PARTE ÚNICA

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El rugido de la lluvia golpeaba el circuito de Brasil, creando una sinfonía de gotas que parecía alargarse sin fin y solo un juego de ajedrez era el punto de distracción entre Carlos y Charles.

Charles tamborileaba los dedos sobre la mesa mientras movía una pieza de un lado a otro, sin pensar demasiado. Habían estado jugando por veinte minutos y la idea de Carlos parecía mucho más una lenta tortura que una verdadera distracción.

—¿Sabes que estás perdiendo, verdad? —comentó Carlos, una media sonrisa en sus labios, mientras movía un peón hacia adelante.—Tal vez es mejor que termine el juego por ti.

Charles bufó, exasperado.

—¿De verdad? Solo estamos esperando aquí porque los comisarios no se deciden, y tú te lo tomas en serio como si fuera... no sé, una partida de campeonato mundial.

Carlos alzó la mirada, una ceja arqueada.

—¿No lo es? Vamos, Charlie. ¿No puedes quedarte quieto ni dos minutos?

—¡Esto es ridículo! —exclamó Charles, rodando los ojos.— ¿Cuánto más piensan hacernos esperar?

Suspiró con frustración y empujó su silla hacia atrás, cruzándose de brazos mientras miraba hacia el techo.—No tiene sentido. Los comisarios no van a dar luz verde con esta lluvia. No sé ni para qué estamos aquí.

Carlos lo observó con una sonrisa ladina, disfrutando de la impaciencia de su compañero. Con un gesto despreocupado, se inclinó hacia adelante, apoyando el codo en la mesa y el mentón sobre la mano. Sus ojos se fijaron en Charles, como si estuviera evaluando cada una de sus reacciones.

—Bueno, quizá haya algo más interesante por hacer que esperar aquí, ¿no? —Carlos sonrió, apenas un destello de algo más.

Charles se giró, claramente molesto y a punto de responder algo, pero la mirada de Carlos lo distrajo.

Antes de que pudiera formular palabra, decidió levantarse y alejarse del tablero, necesitando escapar de la situación.

Charles se levantó de su silla con una mezcla de frustración y necesidad de escaparse de la situación, y avanzó hacia la entrada del garaje. Carlos, sin embargo, no tardó en seguirlo.

Apenas Charles llegó al borde del garaje, se detuvo. Afuera, un par de cámaras habían girado en su dirección, enfocándolos con una mueca que intentaba disimular su irritación, Charles levantó la mano y saludó, su sonrisa perfectamente controlada, mientras Carlos se colocaba a su lado, como si el gesto fuera algo perfectamente natural.

—Genial, justo lo que necesitábamos —dijo en voz baja.

Ambos saludaron hacia las cámaras durante unos segundos interminables y sin apartar la sonrisa le da un leve codazo a Carlos para volver al cuarto donde estaban. —La última vez que intentaste algo en público, casi nos descubren, ¿te acuerdas? —Charles siseó entre dientes mientras seguía saludando.

Carlos esbozó una sonrisa ladeada, sin apartar la vista de las cámaras.

—Me acuerdo perfectamente. Pero solo porque alguien no puede resistirse a mirarme de cierta forma.

Charles resopló lanzándole una mirada de reproche. Pero Carlos, sin perder el ritmo, dio un paso más hacia él, aprovechando que habían quedado ocultos otra vez en ese pequeño cuarto. Se inclinó y, en un movimiento tan calculado como provocador, atrajo a Charles hacia él y dejó un beso suave en su cuello poco expuesto, justo cuando él volvía la cabeza, distraído por el murmullo de los técnicos en el garaje.

Charles se tensó al instante, un escalofrío recorriéndole la columna —¿Pero qué demonios haces...?

Carlos lo miró, su expresión tan relajada como desafiante.

Controle Perdido ONE SHOT |Charlos|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora