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Finalmente, el chofer de Asher nos llevó a nuestras casas. Primero me dejó a mí y luego a Liv. Al llegar a casa, todos estaban en sus habitaciones, lo cual fue un alivio, ya que mi cara reflejaba lo tensa que estaba. Entré a mi habitación, me puse la pijama, me desmaquillé y me acosté en la cama.

Justo en ese momento, sonó mi teléfono: un mensaje de Liv.

    Tal vez no fue buena idea ir

Sin pensarlo mucho, respondí al mensaje de Liv:

    Nadie me había hecho enfurecer como Asher. Es un idiota.

Le di enviar y, al instante, sentí una mezcla de alivio y de cansancio. Liv entendería. Sabía que podía desahogarme con ella sin filtros, sin tener que medir cada palabra

Cerré los ojos y, poco a poco, me dejé llevar por el sueño. La mañana llegó más rápido de lo que esperaba, y al primer rayo de luz, me levanté y fui directo al baño. Después de una ducha rápida, volví a mi habitación y me vestí con el uniforme perfectamente preparado.

El blazer beige, con un corte que realzaba la figura y terminaba justo por encima de la cintura, tenía un aire elegante gracias a los botones metálicos plateados y el escudo bordado en el lado izquierdo del pecho. La camisa blanca de botones, impecable y ajustada, se sentía suave y fresca contra mi piel, complementada por una corbata negra fina que caía justo debajo del busto, aportando un toque de sofisticación. La falda tableada beige corta.

Salí de mi habitación con mis cosas al hombro y me apresuré hacia la parada del autobús. Mi hermana ya había salido para llevar a los mellizos a la escuela, así que me tocaba el trayecto sola. El camino fue breve, pero suficiente para que las primeras luces de la mañana despejaran mis pensamientos. Al llegar a la escuela y bajar del autobús, una inquietante sensación me envolvió

En la entrada, Liv estaba esperando. Pero lo que más llamó mi atención fueron las miradas que la rodeaban. Un grupo de estudiantes, dispersos por la entrada, nos seguían con la mirada, sus expresiones cargadas de desagrado y susurros apenas contenidos

—¿Qué ocurre? —le pregunté a Liv, con la voz baja pero cargada de preocupación mientras me acercaba a ella.

Liv exhaló un suspiro pesado y miró de reojo a los que nos observaban, sus ojos reflejando una mezcla de rabia y resignación.

—Creo que hicimos enojar a la persona equivocada —dijo en voz baja, sin apartar la mirada de un grupo en particular.

Puse los ojos en blanco, dejando escapar un suspiro de exasperación.

—¿Todo esto por lo que pasó anoche? Es ridículo —dije, con una pequeña sonrisa en los labios. La situación se sentía absurda y, en el fondo, parte de mí se negaba a darle importancia.

Liv me miró, sorprendida por mi repentino gesto de confianza.

—Déjalos que hablen y nos vean —continué, manteniendo la sonrisa mientras sentía la fuerza en mis palabras—. No nos importa.

Antes de que pudiera responder, tomé su mano con firmeza y, juntas, caminamos hacia la entrada de la escuela. Las miradas y los murmullos quedaron a nuestra espalda, pero avanzamos sin vacilar

Axel se acerca a nosotras, vistiendo el uniforme estándar: pantalón beige, camisa blanca, corbata. Su rostro, normalmente tranquilo, está marcado por un moretón en la mejilla y un labio partido, con un tono rojizo aún visible—Lamento lo que pasó ayer —dijo, su voz grave y cargada de sinceridad, mientras sus ojos se mantenían fijos en los míos.

cómo jugar con un corazónWhere stories live. Discover now