No sabía cómo empezó todo. Quizás fue una chispa pequeña, una experiencia diminuta que terminó contaminando toda su percepción, extendiéndose como raíces oscuras y afiladas en su mente. Era solo una niña, y no lo entendía, no podía ver el inicio de ese desprecio profundo hacia la humanidad que con los años se volvería la única verdad firme en su vida.
Para ella, la vida parecía sencilla en un principio. Creció en un refugio hecho de familia, ese mundo cerrado y protector donde todo era cálido, simple. Pero en cuanto salió de esa burbuja, la realidad le mostró su peor cara. En la escuela, en un país que apenas entendía, fue tratada como si no fuera más que una sombra, una pieza que no encajaba y que nadie se molestaba en entender. La hicieron sentir fuera de lugar, como si el error estuviera en su propia existencia. Y, sin darse cuenta, esa primera herida comenzó a formar el cimiento de una soledad más profunda, más impenetrable.
Con el tiempo, y a cada rechazo, ella levantó muros. Se rodeó de ideas y de fantasías, de una versión de la vida que imaginaba solo para ella, como un refugio frágil en el que escapar de lo que la rodeaba. Era su burbuja, un mundo propio, protegido de todo lo que odiaba. Pero, como toda burbuja, era cuestión de tiempo hasta que estallara. Y, cuando sucedió, quedó atrapada entre su realidad y las mentiras que había construido.
Para entonces, mentir se había vuelto su segundo instinto. Las mentiras no eran simplemente palabras vacías; eran una especie de arte que había perfeccionado. Cualquiera que intentara entrar en su mundo se encontraba con respuestas bien pulidas, historias que parecían tan reales que incluso ella terminaba creyéndolas. Había aprendido a manipular la verdad con una precisión aterradora, como un juego retorcido en el que cada engaño tenía su propia belleza calculada. No era solo para ocultarse; era también para ver hasta dónde podía llevar a los demás, para explorar cuánto podían creer de esa realidad que ella moldeaba a voluntad.
En medio de ese laberinto de engaños y rechazos, solo quedaba una certeza inamovible: el desprecio absoluto que sentía por la humanidad. Todo lo demás se había vuelto incierto, difuso, como un espejismo que ella misma había creado. La realidad se volvió maleable en sus manos, y esa habilidad, ese poder para torcer las cosas a su favor, no tenía freno. Mentía por reflejo, por necesidad, hasta que un día ya no supo distinguir entre lo real y lo fabricado.
Y así siguió avanzando, acumulando capa tras capa de falsedades, una sobre otra, sin saber cómo detenerse.
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Fragmento de una mente desfragmentada
Short Story¿Cuántas verdades se esconden detrás del velo del desorden? Este relato se adentra en el desorden de la mente humana a través de la historia de una niña marcada por el rechazo. Lo que comienza como una chispa de desprecio hacia la humanidad se trans...