Dia vacío en la escuela, si, nadie había ido, las clases ya habían acabado, las calificaciones estaban dadas, ¿quién quería ir ya a la escuela?, nadie, solo los que no tenían nada mejor que hacer, los que aun debían algo, algún trabajo tonto, como Mariela, pobre niña reprobada, que no hizo nada durante el semestre y ahora debía presentar el cansino extraordinario de una materia que a nadie le importaba. Cansada, paseaba por el pasillo oscuro, viendo la hora en su celular constantemente esperando que tocaran la campana, ya se quería ir, si, estaba harta, el examen había sido en la mañana, pero no la dejarían salir hasta que su padre viniera por ella, porque más que una preparatoria aquella parecía alguna asquerosa secundaria católica. Su amiga estaba en la cafetería, le llegó un mensaje de ella; Mariela, ¿Ya acabaste tu examen no?, vente al patio conmigo.
Mariela, dejando todo el hastío que cargaba, se acomodó la mochila y emprendió camino hacia el cubo de las escaleras de aquel solitario edificio, apenas alumbrado por el tragaluz coronando todo ese lúgubre ambiente.
A paso apresurado, llego al borde de los escalones que la llevarían abajo, apenas alcanzando a sostenerse mientras resbalaba con un líquido que en el piso se encontraba regado. Ella no lo había visto, asustada, y aliviada de no haberse caído, se incorporó, dándole sus peores deseos a quien sea que haya dejado el piso mojado, mojado, pero de algo que no era agua, se percató, al ver su mano empapada de algo oscuro, suave, alarmantemente rojo.
Confundida, miro al piso, viendo aquella mancha roja responsable de casi tirarla, ya embarrada por sus huellas, salpicada también en el barandal, goteando silenciosamente a través de sus tubos. Dirigió su confundida vista hacia arriba, el techo, descubriendo una macabra gotera que se escurría por el borde que daba a las escaleras, en la planta justo arriba de ella.
Ahí, ahí había algo, definitivamente había algo, goteando.
Ella no se atrevió de inmediato a investigar, a subir las escaleras y encontrar a aquel chico, tirado en el piso boca abajo, bañado en un charco de su propia sangre, con una herida mortal en la cabeza que lo dejó inconsciente y desangrándose, lentamente, poco a poco, sin saber nada de él, de nadie, de nada, mientras su vida se escurría de manera casi poética hacia la planta baja.
Muerto, casi muerto, olvidado.
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Lo que nunca pasó
Teen FictionKarim perdió la memoria hace un año, despertó solo, sin saber nada de él. Y aún adaptándose a su nueva vida, debe enfrentarse a su pasado. Viendo así que el haber olvidado fue realmente una bendición