Capítulo 46 - Despertar

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Gus


Acaricio el cabello dorado de Thy extendido sobre mis muslos, mientras contemplo sus carnosos labios, esas pestañas kilométricas y su reluciente piel pálida con el rubor natural de sus mejillas.

—Escucha esto —dice, entusiasmada—. Una fuente cercana a la condesa de Rosenborg, reveló que, Thyra y el chico misterioso, se conocieron en la universidad de St. Andrews en Escocia, donde ambos estudian el último año de Relaciones Internacionales. ¿Esto no les recuerda a otra pareja de tórtolos que estudió en la misma universidad? Si los flamantes príncipes de Gales: Katherine y William, se vinieron a sus mentes, dieron en el clavo. ¿La condesa y su plebeyo seguirán sus pasos? —termina de leer emocionada, y baja el celular a su pecho.

—Y así, pasé de ser misterioso, a ser un plebeyo sin gracia.

—Falso, además, para mí siempre serás interesante y seductor.

—Y esa es la única opinión que me importa —aseguro con una sonrisa.

Afirma, regresándome el gesto.

Tenemos más de una hora de haber regresado de las caballerizas, y decidimos refugiarnos en mi habitación. Desde nuestro arribo de Londres, hace casi una semana, somos el foco de atención de la ciudad entera, y no es para menos.

Mi mamá y mi papá, al igual que el restante de mi familia, siguen impresionados con la noticia de nuestro noviazgo. A nadie le llegué a comentar lo mucho que la rubia me comenzó a gustar, y como en casa, no están atentos a los chismes de la farándula, nunca llegaron a ver mis fotos con ella o conocer el sabotaje por el que ha estado atravesando. También deseo aprovechar este momento de calma para revelarle su pintura; le di los últimos retoques ayer y he mantenido en secreto su finalización.

—¿De qué te ríes? —indaga, juguetona.

—Tu felicidad es contagiosa.

—Hace mucho que no estaba así de feliz con lo que se dice de mí en la prensa. Sé que es estúpido...

Silencio sus palabras con un beso.

—Thy, nada que te haga sonreír de esta manera, puede ser estúpido. ¿Está claro?

—Sí, ¿mi plebeyo? —tantea con timidez.

—Tuyo, solo tuyo, y tendrás que empezar a decirlo con propiedad, porque no tengo planeado irme a ningún lado.

Sonríe, sonrojándose.

—Aquí hay otro artículo —manifiesta, levantándose de mi regazo y se sienta en la cama—. Primicia de la pareja real del momento. Tenemos el nombre del chico que le ha robado el corazón a la hija menor del conde Carl de Rosenborg. Se llama August Sutherland, es británico y tiene veintidós años.

—¿De dónde sacan esa información?

—Algunos datos los suelen proporcionar los equipos de relaciones públicas, otros, los consiguen por su cuenta.

—¿No siempre hablarán así de bien?

—Casi nunca, por eso debemos aprovechar esta racha.

Asintiendo, alzo el cuerpo de la cama y camino hacia la derecha, en dirección al caballete, donde está su cuadro oculto bajo una solapa de tela.

—Hablando de buenas rachas —comunico, ganándome su atención.

—¿Sí?

—Tengo algo para ti.

—¡August! —grita, poniéndose de pie.

Riéndome, doy media vuelta. Agarro el atril por detrás, y giro con él entre las manos, quedando frente a Thy. Ansiosa y sonriente, se acerca.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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