Introducción

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-Buen día, bienvenido a Coffe Land, ¿Qué le gustaría pedir? -repito por milésima vez en el día.

La rutina es fastidiosa y yo no soy la persona más alegre que digamos, así que esta me cobra factura.

Cansada de ver tantas caras y fingir exceso de amabilidad durante seis horas corridas.

Aún recuerdo la primera vez que atendí a alguien, la sonrisa fingida que me obligo a dar mi jefa que hizo que me dolieran las mejillas, pero ella al ver que no era lo mejor, solo exclamo un "Mejor se tú"

Y, ¿cómo es ser yo?

Bueno, pues no tengo una respuesta para ello.

-Ocho dólares, por favor -paso el ticket y su pedido a aquella pareja-. Que tengan un excelente día.

Echo una mirada al reloj detrás de mí.

Tres horas.

Tres horas para irme de este lugar con mi paga en mano, porque por eso estoy aquí por lo que estamos todos aquí, el dinero.

-Una sonrisa no vendría nada mal, Ela -escucho la voz Chloe, le doy una mirada rápida, encontrándola con una sonrisa a mi lado.

Chloe es una de las compañeras de trabajo en mi turno que podría considerar y decir que soy cercana, por lo regular se la pasa hablando, tiene 1.58 m de estatura y siempre lleva su pelo castaño recogido en una coleta de lado que cae por su hombro izquierdo.

-Pides mucho -le sigue Lucas pasando frente a nosotras con una charola y una sonrisa divertida, ganándose la mirada de ambas.

Ya me dio flojera describirlo también, así que después sabrán como es.

Chloe me da una última mirada antes de salir a entregar más pedidos.

No contesto. No me muevo. Solo me mantengo seria mirando hacia enfrente en espera de mi siguiente cliente, como siempre.

Mi vida resumida consta en despertar, desayunar, ir al trabajo, repetir las mismas frases durante horas, soportar gente y regresar a casa.

Nada divertido.

Solo intentando sobrevivir a esto que se hace llamar vida.

***

La lluvia ha parado al fin. Sin embargo, el pronóstico señala que continuara lloviendo lo que resta del día, por lo que intento apresurarme, odio mojarme.

-Nos vemos -Chloe mueve su mano hacia mí al salir de la cafetería.

Aunque no me guste la gente ni lo ruidoso, estoy acostumbrada ya a su presencia, a su nivel de alegría y ruido diario. Es la segunda persona que puedo considerar lo más cercano a una amiga. La primera es Lucas.

No hay nadie más.

Alzo mi mano enseguida en su dirección antes de seguir mi camino.

Me coloco mi casco al llegar a mi motocicleta y me monto en ella.

6:46 p.m.

Las piernas me duelen y solo necesito llegar a casa, quitarme estas botas y tomar un buen baño.

***

Freno y apago la motocicleta justo al llegar a mi dulce hogar.

Nótese el sarcasmo.

Me despojo del casco. Y el vecindario se hubiera podido considerar normal, de no ser por aquel enorme camión de mudanza con la palabra mudanza en rojo por todas partes, afuera de la casa de al lado. La puerta está abierta y noto la luz saliendo del interior.

No puedo evitar sentir un poco de sorpresa. Aquella casa ha estado vacía desde hace cuatro años. Es extraño ver un carro de mudanza aquí luego de tanto tiempo.

Bajo de mi bebé y camino a casa sin quitar mi vista de ahí. Sin embargo, algo que se podría describir como un extraño cosquilleo, me impulsa a levantar la mirada hacia arriba, en dirección a una de las ventanas frontales de la casa. Distingo la silueta de una persona ahí, pero no logro verla bien cuando se aparta de la ventana segundos después.

Continuo mi camino, meto la llave correspondiente a la puerta de la casa y entro, lista para ir a descansar y continuar con mi vida, sin saber que después de ese día ya nada seria lo mismo, empezando por quien seria mi nuevo vecino.



Publicado: 04/11/2024

Desde Que Llegaste A MiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora