Había llegado la deseada noche de Halloween o día de muertos como le decían en México, las chicas ya estaban en Buenos Aires y querían salir a pedir dulces como siempre lo hacían.
—¡Sol, ya es hora! —la llamó la pequeña Mara de 7 años desde la sala, disfrazada de mariposa.
—Ahí voy chaparras —negando, Sol de 10 años bajó con su disfraz de bruja— ¿y Tammy?Antes de que ambas pudieran responder, desde arriba comenzaron a caer arañas de plástico, haciendo que ambas gritaran, seguido a esto Tammy de tan solo 8 años bajó riendo a carcajadas.
—Tenían que ver sus caras, fue increíble —Tammy llevaba puesto un disfraz de chica zombie.
—Casi me matas del susto enana.Jackie salía de su oficina y miró a las tres niñas extrañada.
—¿Qué hacen disfrazadas?
—Pues vamos a pedir dulces como todos los años, hoy es día de muertos —respondió Sol
—Nada de salidas, mañana tienen clases temprano, ya mismo suben a sus habitaciones y se desmaquillan.Las tres hermanas miraron a Jackie con incredulidad y sus rostros se llenaron de desilusión. Aquella noche había sido un motivo de ilusión y preparativos durante toda la semana, planeando juntas los detalles de sus disfraces y ensayando las frases espeluznantes que dirían para obtener más dulces. La pequeña Mara fue la primera en atreverse a protestar.
—Pero... tía Jackie, es solo una vez al año —dijo con su vocecita temblorosa mientras alzaba su alitas de mariposa.
Tammy, sin quedarse atrás, se cruzó de brazos y le lanzó a su tía una mirada desafiante.
—¡Sí, Jackie! Nosotras nunca faltamos al Día de Muertos —exclamó—. Es una tradición, ¡nuestro momento especial!
Jackie, sin embargo, no se conmovió. Alzó una ceja y soltó un suspiro de resignación.
—Lo siento, chicas, pero hoy no va a poder ser. Esas tradiciones no aplican aquí.
Sol, que normalmente trataba de mediar, sintió una punzada de enojo. No era la primera vez que tenían que dejar atrás algo importante para ellas por seguir las normas de Jackie.
—¡Pero en México siempre lo hacíamos! —replicó, sintiendo sus ojos humedecerse un poco—. No es solo una tradición, es... es como recordar a mamá.
Jackie se detuvo un momento al escuchar eso. Las miró a las tres, todas con sus ojitos expectantes y sus disfraces de colores, y dudó. Las hermanas vieron a Jackie alejarse sin cambiar de opinión, y sus rostros se llenaron de decepción. Sol, normalmente la más contenida, apretó los labios para no llorar mientras Tammy resopló con frustración. Mara, por su parte, bajó la mirada, abrazándose a sí misma con sus alas de mariposa.
Justo en ese momento, la puerta principal se abrió y Clara, su profesora de danza, entró con una sonrisa cálida y energía contagiosa.
—¡Pero miren nada más a estas hermosas criaturas de la noche! —exclamó al ver sus disfraces—. ¿A dónde van con esos atuendos tan terroríficos?
Las niñas la miraron con mezcla de esperanza y tristeza. Sol fue la primera en hablar, intentando mantenerse fuerte.
—Queríamos salir a pedir dulces... es Día de Muertos —murmuró—, pero Jackie no nos deja. Dice que aquí no se celebra y que tenemos clases mañana.
Clara frunció el ceño, mirando a las tres niñas. Conocía bien la importancia de esta fecha para ellas y, especialmente, cómo les ayudaba a sentir una conexión con su madre y sus raíces. Se agachó hasta ponerse a la altura de Mara, que la miraba con ojos tristes.
—¿Y si hacemos una celebración aquí? —les propuso con una sonrisa cómplice.
Las tres la miraron confundidas. Tammy fue la primera en reaccionar, con un brillo travieso en los ojos.
—¿Qué tipo de celebración? ¿Y si Jackie se enoja?
Clara sonrió, guiñando un ojo como si tramara una gran conspiración.
—Vamos a hacer una ofrenda, como en México. Podemos poner velas, una foto de su mamá y algunos dulces que tengamos. No nos escuchará desde su oficina. Será nuestro pequeño secreto.
Las hermanas se miraron, contagiándose de la emoción. Sol sintió un nudo en la garganta al imaginar la ofrenda para su mamá, pero asintió. Era una manera de tener ese Día de Muertos especial, aun estando lejos de casa y sin poder salir.
—¡Me parece perfecto! —exclamó Sol con entusiasmo contenido.
Guiadas por Clara, las niñas comenzaron a reunir velas y decoraciones improvisadas, creando un pequeño altar en la sala. Colocaron una foto de su mamá, algunas flores que encontraron en el jardín y un puñado de dulces que Mara había guardado. La luz suave de las velas iluminó sus rostros y, por un momento, se sintieron como si estuvieran en casa.
Clara las observó desde un rincón, sintiéndose feliz de haberles dado un pedacito de sus raíces en esa noche especial. Aunque Jackie no entendiera, ella sabía que este pequeño acto de amor sería inolvidable para las tres niñas.
Cuando terminaron de armar la ofrenda, las tres hermanas se sentaron frente a ella en silencio. La suave luz de las velas llenaba la habitación de una paz que hacía tiempo no sentían. Tammy, la más inquieta, apretó la mano de Sol y susurró con una sinceridad inusual en ella—Mamá estaría orgullosa de nosotras, ¿verdad?
Sol asintió, con los ojos húmedos, sin necesidad de decir nada. Mara, en silencio, sacó un dulce de la ofrenda y lo colocó junto a la foto, como si quisiera compartirlo con su mamá allá donde estuviera.
Clara se unió a ellas y las abrazó, sintiendo cómo las pequeñas buscaban ese consuelo que tanto necesitaban. La sala se llenó de susurros, recuerdos y un amor inmenso que atravesaba el tiempo y el espacio.
De pronto, el sonido de pasos las alertó. Jackie bajaba las escaleras. Las niñas se congelaron, pero antes de que pudieran moverse, Clara se interpuso con una sonrisa serena, llena de compasión.
Jackie se detuvo al ver la escena: las niñas frente a la ofrenda, las velas, la foto... algo en su expresión cambió, y por primera vez, una chispa de comprensión asomó en sus ojos. Se acercó en silencio, observando la ofrenda improvisada con respeto. Y aunque no dijo una palabra, se sentó junto a sus sobrinas, aceptando en silencio lo que esa noche significaba para ellas.
Las niñas la miraron sorprendidas y, sintiéndose arropadas por la inesperada presencia de Jackie, se acurrucaron más cerca. En esa noche de Día de Muertos, juntas y en silencio, recordaron a su madre, y por primera vez en mucho tiempo, se sintieron como en un verdadero hogar.