Capítulo 11. "Una cerveza."

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Kian.

Apoyé las manos sobre la mesa y cuando traté de ponerme de pie, mi cuerpo cayó en seco sobre la silla haciéndola chillar. Todo me da vueltas y veo todo borroso. No sé cuántas malditas cervezas he bebido, pero deben ser suficientes para que me encuentre en este estado etílico. Además, cabe destacar que la combinación de alcohol y nicotina no es lo mejor. Créanme.

Después de que Trevor se fue, quise ahogar mis penas con el maldito alcohol, tratando de olvidar todo. Comencé a beber pensando que todo se solucionaría así. Pero todo se fue al carajo. Mientras más bebía, más recordaba.

Al fin logré ponerme de pie. El duendecillo que está dentro de mi cabeza celebra, dando saltitos de emoción. Maricón. Trato de caminar, pero mis pies se enredan y caigo directo al suelo. Mi cuerpo choca con fuerza sobre el concreto y no encuentro nada mejor que hacer que comenzar a reír como loco.

¿Aún estoy en la taberna de Justin? Ay, creo que sí. No estoy seguro.

Apoyo las manos en el suelo sucio y frío y como puedo, me pongo de pie.

―¿Te encuentras bien? ―me pregunta alguien. Frunzo el ceño y trato de buscar a la dueña de aquella voz buscando hacia todos lados. ¿Pero qué demonios? Todo me da vueltas, maldición.

Oops. Creo que estoy un poco ebrio. Já.

―¿Q-quién eres? ―balbuceo. Me vienen ganas de vomitar y mi cuerpo sufre pequeñas convulsiones por las arcadas.

―Vamos afuera―la voz demanda.

Unos delgados brazos rodean mi cintura. Agacho la mirada y me encuentro con una mata de cabello rojo. ¿O es violeta? Ay mierda, creo que me estoy volviendo daltónico.

Esquivamos algunos cuerpos y cuando la puerta de entrada se abre, el viento azota mi rostro, aumentando las ganas de vomitar. La chica camina un poco más y apoya mi cuerpo en una fría pared de concreto. Las desnivelaciones de la pared se entierran en mis brazos. Miro fijamente a la chica. Ella es más baja que yo, tiene los ojos grandes y redondos. Achino los ojos, concentrándome en su cabello. Santo infierno, quiero saber de qué color es.

―¿Te encuentras bien? ―ahora que todo está en silencio puedo escuchar con mayor claridad su voz. Es suave, pero fuerte.

―¿Quién eres? ―trato de enderezarme, pero ella agita su cabeza, haciendo que varios mechones caigan sobre su rostro. La chica apoya su mano en mi hombro para detenerme. Agarro su mano y la tiro hacia mí. ―No te conozco―aparto el cabello de su rostro, dando pequeños golpes en sus mejillas. Ella se queja cuando mi mano impacta en su mandíbula y en su cabeza.

―Oye, detente―se queja, ―me haces daño.

―Quiero saber quién eres―gruño. ―Tú no tendrías por qué estar aquí. Tengo novia, ¿sabes? ―le digo. Ella abre la boca para contestar, pero no la dejo. ―Aunque me trate como un grano en el culo. Como sea, ¿de qué color es tu cabello? Creo que es violeta... ¿o es rojo? Tu cabello parece un arcoíris, chica. ¿No has pensado trabajar en un circo? ―suelto una carcajada y ella farfulla "imbécil" entre dientes.

―Solo quiero ayudarte―espetó la muchacha de cabello multicolor. ―Te vi tirado en el suelo, y si no te hubiera levantado, hubieras sido pisoteado por todos.

―Oh―suelto una risa, ―hemos encontrado a una buena samaritana por aquí. Te has ganado un pedazo de cielo.

La chica rueda los ojos. ―Eres un idiota.

―Sí, eso ya me lo han dicho antes―le guiño un ojo y las arcadas comienzan otra vez, acompañadas de los jodidos hipos.

Ella se queda en silencio, viendo como mi cuerpo convulsiona. Trata de alejarse, pero no la dejo. Su cuerpo en cierta forma me da estabilidad.

again; kian lawley (libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora