Prologo

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"Ráfagas de viento azotaban con fuerza el paisaje que rodeaba el campo de batalla que una vez fue verde y vivo ahora yacía yermo, espinoso y humeante; trayendo consigo sofocantes nubes de ceniza ardiente y tierra carbonizada.

Dragones surcaban el firmamento oscurecido por la interminable lluvia de lanzas y volutas de raíces y hiedra posesa que arañaban el firmamento buscando a toda costa atraparlos. Trolls arrasaban con columnas de incautos sabuesos carmesí mientras tantos otros caían presa de sus mordidas acidas, plagando el aire de olor a madera y carne calcinada. Las salamandras de piedra emitían alaridos estridentes mientras sus cuerpos eran triturados por raíces que emergían del terreno, arrastrándolos hacia su muerte subterránea.

Los humanos también participaban en la lucha, algunos con espadas y otros con arcos; solo un pequeño grupo de ellos dominaba la magia del fuego pues fueron los únicos sobrevivientes de lo que más adelante la historia conocería como la Gran Hoguera.

Y en el centro de todo se encontraban los elementales enfrentándose en el más terrible de los espectáculos. Una danza de espadas granate y armaduras flameantes colisionando contra blindaje de granito y acero. Guirnaldas de fuego eran interceptadas por el metal azulado que invariablemente se mantenía frio al tacto, lo único frio dentro de ese sobrecogedor infierno.

Elementales de tierra se enfrentaban a elementales de fuego, en una guerra por la vida de todos los hombres, una guerra que iban perdiendo.

Cada furioso golpe resonaba a la distancia sacudiendo la tierra misma mientras el abrazador calor amenazaba con fundir sus cimientos. Pronto los elementales quedaron aislados en su lucha, pues la devastación que dejaban a su paso era demasiado inmensa para ser flanqueada incluso por los de su propio bando. 

La batalla amenazaba con destruir al mundo.

Paso lo inesperado. En un ataque combinado que costó la vida de varios soldados fue aniquilado el líder del ejército de fuego. La victoria parecía cercana para los agotados ejércitos del bosque que con avivada esperanza arremetieron en un intento de terminar la guerra en este último ataque... todos estaban equivocados.

Justo cuando pensaban que todo al fin terminaría intervino la princesa.

Haciendo gala de su nombre "El fénix fatuo" entró al campo de batalla con todo su cuerpo cubierto en flamas azules, su armadura era el fuego mismo. Pasos llameantes quedaban impresos tras de sí y con su presencia la furia del ejercito de fuego se encendió una vez más, esta vez volviéndose imparable.

Entonces nuestro rey, señor del pueblo verde, en un esfuerzo desesperado enfrentó a la princesa asumiendo él mismo su propia forma elemental, cubriendo todo su cuerpo de madera de arciano y granito, pero aun usando todo su poder la princesa lo superaba por completo pues su naturaleza era destruir y justo eso estaba haciendo.

Ya no había refuerzos que esperar, las otras razas elementales hacía tiempo se retiraron a sus reinos y olvidaron la tierra; los elementales de agua se sumergieron en su reino acuoso y los elementales de viento volaron más allá del cielo en busca de nuevos mundos. Todas las razas de la tierra luchaban y pronto ninguna quedaría.

Viendo como sus hombres caían a su alrededor, como la certeza de la derrota se propagaba en sus ojos, viéndose solo y abandonando toda fe nuestro rey consideró el último recurso al que podía recurrir, un sacrificio colosal que exigiría no solo su vida sino que también cambiaría la de toda su gente.

La decisión fue tomada. La magia fue invocada. Se dio inicio al cataclismo.

La tierra rugió y se partió en dos, revelando un agujero que llegaba su centro mismo. El viento aullaba arremolinándose en frenéticos torbellinos de ceniza y brasas, el suelo vibraba como el pecho de una bestia encolerizada, tal era el caos que la batalla por breves instantes se detuvo.

Los confundidos ejércitos se miraban entre sí, sabían bien que algo terrible estaba pasando. Fue allí cuando los elementales de fuego sintieron la atadura de la magia.

Su prisión subterránea los reclamaba.

Cada guerrero, soldado y bestia de fuego gritaba entre alaridos de furia y miedo, arañando la tierra, luchando por escapar mientras era succionado por el agujero, arrojados a las profundidades del mundo donde permanecerían para siempre.

El mundo se sumió nuevamente en silencio. Los hombres del bosque aun perplejos de asombro no emitían ruido alguno. Hasta que finalmente estallaron en vítores, una ola de dicha y jubilo; habían vencido al más cruel y poderoso de los enemigos.

Pero la victoria tenía un alto precio. El señor del pueblo verde, rey de los bosques y comandante los seres silentes se desplomó ante la mirada de sus hombres tomando consigo nuestros dones mágicos, usándolos para sellar la prisión. Y así seria para todas las generaciones por venir.

Incapaces de realizar las proezas que una vez nos definieron, diezmados en una amarga victoria pues nuestro rey se había ido, volvimos a nuestras tierras donde nos recluimos en la tristeza, alejados de los humanos y su naturaleza retorcida, preparándonos para un único propósito: custodiar la prisión de los elementales de fuego para que nunca pudieran escapar."



Crónicas de la Caída

El Libro de Todas las Eras

Donde el bosque susurraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora