Capítulo tres.

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Nieve

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Nieve.

¿En septiembre? Justo una semana antes de su cumpleaños número 17, su ciudad estaba hasta el tope de nieve. El pronóstico claramente dijo que nevaría y Sunoo celebró enorme al recibir la noticia que no habría clases hasta dos semanas después debido a los tormentas. Fue tanta su emoción que habló con su mamá sobre la idea de invitar a Jaeyun a su casa para hacer pijamadas constantes. La omega no se negó o quejó, de hecho terminó por invitar a todos los Park a quedarse en su casa mientras el alfa de esa familia se encontraba fuera, al igual que su padre. Se quejó por más de cinco horas sobre la decisión de su madre, pero al final no pudo hacer nada más que hacer berrinche como el buen omega consentido que era.

Los Park llegaron a su casa a eso de las siete de la tarde. Jaeyun había llevado su ropa necesaria para dormir en casa de Sunoo por al menos dos días mientras que Sunghoon apenas llevaba una pequeña mochila negra y su balón de fútbol. El papá omega se ofreció a ayudar a la mamá omega mientras los chicos se organizaban.

Heeseung, se supone, que llevaría a Sunghoon a su habitación y le haría un espacio en el suelo como el omega se lo recomendó, mientras que Sunoo llevaría a Jaeyun a su cuarto y se pondrían de acuerdo con algunas películas, pero su sorpresa fue enorme al ver cómo Heeseung abría su puerta y no la propia para meter a Sunghoon.

Abrió sus ojos asustado mientras le gritaba un sin fin de groserías y maldiciones haciendo reír a Jaeyun. Heeseung lo ignoró y tomó la muñeca del otro omega para llevárselo. Hizo un nuevo berrinche antes de entrar a su habitación y encontrar a Sunghoon sobre su cama acostado.

Esa acción ya era tan normal como fastidiosa y Sunoo solo podía sentirse cada vez más enojado y molesto.

—Uf, bájale a tu enojo, me estás mareando —pidió el alfa mirándolo desde la cama con un sonrisa en sus labios. Sunoo pensó que era la primera vez en muchos años que la sonrisa parecía amigable—. Mejor ven aquí con tu aroma a galletas y fresa, y por supuesto miel.

Sunoo hizo una mueca y caminó a su baño para estar lejos del alfa, pero le resultó casi imposible cuando el aroma a petricor llegó a su nariz. Su omega estaba rasgando su garganta con desesperación ante el aroma, rogándole que fuera con el alfa y se enterrara en su cuello por completo mientras la mezcla de café amargo y cacao lo abraza.

Se peleó con su lobo por unos segundos, pero al final no pudo con él y se acostó junto a Sunghoon dejando que el alfa lo abrace e impregne su aroma en él como siempre hace en la escuela. No se quejó, ni emitió sonido alguno, parecía un dulce bebé que descansaba cómodamente en brazos de su madre, solo que, no era su madre, ni esos brazos eran delgados, eran músculos y bastante fuertes.

—Que lindo, Zorrito —susurró Sunghoon en su oído—. Quién diría que eres un jodido grano en el culo cuando te lo propones.

—¡Cierra la boca, alfa imbécil! No es momento para que lo arruines.

—Está bien.

Las manos de Sunghoon se deslizaron por la pequeña cintura de Sunoo hasta que la rodeó por completo y jaló de él para tenerlo más cerca, haciendo que el omega jadee de satisfacción por esa acción tan repentina.

Las manos de Sunghoon se deslizaron por la pequeña cintura de Sunoo hasta que la rodeó por completo y jaló de él para tenerlo más cerca, haciendo que el omega jadee de satisfacción por esa acción tan repentina

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El alfa que odio, ¿es mi alfa? | SungSun.Where stories live. Discover now