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Cuatro semanas después.

Ya me he estado acostumbrando a la presencia de este niño, pero de alguna extraña manera no puedo verlo de la misma forma. Mis ojos no logran ver lo que mi corazón siente. Mi corazón básicamente ya no existe, pero algo muy inusual está pasando ahí dentro. El niño y yo vemos películas todas las noches; digamos que es algo habitual, pero siempre se queda dormido sobre mi hombro. Ese es el momento en el que puedo apreciar más su rostro, sus definiciones y mucho más. El otro día lo vi sin maquillaje y, ¡wow!, sí que me impresionó. Se ve mucho mejor sin maquillaje.

— Pero qué mierda, todos los malditos días en mi cabeza, todos — susurré en el sofá mientras miraba una de las ventanas.

Hoy Bill no se siente muy bien y ha estado en su habitación. Le he dicho que me deje pasar, pero no quiere; prefiere esperar a su madre para que le dé los medicamentos.

Me levanté del sillón al escuchar un fuerte ruido que venía de la habitación de Bill.

— Bill, ¿todo bien? — dije ya en la puerta. Nadie contestó, así que abrí la puerta.

— ¿Bill? — Él estaba en un rincón con los ojos rojos y empapados. — ¿Qué pasa, Bill? — pregunté una vez dentro de la habitación, dirigiéndome hacia él y poniéndome de cuclillas.

— Na... nada — trató de decir casi susurrando.

— No, por algo debes estar así — dije, tomándolo de las manos. — Mírame — le pedí, y una vez que lo hizo, sequé sus lágrimas y froté sus mejillas. — Dime la verdad, pequeño — por alguna extraña razón, verlo así hizo que me ablandara.

— Yo, es... que... — trató de decir nuevamente, pero con la voz ronca y entrecortada. — En la escuela me molestan, me llaman de todas las maneras posibles menos Bill. Soy como un maldito fenómeno para ellos. Simplemente, ¿qué mierda les molesta si me maquillo o si me visto de esta manera? No todos somos iguales — dijo entre lágrimas.

— Tú no eres como los otros y eso está bien. Eso no te tiene que molestar y, además, ahora estoy yo para protegerte. Aunque estemos en salones diferentes, prometo encontrar alguna manera para poder estar ahí para ti — dije mientras lo miraba a los ojos.

— Ven — dije, extendiendo mis brazos. Él se abalanzó hacia mí para darme un fuerte abrazo. Podía sentir su respiración todavía elevada, así que lo abracé aún más. — Tranquilo, llora si quieres — le dije mientras seguía abrazándolo. Y ahí fue cuando logré escuchar unos sollozos y mi camiseta se llenó de sus lágrimas. Digamos que eso le haría bien.

Pasaron unos minutos y podía sentirlo más tranquilo.

— ¿Mejor? — pregunté, mirándolo. — ¿Ya puedo soltarte? — añadí. Y él terminó el abrazo.

— Gracias y perdón por lo que tuviste que pasar — dijo él, ya más tranquilo.

— Chicos — dijo Simone desde abajo.

— Límpiate y vamos — le dije, mirándolo. Tardó unos segundos desmaquillándose y bajamos para ver qué quería Simone.

— Chicos, les quería decir que durante esta semana no estaré aquí, pues iré a un viaje de trabajo. Pero si quieren, Jörg puede cuidarlos — dijo Simone, que estaba sentada en una de las sillas.

— ¡No! Digo, tranquila madre, Tom y yo podemos cuidarnos juntos — dijo Bill, y pude notar un cambio en su voz y también en su ánimo.

— Bueno. Esta noche me voy, les dejé todo preparado — se levantó de la mesa. — Iré a preparar mis cosas — se dirigió a las escaleras para ir a su habitación.

°•Angels•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora