Capítulo 2: Necromancia

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La mansión quedó atrás, pero el frío aún se mantenía en la piel de Yoko mientras corrían hacia el Camaro. Su corazón martillaba en sus oídos, la adrenalina invadiendo cada rincón de su ser, el eco de las palabras reverberaba en la mente de Yoko mientras sus pies se apresuraban a andar en el terreno fangoso. El frío era intenso, calando hasta los huesos, pero la adrenalina mantenía a raya el terror que comenzaba a agazaparse en su interior.

Divina, a su lado, no dejaba de mirar atrás, su rostro contorsionado por una mezcla de preocupación y miedo.

- ¿Qué fue eso? -preguntó, su voz entrecortada por la carrera-. ¡Todavía nos quedaba mucho trabajo que hacer!

Todo es confuso. No sabe cómo describirlo. Todo parece un espiral de pensamientos inconexos. Pero, la espiral pierde su forma, su centro empieza a acelerarse, ya no tiene forma, se torna blanco, se torna gris... ¿Dónde empieza, dónde termina? ¿Es el presente, es el pasado o será el futuro?

Yoko no contestó de inmediato; en su mente, las palabras de las sombras resonaban, como un eco persistente de una advertencia. "Nunca debieron venir..." O había algo más, algo oculto entre los murmullos de la historia de aquel lugar.

- ¡Solo vámonos! -exclamó Yoko de pronto, temiendo que las sombras las persiguieran.

Ambas lograron llegar al Camaro, con las manos temblorosas mientras Yoko buscaba las llaves en los bolsillos de su chaqueta. La lluvia continuaba con fuerza, el intenso golpeteo de las gotas sobre el coche era una sinfonía. Finalmente, Yoko las encontró y encajó la llave en la cerradura, deseando estar lejos.

Despertó en la cama de su apartamento, sobresaltándose, la luz de la mañana filtrándose a través de las cortinas. Su corazón latía fuertemente, y la sensación de terror que había experimentado en la mansión estaba muy viva. Se sentó en un golpe, mirando a su alrededor, buscando alguna señal de lo que había pasado.

Divina, aún dormida a su lado, lucía tranquila y en paz. Sin embargo, ella se sentía fuera de sí, acalorada. Y cuando miró más de cerca, un pequeño objeto sobre la mesita de noche llamó su atención: una foto enmarcada de ella y Divina al principio de su relación.

Sin pensarlo, tomó la fotografía y observó. La bonita expresión de Divina, los cerezos en flor, todo era maravilloso en su primer aniversario. Uno de sus recuerdos más apreciados. Sin embargo, nota algo extraño: en el fondo, había una sombra alargada que no había visto antes en la fotografía. El rostro de la figura era difuso, no podía vislumbrar bien su ropaje, pero los ojos... esos ojos eran los mismos que había visto en la casa, helados, vacíos.

¿Qué?

Las luces del Camaro alumbraron la entrada de la mansión, y, por un breve momento, Yoko observa lo que parecía una figura oscura en el umbral. Era la misma mujer rubia de los retratos, sus ojos vacíos reflejaban la luz de los faros, enviando un escalofrío a lo largo de la columna de Yoko.

Divina levantó la mirada-. ¿Qué fue lo que viste ahí? No entiendo que sucede, Yoko.

-No importa, fue solo un mal sueño... -intentó tranquilizarla, pero la voz de Yoko sonaba laxa, incluso para ella-. Seguro me caí y lo soñé... Sí, eso.

La mente de Yoko se convirtió en un caos, recuerdos de la mansión y de las mujeres aparecían como visiones en su mente, incontrolables, arrastrándose como serpientes.

De repente, su mundo se volvió negro, y en un segundo, los estrépitos de sus recuerdos comenzaron a distorsionarse en un grito ensordecedor que desgarró su mente. La sensación de que algo la observaba la hizo levantarse de la cama, intentando salir de su habitación, encontrando el camino hacia el baño, queriendo lavarse la suciedad de la cara.

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⏰ Última actualización: Nov 16 ⏰

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