Capitulo 4

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El diagnóstico fue claro: Jimin había perdido la memoria. Las palabras del doctor resonaron en la habitación, pesadas y definitivas, como si confirmaran algo que todos temían pero no querían aceptar. Jimin observó a su alrededor, sintiendo que cada rostro era un misterio, cada voz, un eco de un pasado que no podía recordar.

Jungkook, Jin, y Namjoon se sentaron a su lado, decididos a ayudarlo a entender lo esencial. Jin, con su tono cálido y protector, fue el primero en hablar.

—Somos tus amigos, Jimin. —Sus palabras estaban llenas de paciencia, como si no quisiera abrumarlo—. Nos conocemos desde hace mucho tiempo.

Namjoon, más reservado pero con una expresión de profunda preocupación, añadió—: Solíamos hacer todo juntos. Siempre éramos un equipo.

Pero fue Jungkook quien captó toda la atención de Jimin. Su mirada era intensa, cargada de una emoción que parecía casi dolorosa de contener.

—Y tú y yo... —Jungkook tragó saliva, sus labios curvándose en una sonrisa nostálgica—. Somos algo más. Amigos, sí, pero con algo más profundo. Una relación complicada, llena de altibajos... como amantes y amigos al mismo tiempo.

Jimin sintió su corazón latir con fuerza, la idea de esa relación con Jungkook despertando algo en su pecho. Pero antes de que pudiera procesarlo por completo, Jin y Namjoon le hablaron sobre sus trabajos. Eran peligrosos, llenos de riesgos, y habían necesitado al viejo Jimin, fuerte y valiente, para mantenerse juntos.

—Esta es la casa de Jungkook, —explicó Jin finalmente, observando cómo Jimin asimilaba la información—. Estás a salvo aquí.

Después de largas horas de conversación, Jimin comenzó a sentir un poco de alivio. Aunque su mente estaba todavía nublada, había algo tranquilizador en esas voces, en la manera en la que lo cuidaban. Jin y Namjoon se levantaron, listos para irse, mientras que Jungkook, con una expresión de evidente reluctancia, se despidió también.

—Nos vemos mañana, Jimin, —susurró Jungkook antes de salir, su voz llena de una ternura que dejó a Jimin con un nudo en la garganta.

Finalmente solo, Jimin se tendió en la cama, su cuerpo agotado y su mente llena de preguntas sin respuestas. En menos de un minuto, el sueño lo venció, y se sumió en un mundo extraño y vívido.

En su sueño, una mujer apareció ante él. Alta, con el cabello castaño tan largo y brillante como un río bajo la luz del sol, y unos ojos verdes que parecían ver a través de él. Había una paz inusual en su presencia, algo familiar y reconfortante.

La mujer se acercó y, aunque Jimin no podía verla del todo, sintió sus caricias suaves en el cabello.

—Hijo mío... —murmuró ella, su voz como una melodía perdida en el tiempo.

Jimin frunció el ceño, buscando respuestas en esa figura etérea. —¿Quién eres? —preguntó, su voz cargada de confusión.

La mujer sonrió, una sonrisa triste y maternal. —Eso no es importante, pero puedes llamarme madre.

La palabra "madre" dejó a Jimin con un vacío inexplicable, como si algo hubiera sido arrancado de él. Aceptó con un asentimiento tembloroso y cambió de tema. —¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí?

La calma del sueño se quebró de repente cuando otra figura apareció ante él: su antiguo cuerpo, cubierto de heridas, golpes y cicatrices. La imagen era grotesca, como un recordatorio brutal de la vida que había dejado atrás. Jimin sintió cómo se le helaba la sangre, el alma casi escapándose de su pecho.

La mujer colocó una mano sobre su hombro, su toque dándole fuerzas para no desfallecer. —Ese cuerpo... —dijo, señalando el cuerpo maltrecho—. Le pertenecía a un chico que no quería seguir viviendo. Te donó su cuerpo como un regalo, un envase para tu alma.

Jimin cayó de rodillas, atando cabos lentamente. La verdad era como un golpe helado en su mente. ¿Cambio de cuerpo? La idea era demasiado abrumadora, y el dolor de la pérdida y el sacrificio lo atravesó como un cuchillo.

La madre se inclinó hacia él, su voz convertida en un susurro firme que parecía llenar todo el espacio a su alrededor. —Venga, hijo mío. Venga a tus hermanos caídos, levanta tu cabeza con orgullo y ponte en la cima. Y cuando estés en ella, recuerda de dónde vienes y lo que eres. —Hizo una pausa, señalando al cuerpo moribundo—. Te doy esta oportunidad para que el alma de ese chico y la tuya descansen en paz.

Jimin sintió las lágrimas correr por su rostro. El peso de lo que le habían dado, de la nueva vida que tenía que honrar, era inmenso. La imagen de su antiguo cuerpo se desvaneció, y en ese instante, el sueño se disipó, dejándolo con una extraña mezcla de gratitud y un profundo sentido de responsabilidad.

Cuando despertó, las palabras de la madre aún resonaban en su mente, llenándolo de determinación y un propósito que apenas comenzaba a entender.

Cuando despertó, las palabras de la madre aún resonaban en su mente, llenándolo de determinación y un propósito que apenas comenzaba a entender

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Todos estos capítulos prácticamente eran como un prólogo, uno muy largo que no me gustaba en un solo capítulo.

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