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JiMin lo recordaba todo de aquel otoño: El viento volando sus cabellos, la mirada gatuna e indescifrable, el pánico en el cementerio y el cruento final.

Comenzó a principios de septiembre. Su padre había insistido en que viviera unas semanas con sus abuelos después de sus días hospitalizado en el sanatorio mental, todo con el fin de alejarlo de las presiones de la ciudad y que le hiciera compañía a los pobres ancianos. A JiMin no le agradaba la idea en lo absoluto, ya que, desde que a su tía HyeKyo la habían asesinado hace dos años, el ambiente en aquella casa gigante era tenso y lúgubre. Si sus padres buscaban tan fervientemente su estabilidad emocional, resultaba ilógico mandarlo a un lugar donde sólo abundaban la tragedia y la tristeza.

En el pasado, JiMin había amado tomarse un descanso de la fea ciudad y vivir durante el verano en aquel pueblo, pero ahora la magia se había extinto y sólo existía el silencioso dolor. El joven de dieciséis años aún recordaba despertarse con los gritos desgarradores de sus padres, exclamando que su tía estaba desaparecida. Fue tan repentino..., tan abrupto. 

HyeKyo era la hermana de su papá NamJoon. Su padre había conocido a su madre, SoYoon, en la escuela. El sueño de ambos siempre fue vivir en la ciudad, por eso ahora JiMin era un chico urbano. En cambio, a HyeKyo nunca le llamó la atención alejarse de su pueblo natal, por lo que siempre vivió con los abuelos del adolescente.

En fin, una noche su tía ya no regresó del trabajo ni contestó llamadas de los abuelos. Fue al día siguiente que toda la familia del adolescente y amistades ya estaban reunidas en el pueblo para su búsqueda. Le preguntaron a cada vecino e hicieron el recorrido de su tienda de abarrotes a la casa decenas de veces, pero no había rastros de la mujer. Era como si se hubiera desvanecido por arte de magia. Dentro del establecimiento todo estaba perfectamente acomodado, no había habido forcejeos. Parecía que la misma tierra se la había tragado.

Encontraron el cuerpo de HyeKyo una semana después en el monte frío y rocoso a las afueras del pueblo. Sin embargo, la intriga alrededor de su muerte sólo aumentó, ya que no había ninguna señal de tortura, sino que parecía que se había desangrado por causas naturales... Pero eso sí, le habían arrancado los ojos. La investigación policial no había avanzado mucho, así que todavía no tenían a su asesino tras las rejas; lo que afectaba de manera más drástica a toda la familia, aunque fueran expertos en ocultarlo.

En el presente, JiMin se bajó de la camioneta de su padre y arrastró su mochila hasta la gran puerta de la casa de sus abuelos. Los ancianos ya lo esperaban en el umbral, JiEun prácticamente se fue encima de él para saludarlo.

—¡Jiminnie! —le dijo, apretando sus mejillas. El adolescente se abstuvo de quitarse para no hacerla sentir mal, aunque se había incomodado— ¡Qué alegría verte, mi amor!

—Lo mismo opino, abuela —respondió el chico con las mejillas abultadas.

—Suelta al muchacho, cariño, lo estás lastimando —reclamó su abuelo JongSuk.

La mujer por fin se hizo a un lado y JongSuk saludó a su nieto con unas palmadas en el brazo. JiMin tenía el humor por los suelos. Mientras tanto, NamJoon observaba la escena con una alegre sonrisa, cargando las demás maletas. Le encantaba la idea de que Jiminnie alegrara tan siquiera por unas semanas la vida de sus desconsolados padres. Al final, los cuatro ingresaron a la casona.

Cuando era niño, a JiMin le parecía que este sitio estaba lleno de magia. Ahora sólo era fría con una enorme foto de su tía HyeKyo en la sala principal.

Después de beber té caliente y algunos postres que había preparado su abuela, el adolescente se despidió de su padre y anunció que se iría a instalar al cuarto que siempre usaba cuando visitaba el pueblo. Después de que sus abuelos le dieron la aprobación amablemente, el joven se alejó, escuchando cómo NamJoon le contaba a sus abuelos de los antidepresivos que debía tomar puntualmente y a qué hora tenía que conectarse por videollamada a su sesión con el psiquiatra. JiMin fingió no escuchar nada y resopló, caminando a la habitación con desgano.

El adolescente recorrió la oscura y helada casona, hasta su cuarto junto al gran jardín cuadrado. Al joven le consoló que, a pesar de todo, JiEun aún tuviera sus plantas. Afuera parecía un lindo bosque seco por tanta flora.

JiMin desempacó sus cosas sin prender la luz, pensando en lo que mucho que le había hecho falta HyeKyo en estos dos años. Amaba platicar con su tía hasta altas horas de la noche, que ella le contara historias de terror sobre el pueblo y desvelarse juntos viendo películas en la televisión. Ahora no quedaba nada de ella, y regresar aquí sólo avivaba más el vacío de JiMin.

Al final, el joven se quedó dormido encima de las sábanas recién lavadas. Afortunadamente, el frío de la madrugada no fue lo suficientemente fuerte para despertarlo. Si no, el chico habría presenciado cómo esas misteriosas luces doradas se posaban en el jardín de la casa, mientras aquella sombra —proveniente del armario—, intentaba alcanzarlo con sus filosas garras.



Holis, hace tiempo había subido el inicio de este fanfic, pero la verdad no tenía mucha idea de adónde quería llegar. Ahora lo he trabajado y ya tengo una trama sólida, ojalá les guste. No sé cuánto me tarde, pero prometo acabarlo :3

Haunted - YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora