Introducción

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"Cazar por su especie era lo que la naturaleza dictaba, lo que su familia preferiría para continuar el impecable linaje que prevalecía por generaciones, pero su corazón dominaba sus instintos hasta cegarlo."

Rompió la nieve bajo sus pies con sus fuertes zancadas, soltando un gruñido que se esfumó en vapor detrás de él; los ojos negros escanearon el aire, mientras su mandíbula se tensaba y las fosas de su nariz se abrían en busca de un aroma. Solo un aroma necesitaba para ir por lo que buscaba.

Un crujido le hizo frenarse en seco, y como si su cuerpo se disipara, retomó su característica figura dominante y animal que emprendió el camino hacia la oscuridad del bosque, bajo el manto lunar. Sus patas le impulsaban a ir sigilosamente rápido por entre los árboles, olfateando en la fría brisa invernal hasta que llegó al filo de una roca donde encontró lo que buscaba; su presa. Un ciervo perdido entre la penumbra de la noche, absorto en su miedo como para reparar en su presencia amenazadora aún pisando un par de ramas que delatarían su paradero. Parecía ser que su especie le había dejado a su suerte, y no era para menos, su pequeña figura no parecería que le ayudaría para sobrevivir.

"Será dolorosamente rápido." Su lengua se paseó por sus colmillos, gruñendo bajo antes de dar un salto que le llevó directo a su presa donde el último aliento del ciervo fue lo último que quedó de el en esa noche de cacería.

...

Paseó sus firmes manos por sus mechones negros que caían en mechones medianamente largos, afinando sus facciones que le daban ese toque tan propio, tan elegante y peligrosamente atractivo. Con zafiros negros, cejas marcadas y una nariz recta propia de alguna escultura griega, Alexander Petrov resultaba ser el hombre del cual te advertirían que te alejaras, pero te negarías a hacerlo por ser algo imposible de lograr.

—Demoraste demasiado.—Alegó el hombre mayor que bebía de una copa de whisky a las rocas, sentado en la sala vacía de la cabaña con un suspiro de desaprobación.

—Es una comida, no una competencia.

—Es una cacería, Alexander. El disfrutar de tu festín no debe significar que debas dejar de lado que se trata meramente de una cacería.—No había caso en refutar, al menos no con su padre, el alfa de aquella manada familiar que parecía no dejar de lado la predominación de sus instintos como distintivo familiar. 

Desde que Alexander tenía memoria, el linaje familiar se había mantenido impecable por dos cosas; la cacería perfeccionada en su especie y el dinero viejo que había predominado en su familia desde que sus antepasados se adueñaron las plantas petroleras. El mundo siempre se había dividido entre dos mundos; los omegas y los alfas.

Tradicionalmente, los alfas solían enlazarse con los omegas, apareándose para mantener la especie. Naturalmente, los alfas eran aquellos cazadores, aquellas especies fuertes del mundo animal (digamos lobos, leones, osos, etc.) que aunque tenían instintos por su parte animal, su lado humano les hacía mantener la cordura en todo ello.

Por otro lado, los omegas eran aquellas especies que en el mundo animal suelen ser las presas (ratones, conejos, venados, etc.). Eran pasivos, dulces, indefensos en su mayoría que en la naturaleza de esa dinámica servían para concebir a las crías hasta que fueran independientes para salir del nido.

Aunque, la familia Petrov siempre rechazó aquella naturaleza débil, como solían llamarle.Su linaje era tan puro de alfas, que aunque solía ser un problema cuando se trataba de marcar territorios y defenderse entre especies, preferían prevalecer en su carácter fuerte. En todas esas generaciones, las crías habían sido alfas pero en el extraño caso de nacer débiles como un omega, simplemente se dejaban a su suerte en la oscuridad del bosque. No era de extrañarse el encontrar los cadáveres yaciendo entre las hojas secas otoñales.

Alexander no refutaba la ideología de mantener la pureza en la familia y codearse solo de aquellas personas que fueran tan fuertes como ellos en todos los aspectos, aunque no le podía interesar menos de ello para este punto de su vida. Le gustaba más la idea de ser el lobo solitario de la familia, teniendo solo 35 años y aportando más a la fortuna familiar en la cual se había involucrado tanto en las últimas décadas.

Subió los peldaños de la cabaña donde habían pasado el duro invierno canadiense junto a su familia, aislándose en el silencio de su dormitorio con los ventanales que le permitían observar del bosque invernal de Vancouver. Se sentó en el filo de su cama, entrelazando sus manos en su regazo entre la inmersión de sus pensamientos.

Eran sus últimos días en aquel "refugio" invernal, antes de que la primavera se abriera paso en el país, despertando a todas las especies de su hibernación para continuar las actividades pausadas. Entre sus planes estaba el tomar el primer vuelo hacia Inglaterra para encontrarse con sus socios comerciales con el fin de fortalecer los negocios en proceso.

Para Alexander, lo único que acaparaba su cabeza eran los negocios y el éxito en la cima de la pirámide, solo eso. Había refutado muchos años en el ámbito amoroso y aparearse no estaba en ninguno de sus planes a mediano o largo plazo, lo veía como algo que solo retrasaría su camino hacia el éxito, aunque ya se encontrara considerado como uno de los 5 hombres más poderosos a nivel internacional.


¿Es que habría algo que cambiara sus prioridades para esos momentos? No, nada lo haría.


Ni nadie.


*Alexander en foto inicial.*

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⏰ Última actualización: Nov 06 ⏰

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