LAILA
Ahí estaba otra vez, el maldito sonido de mi teléfono vibrando en el bolsillo trasero. ¡Es que no se cansa! ¿Cómo puede alguien ser tan insistente? Es como esos servicios de internet que no dejan de llamar, aunque les digas que no estás interesada.
Saco el teléfono de mi bolsillo, y en la pantalla aparece el nombre de quien he estado rechazando por más de cinco minutos: <<Héctor Hall>>. La persona que se hace llamar "padre," aunque para mí es solo alguien que puso el esperma para que yo naciera. Nada más.
<<5 Llamadas perdidas>>. Apago el teléfono y lo guardo donde estaba antes. No creo soportar una sexta llamada; ni mis exnovios eran tan insistentes.
Ni un día puedo tener paz. Si no es la familia, es el trabajo. Me apresuro para llegar a la sala de descanso y tomarme un café extra cargado. Los residentes me saludan con un <<Buen día, doctora>>.
—¿Mal día? —pregunta Sara, recostada en la silla con la computadora abierta.
Suspiro, cerrando la puerta tras de mí, y voy al mesón donde está la cafetera. Me sirvo un poco en mi taza y me siento, mirando a la nada con el café en las manos.
—Si tienes esa cara, pueden ser dos cosas. La primera, que te llegó lo indeseable y andas de mal genio, o que te llamó Héctor —dice, observándome mientras revuelvo el café—. Bien, es la segunda.
—¿Tan obvio es? —la miro.
—Para mí, sí. Por algo me hago llamar tu mejor amiga —sonríe, y me contagia la sonrisa—. Va, suéltalo.
—Me ha estado llamando desde la mañana —resoplo—. Quiere que vaya a la cena de esta noche. —Bebo un sorbo de mi café.
—¿Y qué celebramos esta vez?
—Celebramos que Mattia logró cerrar su primer trato de arquitectura —ruedo los ojos—. Ni que fuera tan importante...
—Pues ya sabes cómo es Anna. Son "Sus mayores tesoros." es obvio que le celebrará lo que sea —me mira—. No vayas y ya.
—¿Crees que no se me cruzó por la cabeza? —digo, irritada—. Pero sabes que si no voy, llamará a mamá, y lo que menos quiero es que ella se entere y se preocupe. Está de vacaciones, no quiero molestarla por esta tontería.
—No es una tontería —me regaña—. Entiendo que no quieras que tu mamá se preocupe, pero Héctor siempre te amenaza con eso, y terminas yendo a sus celebraciones. Además, no quiero verte con una crisis nerviosa, Lai.
—¡Ah!, esto es un maldito lío... —Me recuesto en la silla, cerrando los ojos.
Sara se vuelve a la pantalla de la computadora, tecleando concentrada. Yo me quedo con los ojos cerrados, organizando las ideas, pensando en los pros y contras de ir a esa maldita celebración.
¿Pros? Comida y bebidas. ¿Contras? Estar rodeada de gente arrogante, intolerante, aburrida, escuchar una y otra vez lo hermosa que es la familia Hall Morelli, oír a Anna dar su mismo discurso de cuán orgullosa está de sus ejemplares hijos...
No. Definitivamente no iré.
—Mañana tenemos un consejo médico —avisa.
—¿A qué hora?
—A las 10:00 a.m.
—Bien. Se acabó mi turno, me largo.
Me levanto de la silla y me dirijo a los casilleros de cada médico, cada uno con su número y candado correspondiente. El mío es el 268. Abro el candado de mi casillero, saco mi mochila y guardo mi bata blanca.
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Más Allá de las Mentiras
RomanceLaila Hall Brown ha crecido con el vacío de un padre ausente, y cuando este inesperadamente regresa a su vida, su rechazo es contundente. ¿Cómo confiar en alguien que ha estado fuera de su mundo? Su desconfianza hacia el amor la ha llevado a constru...