Celos y engaño (Parte 1)

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Chan se estaba acostumbrando bastante rápido a todo, más rápido de lo que Jeonghan había esperado. Recibió una segunda tunda tres días después de la primera y fue mucho mejor, su llanto, gritos y miedo en general disminuyeron enormemente. En menos de dos semanas los síntomas habían desaparecido casi por completo y era capaz de tomar una tunda como cualquier otro Spang.

Jeonghan se sentía feliz por él, en serio. Pero por más que lo intentara no podía ignorar el fuerte sentimiento de celos que crecía dentro suyo. Sabía que Seungcheol no lo iba a dejar de lado, pero eso no hacía que fuera más fácil ver al mayor llamar a Chan cuando quería darle una tunda en lugar de dársela a él.

Al crecer no había más niños de su edad entre los sirvientes del dueño de sus padres, y nunca tuvo ningún hermano, así que no estaba acostumbrado a compartir. Seungcheol siempre lo había llamado cuando quería azotar a alguien, y por más que le hubiera dicho que estaba bien que jugara con Chan, dentro suyo había una parte que esperaba que siempre lo eligiera a él. Sabía que sucedería y que tenía que aceptarlo, además le había cogido bastante cariño a Chan, pero simplemente no podía evitar sentirse celoso y un tanto resentido hacía el menor.

Cuando este llegaba emocionado a contarle lo que Seungcheol le había hecho Jeonghan solo se tragaba las palabras y le mostraba una sonrisa falsa. Nunca le respondía porque sabía que se terminaría arrepintiendo de cualquier cosa que saliera de su boca, ya que sus pensamientos se limitaban a querer callar al menor. Como era de esperar llegó un punto en el que no pudo contenerse más y descargó todos los celos y la frustración que tenía guardada en una sola frase, una frase que metería a Chan en problemas y le enseñaría que las tundas que estaba empezando a amar podían ser realmente horribles.

— ¿Ya entraste a la oficina de Seungcheol? — Preguntó con una sonrisa traviesa.

— No, todavía no ¿Hay algo interesante ahí? — Chan respondió con inocencia.

— Cientos de cosas, es mi lugar favorito. — Mintió descaradamente.

Si hiciera una lista de los lugares de la mansión a los que no debería entrar, la oficina de Seungcheol estaría definitivamente en primer lugar, resaltada y con signos de exclamación. Había habitaciones en las que se podía entrar libremente, y otras marcadas con un símbolo a las que solo se podía entrar si no se tenía el permiso del dueño, la mayoría de los dormitorios tenían ese símbolo, y por supuesto la oficina de Seungcheol lo tenía. Solo había dos personas que tenían permiso de entrar ahí, Wonwoo que era el secretario de Seungcheol y Jihoon, el encargado de los sirvientes, quien había servido al mayor desde que ambos eran niños, que era el responsable de limpiar la oficina.

La prohibición era clara y Seungcheol era estricto al respecto. Si alguien que estuviera trabajando bajo un contrato entraba a la oficina sería despedido de inmediato. Y si un sirviente que le perteneciera a Seungcheol como lo eran Jeonghan y Chan (Jihoon también) entraba recibiría un fuerte castigo. Jeonghan todavía tenía escalofríos al pensar en el castigo que recibió al entrar ahí por accidente una vez que se perdió tratando de llegar a la cocina.

Era cruel hacer que Chan pasara por eso cuando él mismo sabía lo horrible que serían las consecuencias, pero el menor sabía bastante bien qué significaba el símbolo, así que si era lo suficientemente inteligente no caería en la trampa de Jeonghan y no se metería en problemas.La cosa era que Chan seguía siendo un niño que no pensaba dos veces las cosas antes de hacerlas. Cuando la mirada de este se llenó de curiosidad y emoción Jeonghan sabía que había logrado su objetivo.

Pasaron un par de días y Jeonghan estaba feliz de ver como cada vez Chan parecía más convencido con la idea de entrar a la habitación. Le resultaba tan entretenido que se olvidó de sus celos e ignoró el sentimiento de culpa que comenzaba a crecer dentro de él. El día finalmente llegó. Jeonghan estaba hablando con Joshua, el jardinero, cuando Jihoon fue a buscarlo.

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