6: Hortensias

32 7 0
                                    

Siempre fui un romanticón de primera clase. Quizás se debía a mi forma de ser, por el sinfín de comedias románticas que leí, o tal vez por tener al chico ideal como mi mejor amigo.

—Odio San Valentín.

Bueno, quizás no era perfecto. ¡Pero Minho seguía siendo maravilloso ante mis ojos! Era el chico ideal para mí.

—¿Por qué no te gusta? A mí me parece una fecha linda.

—Ya sabes por qué, Sung —señaló las tres cajas de chocolate en su brazo izquierdo. Cierto, a Minho no le gustaba la atención de más. —¡Ni siquiera me gusta el chocolate!

Debo admitir que en su momento sentí ciertos celos. Supongo que por eso me divirtió tanto escuchar todas sus quejas en el receso. Pero de alguna manera podía empatizar con todas ellas, a fin de cuentas, también me gustaba Minho. Lo único que me diferenciaba de esas muchachas era que, a diferencia de mí, ellas sí tuvieron el valor para expresar sus sentimientos.

—Es lo que tiene ser popular en la escuela.

—Yo no quiero ser popular. Me caen todos mal, son unas ratas inmundas —. Minho era un antipático, pero siempre me sacaba una sonrisa con sus ocurrencias. —¿Y tú por qué estás feliz de que sea San Valentín? ¿Tienes una cita?

Negué de inmediato, ¿quién me habría pedido una cita? Yo no era como él, no recibía chocolates en estas fechas, no encontraba cartas anónimas en mi casillero y no era el prototipo de chico genial. Así que no, ese día estaba más solo que la una. Y siendo sincero, deseé que Minho me pidiera por arte de magia una cita, sería la única que habría aceptado, pero eso no pasó.

—Ya me gustaría a mí. ¡Encima hoy habrá lluvia de meteoritos! Supongo que me tocará verlo desde el balcón.

No era el plan ideal para el día de los enamorados, pero algo era mejor que nada.

—Veámoslo juntos, en el mirador de la montaña.

Su repentina invitación me tomó por sorpresa, Minho poseía una espontaneidad a la que todavía no me acostumbraba. Aunque siendo honesto, no lo cambiaría por nada del mundo. Era una propuesta inesperada, y aunque quise preguntar si se trataba de una cita, no lo hice. Era una oportunidad, quizás no la mejor, pero prefería quedarme con la ilusión que darme de bruces con la realidad.

—Claro, eso sería genial —sonreí genuinamente. Tal vez todavía estaba a tiempo de mover ficha.

Siempre tuve oportunidades, pero nunca supe aprovecharlas.

Prepararse para la cita-no cita fue toda una odisea. Hasta ese momento creí que esas escenas en las películas donde las chicas tenían ropa tirada por toda la habitación eran una mera exageración. Ese día, sin embargo, comprobé que esa escena era la más realista de toda la industria cinematográfica. Limpiar el cuarto al volver sería demasiado tedioso.

Ni siquiera iba con retraso, pero salí de mi casa con la aceleración de una estrella fugaz. Aún debía pasar a comprar flores para él, aunque fuera bajo el pretexto de la amistad, también quería regalarle algo. ¿Y qué mejor que una declaración silenciosa de amor en el día de los enamorados?

En un principio me sentí tentado a comprar un ramo de rosas rojas; no había mejor representación para el amor que el de esas flores. Pero como siempre, no me atreví a ir tan lejos. Por lo menos no era la primera vez que le regalaba un ramo, así que no lo vería tan extraño. Al final me conformé con un pequeño ramo de hortensias rosas; no eran las flores más bonitas, pero demostraban mis emociones de forma discreta.

A veces, deseaba que Minho entendiera el significado de las flores que le regalaba. Habría sido más fácil explicar mis sentimientos a través de ellas, pero él no entendía las indirectas escondidas en todas esas flores.

—¿Jisung? Has llegado pronto —apoyado en el marco de la puerta, Minho me dejó sin aliento.

—Te ves…diferente.

Estaba acostumbrado a verlo con ropa desgastada, en especial le gustaba usar las camisetas viejas de su padre. Por eso, ver a Minho arreglado, era un golpe bajo contra mi pobre corazón.

—¿Eso es malo? —negué tan rápido como pude. Haciendo mi mayor esfuerzo por contener el sonrojo que, como de costumbre, intentaba dejarme en evidencia cuando sufría un “Minho panic”. Y cuando sonrió de lado, tan hermoso como los mismísimos dioses, pude jurar ver cómo mi alma salía de mi cuerpo. —Tú también te ves bien.

—Gracias… —tuve que agachar la cabeza, no estaba preparado para manejar tales niveles de vergüenza.

La puerta de su casa estaba abierta de par en par, así que no fue difícil notar el gran ramo de rosas rojas en el mueble de la entrada. Solía pasar las tardes en su casa, o él en la mía, y eso no estaba ahí antes. Alguien debió regalárselas antes de que llegara.

—¿Qué llevas ahí?—señaló mis brazos, que escondían detrás de mí el obsequio que compré para él.

A comparación con esas rosas, mis hortensias se sentían insuficientes.

—Eeh…bueno… Quería tener un detalle contigo, pero no es nada… —no pude evitar mirar de reojo ese precioso ramo de flores, cosa que no pareció pasar desapercibida por Minho, que también miró las rosas. —Ten, son para ti.

Esa vez no le pilló por sorpresa, cosa que me tranquilizó un poco. Por lo menos no parecía creer que era un rarito. Había aprendido a ignorar la opinión de los que ni siquiera formaban parte de mi vida. Pero Minho…él era diferente, su opinión tenía más peso que cualquier otra.

Tomó el pequeño ramo con cuidado, y mientras analizaba los pétalos rosados, no pude evitar tratar de justificarme.

—No es la gran cosa, pero… —mordí mi labio inferior, y de los nervios, se me fue la lengua. —Es decir… Ya sabes que me gustan mucho las flores… No es nada raro.

—Tranquilo, es maravilloso —sonrió de esa manera que solo él sabía hacer. —Una de tus flores es mucho más valiosa que mil rosas de cualquier otra persona.

Mi corazón se aceleró a niveles inimaginables. Tuve que unir mis manos con tal de parar el temblor en ellas, incrédulo de lo que acababa de escuchar.

En ese instante odié y amé por partes iguales al chico que se robaba cada uno de mis suspiros. Él era así, soltaba la frase más bonita que nadie podría haberme dicho jamás, y después de ilusionarme, volvía a confundirme recalcando nuestra amistad.

Es difícil nadar en un mar de contradicciones sin hundirte. ¿Cómo sabes hacia qué dirección nadar?

Al final, tomé el barco más sencillo; el de la cobardía.

—¿Seremos amigos siempre? ¿Pase lo que pase?

Tardó un par de segundos en responder, pero al final lo hizo.

—Siempre, lo prometo.

Esa fue, quizás, nuestra mayor mentira; prometer algo que ninguno de los dos podría cumplir.

Por lo menos, esa noche hice una de las mejores fotos que conservo a día de hoy con Minho.


¡Hola! Recuerden dejar su estrellita si les gustó el capítulo. 🫶🏻

Ya tocaba una pausita de tanto drama. 😔

El Lenguaje De Las Flores | Minsung ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora