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Esta historia es sobre dos amigas mías. Una pareja, en realidad. Con ellas me sentía más como un hijo que como un amigo.

Pero aunque soy el narrador, no los aburriré con la historia de mi vida. Tengan en mente que aburrirse será el menor de sus problemas. Encariñarse... Es de lo que deberían preocuparse.

Lunes, 3:00 P.M.

Escapé del hombre cuyas bebidas le hicieron creer que yo era un saco de boxeo en lugar de un ser humano. Era una rutina. Conduje la bicicleta por los apartamentos de Salazar. Donde el peligro acechaba sólo en el rincón más pequeño del dulce complejo. El mal no te hacía daño si no eras parte de su mundo, afortunadamente. Me detuve en la entrada y llamé a la puerta a través del altavoz del apartamento. -Código. — Solicitó nuestro código de pandillas. —¡Jeffy-Jeffy-doo!

—Justo a tiempo para la comida. ¡Entra rata escurridiza!

Rebecca Spirit. Una aspirante a cocinera de voz dulce y piel vainilla. Siempre andaba por el apartamento en kimonos. Le encantaban los atuendos japoneses. Ella cocinaba o trabajaba mientras su novia no estaba.

NARRACIÓN OMNISCIENTE

Abrió la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Pero lentamente la redujo, creando la Torre Eiffel con sus cejas. —Ay cariño. ¿Aún no consigue ayuda? — Se abrazaron como de costumbre. Jeff sonrió a medias. Teniendo la misma respuesta de todos los años.

—No. Es un viejo testarudo, ¿Eh?

—Ven. Aún nos queda algo de ungüento. Puse a Freen a cocinar y se cortó tanto que se enojó con la cocina, ¿puedes creerla? Es una infantil. Casi se termina la botella de ungüento. — Becca lo llevó adentro de la mano.

Tras unos minutos de aplicación del ungüento, Jeff le contaba el proyecto escolar de la semana entrante. Sentado en una silla tan pequeña que él no cabía mientras que Becca estaba agachada, cubriendo los moretones en los ojos del muchacho.

—Ugh. Siempre odie las matemáticas. Si cuando muera voy al infierno, lo buscaré. Hace tiempo que no pongo mis garritas a arañar. — Becca mostró sus preciosas uñas al natural como garras y armó su mejor rostro vikingo. Pero no asustaba. Se veía monísima hiciera lo que hiciera. Jeff rio.

—Voy a ser el árbitro. — La imitó, armando un rostro mucho peor que ella.

—¡Ay, se me quema el arroz! — Ella sopló en los moretones (toda la cara) y corrió a la estufa. Jeff se tomó el tiempo de apreciar su apartamento por enésima vez. Las mismas polaroids románticas colgaban de la nevera, los estantes seguían llenos de libros y la cama era un desorden. Siguiente a ella estaba el espejo de la pareja, dónde había más polaroids junto con maquillajes oscuros y una peluca metalera. Freen era parte de una banda de rock en ascenso. Aún no era popular, pero ganaban dinero en conciertos y videos de YT.

Freen llegó a casa vestida de negro. Camino a la cocina chocando puños con Jeff y entonces abrazó a Rebecca por detrás, dándole un beso en la cabeza.

—Hola, mi venus. ¿Hoy tenemos el Especial de Arroz Quemado?

—¿Especial? Es obvio que no te gusta. Mentirosa.

—Oye, me gusta.

—No te creo nada.

—¿Piensas que miento? A Jeff también le gusta. — Freen lo mira sobre un hombro con un guiño. Jeff ríe en silencio.

—Lo que digan. ¡Ja! No se me quemó. Hoy tenemos arroz limpio. — Becca celebra. Freen la felicita conforme camina a la nevera. Ella mira el rostro de Jeff a detalle entonces exhala. Todos los días le molestaba lo mismo.

ADE• FreenBeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora