Capitulo 1

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La oscuridad lo envolvía, una quietud que parecía el eco del vacío que siempre habitó en su pecho. Itachi abrió los ojos y, por un momento, esperó ver el rostro de su hermano, esa última mirada de odio y desconcierto antes de que todo terminara. Pero en lugar de eso, se encontró rodeado de extraños, en un lugar que no reconocía. Sentía la herida latente, no en su cuerpo, sino en su alma. Sabía que estaba en otro lugar, otro mundo quizá... pero el dolor era el mismo.

"Rukongai, Distrito 47", decía un letrero desvencijado frente a él. Y aunque cada rincón de este nuevo lugar le hablaba de una vida más tranquila y libre de las sombras de su pasado, Itachi no podía escapar del peso de sus decisiones. Había traicionado a su clan, a sus seres queridos, todo por un ideal que lo había dejado vacío, atrapado en una vida que no le ofrecía redención. Ni siquiera esta "nueva vida" parecía ser un escape.

Mientras avanzaba entre la gente, las miradas curiosas y los murmullos a su alrededor parecían recordarle que él no pertenecía allí, que en el fondo, llevaba consigo una carga que ni la muerte había logrado disipar. ¿Era este su castigo? ¿Revivir una y otra vez la agonía de sus decisiones, sin paz ni redención?

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Itachi vagó sin rumbo, apenas consciente de los pasos que daba. El dolor y el vacío eran sus únicos acompañantes, sombras familiares en un entorno desconocido. Los habitantes del lugar apenas le prestaban atención, y él prefería que así fuera. No merecía su compasión, ni sus preguntas. Se sentía como un fantasma, atrapado entre el deseo de desaparecer y la incapacidad de dar ese paso final. Incluso ahora, con el peso de la muerte sobre sus hombros, la idea de buscar un final definitivo se veía opacada por una extraña e insensible inercia, como si algún rincón olvidado de su ser aún esperara por algo.

Al caer la noche, tropezó con una casa deshabitada, un lugar tan abandonado y roto como él mismo. La puerta rechinaba al abrirse, y en el interior apenas quedaban rastros de quien fuera su último habitante. Paredes agrietadas, polvo acumulado en el suelo y una atmósfera fría lo recibieron, y él se dejó caer sobre el suelo de madera, sintiendo cada astilla, como si aquel dolor físico pudiera ahogar el sufrimiento que cargaba en el alma.

Apenas veía en la penumbra, pero eso no importaba. Cerró los ojos, tratando de rendirse a la oscuridad, al vacío que buscaba consumirlo. Sin embargo, cada vez que intentaba dejarse ir, algo tiraba de él hacia atrás, como una sutil promesa de que el final aún no había llegado. Se odiaba por ello. Odiaba esa chispa de esperanza que se negaba a extinguirse, aunque estuviera enterrada bajo capas de culpa, arrepentimiento y desolación.

En esa casa vacía, Itachi se sintió un reflejo más de las ruinas que lo rodeaban. Una segunda oportunidad... ¿qué sentido tenía para alguien que había renunciado a todo? Pero mientras el silencio lo envolvía, se quedó allí, suspendido en esa frágil frontera entre la vida y la muerte, esperando sin saber qué.

El cansancio se apoderó de él parece que incluso en el otro mundo aún necesitaba dormir, lástima desde hace más de 8 años no podía conciliar un buen sueño, no desde ese día tenía las manos manchadas de sangre, había pasado tanto tiempo y aún podía oler y recordar todo lo de ese día.

La sangre fría salpicada en su rostro, una brisa helada de la profunda y oscura noche, los gritos de súplica de aquellos a los que una vez llamo familia cada que intentaba conciliar el sueño se veía perturbado por estos recuerdos.

Fue un alivio que inclusive alguien como el necesitaba un descanso, una pelea a muerte con su hermano y el estrés de este pasaba factura rápido.

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Itachi se dejó arrastrar por el cansancio, sumergiéndose en un sueño inquieto, aunque la paz parecía esquiva incluso en la inconsciencia. La oscuridad pronto se transformó en un escenario conocido: estaba en el pueblo de su infancia, un lugar en ruinas y envuelto en sombras. Caminaba por las calles vacías, y a su alrededor, las paredes susurraban su nombre, cada rincón le devolvía una mirada acusadora y dolida. Se sentía atrapado, como un animal acechado.

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⏰ Última actualización: 12 hours ago ⏰

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