Koga caminaba de regreso a su guarida, con una sonrisa en los labios que apenas podía disimular. Recordar la conversación que había tenido con Inuyasha le hacía sentir una emoción inesperada, como una chispa de alegría que iluminaba su día. Finalmente, después de tanto tiempo observándolo desde lejos, había encontrado el valor para acercarse y hablarle con sinceridad.
El recuerdo de Inuyasha, recostado bajo el árbol, con esa mirada dura y desafiante, lo hizo suspirar. Quizás no había logrado mucho, pero el simple hecho de que Inuyasha no lo rechazara de inmediato era suficiente para él. Koga sentía que, con paciencia, podía llegar a ser algo más que un rival. Tal vez, solo tal vez, podían ser amigos.
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Cuando Aome se marchó, Koga había sentido un vacío, una confusión que tardó años en comprender. Al principio, todo su enfoque había sido en proteger a la aldea, como si con eso pudiera llenar el hueco que ella había dejado. Sin embargo, con el tiempo, sus pensamientos comenzaron a desviarse hacia Inuyasha, se había preguntado muchas veces cómo habría sido su relación si no hubieran peleado tanto, si la rivalidad no hubiese estado siempre en el camino.
"Si las cosas hubieran sido diferentes…", se decía Koga en momentos de reflexión, imaginaba un mundo donde él e Inuyasha podían hablar sin gruñirse, compartir una risa, tal vez incluso pelear juntos, hombro a hombro. Al principio, todo esto era un deseo de amistad, de alguien con quien compartir la carga de la responsabilidad y las aventuras, pero en el fondo, aunque Koga aún no lo reconocía del todo, había algo más, un sentimiento más profundo y complicado.
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Al llegar a su guarida, fue recibido por el sonido tranquilo del río cercano y el murmullo de los árboles. Era su refugio, un lugar donde podía respirar libremente. Se sentó en una roca, observando el agua correr y dejando que sus pensamientos fluyeran.
—¿Qué es lo que realmente quiero de ti, Inuyasha? —murmuró, como si el viento pudiera responder sus dudas. La imagen de los ojos de Inuyasha, llenos de dolor y rabia, volvía a su mente, no podía negar que había algo en esa tristeza que lo atraía, algo que lo impulsaba a querer estar a su lado, a aliviar su carga.
Koga sentía la necesidad de ayudarlo, de estar ahí para él y si eso significaba que tenía que acercarse poco a poco, ganarse su confianza, lo haría, porque en el fondo, deseaba conocer cada parte de Inuyasha: su dolor, su fuerza, sus pensamientos. Deseaba unirse a él, ser alguien en quien pudiera confiar.
Mientras el sol comenzaba a ocultarse, Koga cerró los ojos, dejando que la tranquilidad de su guarida lo envolviera. Su corazón latía más rápido de lo que le gustaba admitir, pero, por primera vez en mucho tiempo no intentó callar ese sentimiento, no sabía qué dirección tomarían sus deseos, pero una cosa era clara, había comenzado a ver a Inuyasha de una forma que nunca imaginó y estaba dispuesto a descubrir qué significaba realmente.
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Lazos inesperados
RomanceDespués de que Aome lo abandonara, Inuyasha queda sumido en la soledad y en un vacío que ni sus batallas logran llenar. Cuando un nuevo enemigo amenaza con destruirlo todo, Inuyasha se ve obligado a unir fuerzas con Koga, el lobo que siempre ha sido...