Capítulo 1: Aparición

51 8 16
                                    

Fría noche de julio. Sus manos firmes en el volante, sus ojos clavados en la carretera, conduciendo a través de las calles de Nueva Jersey, una ligera llovizna golpeaba contra el parabrisas de su bien conservado Camaro del 69, cada gota trazaba un camino irregular por las ventanas empañadas mientras el aire se impregnaba de un fresco aroma a tierra mojada. Los limpiaparabrisas se movían de un lado a otro, intentando mantener la vista despejada mientras el motor ronronea bajo el capó; las luces de los postes de luz iluminaban intermitentemente.

Ella, con un suspiro cansino escapándose de sus labios, dobló la esquina; al pasar, las personas apresuraban el paso, ocultas bajo paraguas de colores oscuros o bajo los toldos de los quioscos. Cerca de la entrada de una cafetería, ve a una mujer haciéndole señas con la mano, sus ropas estaban empapadas, su cabello enredado y oscurecido por el agua; no luce para nada contenta.

Se aparca en la acera, abriendo la puerta del copiloto a su compañera de forma autómata, quien también traía un par de cafés en sus manos.

-Te tardaste demasiado, Yoko -refunfuña su novia, pasándole uno de los cafés-. Se arruinó mi ropa.

-Lo siento, mi erizo de mar, Weems me retuvo más tiempo del que creí -explica de forma despreocupada, sonriéndole con esa expresión de coquetería tan común en ella-. Tenemos un nuevo caso, Div.

Divina suspiró audiblemente y se subió al auto, la cabina del Camaro olía a cuero viejo y a gasolina, con un ligero toque de pino; el motor vuelve a rugir cuando el auto se pone en marcha, las luces del tablero reflejándose en sus rostros. Yoko tomó un largo sabor de su expresso con canela, virando en la próxima esquina mientras Divina abría la guantera del auto, sacando una de las toallas de repuesto que Yoko suele guardar, tratando de secarse.

- ¿Y? ¿De qué va todo eso? ¿De nuevo desalojando gente? -pregunta, su voz sonando un poco fastidiada. Mira por el rabillo del ojo a Yoko, escurriéndose el cabello.

Yoko niega con la cabeza-. ¿Recuerdas la mansión abandonada a las fueras?

- ¿La que está cerca del bosque y que nadie quiere visitar porque parece a punto de derrumbarse? -inquiere. Yoko asiente-. Espera, ¿vamos para allá? ¡Ese lugar es horrible!

-Sep, la van a demoler muy pronto, Mundo Peregrino adquirió el derecho sobre las tierras y quieren ocuparlas para un... no sé si era una biblioteca sobre los colonos u otro parque turístico -habla Yoko, sus manos firmes en el volante-. En fin, Weems quiere que nos cercioremos que lugar está vacío, ya sabes, nada de sorpresas como vagos viviendo en sótanos.

-Por supuesto, Weems dejándonos el peor trabajo a estas horas -se queja-. Una mansión abandonada, ¿eh? -bebió de su propio café, un poco más frío que el de Yoko, pero perfecto para su gusto-. ¿Por qué siento que no terminará bien? -le cuestiona de forma irónica.

Quizás era la experiencia, quizá su instinto.

-Relájate, mi erizo de mar -La mano derecha de Yoko se posó en la pierna de Divina, acariciándola con un sutil movimiento de su dedo pulgar; Divina le sonrió un poco-. Solo será una inspección de rutina, lo normal, terminaremos en menos de dos horas.

Aunque parecía sonar convincente, ambas sabían que las cosas rara vez eran tan simples.

Se alejaban del centro de la ciudad, dirigidas hacia las afueras. La lluvia aumentó su intensidad, Divina, con un nudo creciente en el estómago, desvió la mirada de la carretera para observar a Yoko.

-Si es algo normal, ¿por qué no trajiste a Eugene? Digo, si somos tres, terminaríamos más rápido.

-Eugene está chiquito, hay que cuidarlo -se ríe Yoko, tratando de aliviar la tensión-. Nah, Weems le asignó trabajo de escritorio después de caerse por las escaleras con Petroculos... Además, somos un equipo grandioso, por algo nos llaman "las rompehogares", amor

La Mansión AddamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora