Los nuevos reclutas

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Benber Marlanson se observaba en el espejo de su desordenada habitación, maquillándose el moretón de su mejilla con todo y las pecas que tenía, aguantando quejarse por el suave toque en la marca.

Maldito ebrio de mierda... —maldijo al causante de su moretón y una vez que terminó, dejó el maquillaje bajo el colchón otra vez y de ahí también sacó unas monedas, lo que había ahorrado robándole una moneda por semana a su padre más lo que le quitaba a algunos niños de la escuela, dejó la habitación cerrando la puerta detrás suyo.

Bajo las escaleras, escuchándose el rechinado de cada escalón que pisaba, no importaba cuando intentara ser sigiloso, pero logró llegar a abajo sin recibir algún grito de parte de su padre, que estaba dormido en el sofá con la tele encendida y varias botellas de cerveza a su alrededor, fue a la cocina, su vista se enfocó en uno de los cuchillos sobresaliendo del bloque de madera... por un breve momento, la idea de tomarlo y encajarlo en el cuello del "maldito ebrio de mierda" de su padre... fue tentadora.

Sacudió su cabeza un momento para deshacerse de esas ideas y camino al refrigerador para sacar la leche aguantando vomitar por la peste de la comida podrida, también la caja de cereal de la alacena de madera vieja, vacío el cereal en el plato que usó ayer y luego vertió la leche.

–{En el último mes ha habido una serie de desapariciones de niños y adolescentes que ha causando la angustia y el terror en las familias de Deverlain, todo comenzó con la desaparición de Richner Krasbzier, un adolescente de catorce años de edad y visto por última vez en la calle Josweett, el joven había escapado de la escuela Deverlain durante el recreo, las causas se desconocen aún pues acorde a los testimonios de sus profesores y algunos compañeros de clase, Krasbzier no había tenido ningún problema u comportamiento extraño...}–

Benber dejó de poner atención a la noticia que le importaba bien poco y terminó su cereal para luego enjuagar su plato en el fregadero y dejarlo en el trastero, salió de la casa cuidando de no hacer ruido con la puerta de la entrada para no despertar a su padre y bajo los tres escalones de concreto para caminar por el pasto seco y tomar su bicicleta recargada en la valla, se montó a esta una vez que la llevó a la banqueta y pedaleó fuera de la propiedad de los Marlanson.

Fue saliendo de la zona más pobre de Deverlain, dejando atrás esas casas de madera vieja, concretó agrietado, césped descuidados y basura amontonada en los contenedores, hasta llegar al centro del pueblo donde se empezaron a ver los locales y autos desplazándose por el pavimento, sin basura, sin concretos agrietados, solo era un pueblo casi suburbano con tan poca gente que podría considerarse un "lugar fuera del mapa" en el país.

Se detuvo al llegar al primer teléfono público que encontró, metió una moneda y le dijo a la operadora el número de uno de sus amigos.

—Mickleo, ya salí de casa, ¿recuerdas a qué horas abrirá el circo? —preguntó.

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ᴸᵒˢ 𝐍𝔲𝔢𝓋𝑜​𝔰 𝕽𝔢𝔠𝔩𝔲𝔱𝔞𝔰 | ℍ𝕒𝕝𝕝𝕠𝕨𝕖𝕖𝕟 ℂ𝕠𝕟𝕥𝕖𝕤𝕥 𝕄𝔼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora