Odiaba la idea de quedarme con alguien, pero también me agobiaba la idea de compartir más de lo necesario. La gente necesita conocerse a fondo para crear un vínculo, algo que a mí no me gustaba. Me daba miedo que me conocieran de verdad. No es que mi pasado fuera tan escandaloso, pero la gente siempre me usaba en contra.
Por eso, prefería las fiestas y los juegos con los chicos. Solo quería diversión, nada serio. Apostar con Jan, coquetear con cualquiera... Era emocionante, siempre y cuando no hubiera sentimientos involucrados. Había aprendido a controlarlos, a vivir el momento, a disfrutar de las noches de copas y baile que terminaban entre las sábanas.
Alguien me había roto el corazón en mil pedazos, tanto que ya no confiaba en nadie. Habíamos tenido algo tan increíble, al menos para mí. Era como un sueño hecho realidad: noches de fiesta, bailando bajo las luces de neón, bebiendo hasta que el mundo se volvía un borrón y riendo hasta que nos dolía la barriga. La química entre nosotros era explosiva, y todos nos envidiaban. Él decía que yo era su brújula, la que le daba sentido a su vida.
Durante un tiempo, fui su cómplice en todas sus locuras, su hombro para llorar y su mayor admiradora. Le ayudé a enfrentar sus miedos y a alcanzar sus sueños. Pero, como en toda historia de amor, llegó el momento en que la magia se desvaneció y me quedé con las astillas de mi corazón roto.
De la noche a la mañana, todo cambió. Fue como si alguien hubiera apagado un interruptor. Las pequeñas señales que antes había ignorado se volvieron evidentes: la forma en que me miraba, el tono de su voz, la ausencia de sus abrazos. Pasó de ser ese chico cariñoso y atento a un completo desconocido. Nuestras conversaciones se volvieron escasas y forzadas, y las noches que antes eran llenas de pasión se convirtieron en un gélido silencio. Sus mensajes, antes tan frecuentes, se espaciaban cada vez más hasta desaparecer por completo. Era como si se hubiera evaporado en el aire, dejando tras de sí un vacío insoportable.
Al principio, fueron pequeñas mentiras, casi insignificantes. Decía que llegaría a casa a las diez, pero aparecía a la una de la mañana. Inventaba excusas sobre dónde había estado. Luego, las mentiras se volvieron más elaboradas. Sus historias cambiaban dependiendo de a quién se las contara. Era como si tuviera varias vidas, todas ellas falsas. Y cuando lo confrontaba, se enfadaba, me acusaba de ser celosa. Llevaba su celular a todos lados, incluso al baño, y se molestaba si siquiera lo miraba. Era como si escondiera un secreto oscuro, algo que no quería que yo descubriera.
Llevaba semanas sin poder ni tocarlo, como si me quemara. Cada vez que llegaba de trabajar, o de cualquier sitio, mi corazón latía como un tambor de guerra. Como buena mujer desconfiada y celosa que era, decidí hacer algo que jamás había hecho antes. Revisé su celular, duplicando su cuenta en mi laptop sin que se diera cuenta para así tener acceso a cada mensaje. Luego, me acerqué a su ropa, buscando cualquier rastro que confirmara mis sospechas
Sabía que no debía hacerlo, pero la curiosidad me mataba. ¿Qué estaba ocultándome? ¿Había otra? Con las manos temblorosas, desbloqueé su teléfono. Cada mensaje que leía era una puñalada en el corazón. Y entonces lo vi: un mensaje que me heló la sangre. Era una conversación con alguien que me era completamente desconocida. Sentí como si el mundo se desplomara a mi alrededor
- Claro que nos veremos, solo ten paciencia sabes que es difícil- le escribía "P" y era todo el nombre con el que la había registrado
-Es que me mata no poder pasar más tiempo contigo- le contestaba entre emoticones - ¿no pudieras escaparte un fin de semana?
-En dos semanas nos vamos- le mandaba un beso y una fotografía.
Después de esa conversación, me llegó un mensaje que me dejó helada: 'En dos semanas me voy a una reunión con los inversores'. Las lágrimas me brotaron sin poder parar. ¡No podía creerlo! Después de todo lo que me había hecho pasar, ¿cómo podía ser tan insensible? Durante meses me había estado criticando por todo: mi cuerpo, mi ropa, hasta me dijo que me operara. ¡Y ahora se iba a perder dos semanas enteras a Dios sabe donde con alguien que no era yo!
De repente, me sacaron de mi mundo de ensueños y me pusieron los pies en la tierra. Ahí estaba él, mirándome con esos ojos cafés tan oscuros que parecía que me leían el alma. Al principio, parecía todo muy normal, como si cualquier otro jefe me estuviera hablando. Pero por dentro, ¡sentía un terremoto! Mi corazón latía a mil y mi estómago se revolvía. Algo había cambiado. Algo muy grande.
- Celeste- mi jefe me miraba con su sonrisa mientras ponía su mano sobre el hombro de aquel hombre- te presento a Sora nos ha venido a ayudar de la oficina de Dallas para el proyecto
- Un placer- extendió su mano hacia mi y yo sin dudarlo la estreche firmemente, tratando de conservar una calma que claramente no sentía- creo que estaremos trabajando muy de cerca
- Será maravilloso trabajar con usted- marque la palabra "usted" para poner el límite que creí profesional y sobretodo el que garantizaría mi integridad entendiendo su "muy de cerca" como una amenaza- presiento que será muy productiva nuestra cooperacion
- Celeste te pido que en lo que resta de la semana tengamos una sesión diaria para explicarle como ha avanzado el proyecto- mi jefe adoraba las reuniones y yo me reprimí para no rodar los ojos
- Con gusto me encargo de gestionarlo- me levante y me acomode la computadora en un brazo y la botella de agua en otro con la intención de evitar cualquier otro contacto- los dejó tengo una sesión en 5 minutos.
Nos despedimos con una sonrisa, pero sentí que algo más se escondía detrás. Al levantarme, su mirada me recorrió entera, lenta y profunda. No era lujuria, ni simple curiosidad. Era como si me estuviera escaneando, buscando algo. Nunca nadie me había analizado así, como si fuera un libro abierto. Se movía con la calma de un cazador, observando cada detalle. Era como si supiera algo que yo no. Tenía esa vibra de lobo solitario, observando todo y a todos con calma, pero al mismo tiempo, era como si me conociera de toda la vida. Era inquietante, pero al mismo tiempo, me atraía como un imán.
Me alejé despacio, sintiendo su mirada en mi espalda. A su lado todo era tan intenso, como si estuviéramos conectados por un hilo invisible. Tenía que cortar ese hilo antes de que me ahogará. Por ahora, había escapado de su hechizo, pero sabía que él me encontraría.
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Unfinished stories of our love
RomanceÉl, un hombre casado y exitoso, con un mundo perfecto a sus pies. Ella, una joven rebelde y soñadora, buscando escapar de su realidad. Un encuentro casual enciende una chispa que se convierte en una pasión ardiente, un amor prohibido que desafía tod...