Prólogo

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Anara conducía su viejo opel por un estrecho camino, rodeado de árboles enormes a ambos lados, eran tan altos que casi no se filtraba la luz del sol. Conforme más avanzaba, podía ver la aguja de la gasolina descender poco a poco y no podía entender en qué momento había perdido el rumbo, en que momento se había perdido.

Él sol se iba escondiendo poco a poco, dejando un hermoso naranja sobre el cielo.

Era hermoso, realmente hermoso, pero Anara solo podía sentir miedo a que la noche le pillara aquí, en medio de la nada.

Un par de horas después, el coche fue bajando la velocidad hasta detenerse por completo.

"Maldita sea" dijo Anara dándole un golpe seco al volante.

Se pasó las manos por la cara intentando mantener la calma y pensar con claridad. Respiró profundo y se quitó el cinturón de seguridad.

- No pasa nada, seguro que si camino un poco encontraré una gasolinera o una casa.

Cojo la chaqueta negra del asiento del copiloto y me bajo del coche.

El suelo está lleno de hojas secas, marrones, y un viento gélido me traspasa hasta lo más profundo de los huesos. Me pongo la chaqueta, y el borrego de su interior me provoca un escalofrío cómodo.

Camino hacia delante, intentando mirar el punto más lejano del camino con la esperanza de ver algo, alguna construcción, lo que sea, pero la sorpresa fue mayúscula cuando encuentro un enorme roble cortándome el paso.  Es majestuoso, podría jurar que llega hasta el cielo.

- ¿Pero qué...? - dijo en voz alta sin entender lo que veía.

Él árbol no estaba tirado en el suelo cortandole el paso, no había caido, se levantaba sobre sus enormes raíces que sobresalía por el camino casi tan grandes como yo.

Me acerco hasta la corteza. Puedo ver un hueco enorme, como si alguien hubiera abierto un agujero con su hacha en el mismísimo corazón del roble.

Me recojo el pelo en una coleta para asomarme y no salir con la cabeza llena de arañas, de reojo creo que ver algo dentro ¿una pequeña luz? Eso es imposible.

Coloco las manos a ambos lados de la rugosa corteza, asomándome con cuidado. En el momento que meto un poco la cabeza algo tira de mi con una fuerza imposible de detener y todo mi cuerpo es atrapado dentro del tronco.

Caigo sobre el suelo, con las palmas apoyadas y las rodillas rugiendo de dolor.

- ¿¡Quién eres!? - grita una voz de hombre.

Levanto la vista desde el suelo para encontrarme con dos hombres enormes, fuertes, con armas y con protecciones.

Clavo la vista en ellos un instante, pero mi atención se fija en el entorno, incapaz de articular ni una sola palabra.

Él cielo está adornado por un enorme sol rojo, y todo la luz que produce es del mismo color. Hay una llanura inmensa, ni un solo arbol, cuando hace un segundo, a mi espalda, había un bosque sin fin.

Miro detrás de mi esperando ver el gran roble, pero en su lugar hay un arco de piedra lleno de enredaderas de colores brillantes.

- ¿Dónde estoy? - Pregunto intentando ponerme de pie, con el corazón amenazando con salirse del pecho y mi desayuno del estómago.

- ¡Estas en Atrea! ¿Cómo cojones has conseguido llegar hasta aquí?

¿Atrea? Repaso mentalmente todas las clases de historia que di en el instituto y no me suena de nada ¿será un pequeño pueblo perdido? ¿Una de esas tribus que se quedan paradas en el tiempo?

- ¿Atrea? - Repito en un susurro.

Uno de los hombres se acerca a mi, me agarra d e la chaqueta y me levanta sin ningún esfuerzo.

-¿Cómo has llegado hasta aquí? - gruñe con su cara pegada a la mía.

- Había... Había un árbol... Grande - No se ni lo que digo, pero estos tipos me dan mucho miedo.

- Vas a explicárselo al jefe - sonríe amenazadoramente  - y no te va a gustar - se colocan uno a cada lado de mi y me agarran por el hombro. Me arrastran por la llanura a un ritmo que me cuesta seguir.

En este momento en el que no entiendo nada, llama mi atención pequeña flores negras repartidas por todo el suelo, todo está lleno de ellas. Jamás las había visto antes.

Mi mente solo repite una y otra vez "magia" "magia" pero eso es imposible ¿verdad?

Balada De MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora