Capítulo 1 - Parte 3.

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Los sentimientos que abordaron su cuerpo fueron un tumulto que lo dejó con la adrenalina a tope y su cuerpo caliente, al principio pensó que todo eso se debió al vapor del agua caliente de la ducha, pero tras salir del baño se dio cuenta de que algo no andaba bien con él, se sentía extraño, le había gustado ver aquella mujer de esa manera, pero no podía explicarlo.

Aún sin creer lo que había vivido, fue hasta su cuarto y se encerró. Caminó serio hacia su cama y notó la hora en el reloj en el buro al lado de su cama.

   — Tengo que ir a la escuela...— pensó para luego ir hacia su guardarropa y comenzar a vestirse.

De forma rápido bajó hasta la sala en donde fue directo a la estufa con la idea de hacer un par de huevos en el sartén, pero se sorprendió bastante cuando vio a su padre despierto y tratando de cocinar al lado de aquella mujer, que ahora llevaba unos jeans de color azul claro pegados que resaltaban mucho sus caderas, junto con esto vestía una blusa color café claro con un perro estampado enfrente y con el cabello sujeto con una cola de caballo.

   — Bu-Buenos días.— titubeo al ver a la mujer ahí.

   — Buenos días. Siéntate, te vamos a servir el desayuno.

   — Ah, sí...

Su padre se giró, era un hombre de casi un metro con setenta y cinco centímetros, fornido, de cabello negro y largo peinado hacia atrás, su piel era blanca, sus ojos se veían cansados y su semblante era el de un hombre cansado, estaba crudo y sus labios eran la prueba. Su cara era ovalada, sus cejas eran pobladas y negras, su nariz era aguileña y su boca mediana con labios delgados.

Sorprendido solo lo miró como de costumbre.

   — ¿Terminaste la tarea?

   — Sí...— por un segundo volteo a ver a la mujer quien aún seguía de espaldas.

   — Ah, ella es... Madeleine. Ella...

En ese momento bajó por las escaleras y cruzo el umbral de la puerta su hermano con una sonrisa en la boca, la cual, de inmediato despareció cuando vio a su padre parado en medio de la cocina enfrente de aquella mesa redonda de color rojo donde ellos comían, pues pensaba que él seguía estando dormido, además de que también se percató de la presencia de la esbelta y bella mujer cocinando.

   — Buenos días...

   — Buenos días, siéntate.

   — Sí.— de inmediato se sentó en la silla vacía al lado de su hermano sin quitarle la vista a su padre.

   — Esta semana será la última en la que estarán en la escuela.

   — ¿Qué?

   — ¿Por qué?

   — Porque nos vamos a mudar a Colorado.

Los chicos abrieron la boca sorprendidos ante tal noticia mirando ahora con extrañeza a su padre, pero antes de que Alan pudiera decir o hacer algo más su hermano se le adelantó.

   — ¿Por qué? ¿Te despidieron del trabajo?

Al preguntar esto último sin nada de tacto el hombre abrió los ojos y le lanzó una mirada para reprender la pregunta del chico.

   —  Lo que escucharon.— tomó la silla enfrente de él y la jalo, despegándola de la mesa.— Nos vamos a mudar a otro pueblo en el estado de Colorado, debido no solo a lo ocurrido con su madre, sino también a toda la serie de problemas que tú principalmente haz causado Ethan... — miró a su primogénito con seriedad.

Tras decir esto, se sentó en la silla y se arrimó hacia la mesa junto con sus hijos. 

   — Nunca se les oculto nada de lo que pasaba en esta casa, ni del resto del mundo...

"Sobre todo lo que pasaba en esta casa", pensó Ethan mirando hacia un lado con tristeza.

   — Su madre solo quiso tener la ciudadanía para después dejarnos por alguien mejor...

   — ¿Pero qué hay de nosotros? Tenemos amigos aquí.

   — Te refieres a los que te ayudaron a vandalizar esas paredes enfrente del cementerio. ¿Quieres que hablemos de la calaveras que pintaron? Algunos vecinos dijeron que se trataban de cultos satánicos que adoran a la muerte.

   — Se llama Graffiti, no es vandalismo, es arte.

   — Pues no eres un artista, eres un niño... 

Tanto Ethan como Alán agacharon la cabeza después del regaño de su padre y se limitaron a ver la mesa por el resto de la conversación.

   — Lastimosamente...—  se dirigió hacia la alacena en donde abrió una de las puertas, dejando ver que había una botella de Bacardí semillena.— Tenemos que hacer cambios en nuestras vidas.

Tomo la botella y se dirigió hacia el cesto de la basura en donde la aventó.

Los dos niños se quedaron sorprendidos al ver como su padre dejaba una de sus botellas en la basura sin remordimiento. En ese momento  la mujer se dio la vuelta, dejando ver que ya había terminado de hacer los omelette para ellos, dejándolos un poco más sorprendidos por el olor de dicha comida.

Después de eso Madeleine fue hacia el refrigerador para abrirlo agachándose y buscando en este, pero pronto se dio cuenta de que se encontraba vacío, solo habían dentro un par de cervezas, dos jitomates ya echados a perder y dos rebanadas de pizza en un plato. Indignada, tomo la pizza y los dos jitomates, dejando el pedazo de pizza en la mesa y yendo también al cesto para tirar lo que ya no servía, dejando ahora apenado al hombre al lado de ella.

En ese momento, Alan dio un ligero vistazo a la mujer cuando esta cruzo el cuarto viéndole las posaderas, sin que nadie se diese cuenta de esto.

   — No era l único que debiste haber tirado a la basura... Me sorprende que tus hijos no hayan subido de peso comiendo solo comida basura durante tantos días...— tomó otra de las sillas de la mesa y la despego de ésta para sentarse.

En ese momento cuando se sentó Jerry la vio apenado para después seguir hablando con sus hijos.

   — Ambos irán a una nueva escuela. Pero lo más importante es que la razón primordial por la que nos vamos a mudar es porque voy a trabajar con la familia de Madeleine como su chofer.







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⏰ Última actualización: Nov 10 ⏰

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