Bajo del taxi, observo la ciudad desde lo que es ahora un restaurante con esta gran vista. Durante años Alex me trajo para verlo pintar. Él decía que yo era su inspiración, pero él fue la mía desde que lo conocí, al ser novios me convenció de estudiar una licenciatura, me convertí en maestra de escuela después de que terminó su estudio en las artes.
A un mes de haber terminado su carrera se decidió en establecer en la ciudad su galería de arte, fue un reto para ambos, su sueño se convirtió en el mío, nos tardamos con ayuda de su hermana dos meses para tenerlo listo. La galería fue un éxito, aquel día en que se inauguró la galería se inundó de conocidos, familiares, amigos de la universidad, compañeros de trabajo y de su felicidad. Fue entonces cuando...
-Un día creí que mi sueño no se cumpliría, pero llegaste tú, te convertiste en mi inspiración, amarte cada día se volvió mi musa, ser el mejor en lo que hago se volvió mi objetivo para darte la vida que mereces, y por eso. Delante de nuestros conocidos, familiares y amigos, delante de este sueño, Nadia, quiero que seas mi esposa. – Dice arrodillándose y sacando la sortija de su bolsillo. Las lágrimas de felicidad caen por mis mejillas, lo beso susurrando un acepto intimo que se despejó con el aplauso de los presentes.
-¿Nadia? ¿Qué haces por estos lados? – Pregunta la hermana de Alex, ahora la directora de la escuela de arte. Cuando mi Alex nos dejó, ella y yo decidimos compartir su arte con el resto del mundo, así que convertimos la galería en escuela, que Alex inspire a más jóvenes a pintar.
-Extrañaba venir, quería ver cómo va la escuela. – Una toz profunda y carrasposa me toma por sorpresa, me limpio con un pañuelo de inmediato y lo guardo sin prestarle importancia, doy un recorrido por la escuela hasta llegar al estudio de Alex.
Su cabello entre dedos lo hace tomarme con fuerza, nuestros labios se entregan a los miedos que nos consumen mientras me dejó llevar por su cuerpo, sus ojos me ven con vergüenza. -Alex, también quiero esto. – Susurro alejándome un poco, me despojo de mi blusa y dejo caer mi brasier, él me ve perplejo. -¿Te ayudo? – Pregunto. Él asiente y me acerco para quitar su camisa, levanto mis pies para besarlo de nuevo a la vez que desabrocho su pantalón. Alex, ¡Oh, Alex! ¡Magnifico Alex!, nuestra primera vez.
Mi risa llena de picardía recordando el momento inunda el silencio del estudio.
Nos casamos tres meses después, su padre nos dio regaló una pequeña casa para que la fuéramos arreglando. Mientras yo empezaba a dar clases en una escuela local, Alex se dedicaba en las mañanas a hacer reparaciones.
Mis lentos pasos van por la acera, respiro hondo para observar lo que fue nuestra casa.
-¿Calificas exámenes? – Pregunta rodeándome con sus brazos.
-Sí, una profesora se ha enfermado así que tengo dos grupos, son más cosas por calificar. – Respondo cansada.
-Esperemos no llueva esta noche, mañana debo terminar el piso para empezar con las piezas del segundo. – Menciona emocionado dejando un beso en mi frente. La noche continúa, termino de calificar y veo la hora. 2:45 a.m. Me preparo para dormir cuando un fuerte golpe me toma de sorpresa, Alex se despierta de inmediato. Lo veo asustada cuando nos percatamos de que ahora se oyen pasos en lo que será el segundo piso.
-Llama a la policía. – Susurra, toma un bate del armario y sale al corredor mientras tomo el teléfono, le doy vuelta a cada número hasta que empieza a sonar. -¡Aló! Hay un intruso en mi casa. – Doy mi dirección, la telefonista dice que llegarán cuando un grito de Alex me descoloca, luego un golpe fuerte y otro que azota la puerta.
Camino cautelosa saliendo de la habitación, llamo Alex, y mientras me acerco a las escaleras escucho un quejido -¡Alex!, ¿Alex?, ¡Dios! – Corro hacía mi esposo cubierto de sangre. -La policía ya viene, por favor resiste. – Trato de levantarme, pero me toma con fuerza.
-Nadia... espera. No creo resistir. – Dice con dificultad, rompo en llanto. -Nadia, te amo.
-Alex...
-Si no lo logro, esperare a que me encuentres, no me arrepiento de nada contigo, fuiste mi musa, mi mundo... - Se tiene para quejarse y toser un poco. Su sudor y sangre cubren mis brazos, mi ropa, mi cuerpo mientras me aferro a él.
-Nadia yo...
-¿Alex?, ¡Alex!, ¡ALEX!
Ahora mi casa dejo de ser nuestra. Después de su muerte yo... dejé de dar clase por un tiempo, su hermana y su esposo terminaron la casa, pero ahora era enorme, Alex ya no estaba, una casa para mi sola. Su arte sin terminar se convirtió en el mío. Terminé sus pinturas y llevé una al café Ofiuco. Con el tiempo su arte sanó mi dolor.
Me siento cansada sin mis medicinas, el sendero que me lleva a su tumba. Han pasado cincuenta y dos años desde que me dejaste.
Alex, hoy dejé mis medicinas, tomo asiento a un lado de su tumba, hoy ya me siento cansada, toso de nuevo y limpio la sangre de mis labios con un pañuelo, ya no quiero luchar más con esta enfermedad, me recuesto sobre el prado observando el cielo. Desde que te fuiste ya no siento el fuego en mi vida, ahora solo quiero dejarme fluir como un rio. Cierro los ojos dando un gran respiro.
-Me encontraste...