro de lo que parecía ser sangre.
—¿Verónica? ¿Te has cortado mientras hacías tus recortes?
—¡Paren!
—¿Verónica? —Se dirigía hacia un lugar oscuro, los gritos se intensificaban.
Observo un poco de luz, una vela.
Escucho unas voces. No se distinguían bien.
Fue caminando hacia el lugar donde provenían los gritos. Distinguió sombras y una chica.
Esa era ¿Verónica?
—Verónica, ¿Qué paso?
Se escuchó un disparo fuerte. Le habían dado en la pierna a la pequeña Verónica.
—¡Aghh! ¡Basta!—gritó Verónica.
Gustavo no comprendía qué era lo que pasaba; se quedó observando horrorizado con los ojos abiertos a mas no poder.
—Verónica...
—¡Busca ayuda! —gritó fuerte Verónica.
Estaban cerca en sí, pero la desesperación hacia que se mantuviese helado en su sitio.
La pierna de Verónica sangraba a chorros, era difícil de ver para un niño.
—¿Quién te hizo esto?
Quiso ir donde Verónica, pero alguien lo tomó de los brazos.
—SUÉLTAME
Observo gracias a la luz de una vela dos rostros.
—Verónica, ya, haznos el favor de solo quedarte callada, escoria.
—Llego el momento —mencionó otra voz finalizando la oración.
Eran los padres de ella. No comprendía absolutamente nada.
—¡Gustavo! ¡Huye, por favor! ¡Que no te agarren!
En la mano de la madre de Verónica estaba el arma. Gustavo trató de quitársela y cayó al suelo.
No siento dolor realmente, pero sí por lo que pasaba con Verónica.
La madre de Verónica puso un pie sobre la espalda de Gustavo. Puso el arma en su nuca.
—Despídete.
—¡Madre, por favor, no! ¡A Gustavo no! ¡Mátame a mi!
Verónica tenía moretones en sus piernas, sangre recorriendo sus piernas.
El padre estaba con el cinturón desabrochado, solo una cosa vino a la mente de Gustavo.
—¡Usted le ha hecho daño a Verónica! ¡Es un desgraciado!
El señor comenzó a reírse a carcajadas.
Verónica se arrastra hacia Gus.
—¡Escapa, Gus! ¡Huye!
La madre escupió y quitó el pie de la espalda del niño. Gustavo salió corriendo pensando en Verónica, solo corría porque ella así lo pidió. Su último deseo.
¿Los vecinos no sabían nada? Se veía que nadie se daba cuenta de nada en ese vecindario, o simplemente se hacían los sordos, era injusto.
Algunos curiosos veían por sus ventanas, ocultos, sin saber que hubo una muerte ese día,
Gustavo recordó a Verónica, escuchó un disparo y luego un chillido agonizante. Empezó a sollozar. Tenía miedo, era tan solo un niño.
No serviría de nada avisar a la policía o a algún adulto, Verónica ya se encontraba muerta, Gustavo herido. Y esos malditos locos no se arrepentirían o dirían que habían sido los culpables.
¿Le cuento a mi madre? Se preguntó Gus. No, no puedo.
Desde lo sucedido, Gustavo iba siempre a los columpios, no a jugar, a recordar. Se volvió más serio, y callado. Pasaba la mayoría del tiempo en soledad.
A los 23 se mudó a otro lugar; se hizo amigo de una niña, tan parecida a Verónica. Esos ojos...¿Sería un ángel?
Veía cómo la maltrataban; trataba de hacerla sentir mejor. Toda su atención se centraba en esa niña.
Comenzó a tener episodios paranoicos; creía que le harían daño a su preciada Grace; tenía miedo constantemente. Recordaba todo lo que pasó, pesadilla tras pesadilla.
Luego de la violación de Grace, de nueve años de edad, no se supo más de él.
Siempre estaba en su cuarto encerrado. Trato muchas veces de asesinar a los padres de Grace. Los odiaba demasiado. Sin embargo, nunca lo hizo. Quería que el karma llegara a ellos.
Terminó muriendo en el 2018 por una sobredosis. Y así se acaba esta historia, llena de dolor.
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Tan solo un juego
Short Story.. Los padres de la niña de 9 años, Grace Toraylish la maltratan físicamente, y la insultan. Su único escape es con su único hombre amigo Gustavo Lirey, un pedofilo, pero ella no lo sabe hasta una fatídica noche jugando un juego inocente de cartas. ...