✓ 𝐒𝐎 𝐇𝐈𝐆𝐇 𝐒𝐂𝐇𝐎𝐎𝐋 ━━ Yᴏᴜɴɢ Mɪᴋᴏ

۰ . ⋆ ࣪. 18 | 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐂𝐈𝐎𝐂𝐇𝐎

"Me ha ido bien, estoy
haciendo nuevas cosas.
Estuve diciendo "si" en lugar
de "no"

Pensé que te vi en la parada
del autobús, pero no eras tú.

Ya no caigo al suelo como
todas las noches.
Estoy conociendo personas
nuevas.
Sabes que las mejor películas de todos
los tiempos son las que nunca se hicieron"

—The 1, Taylor Swift

❄︎ * . ? ° 🧋 • ° ♫︎ . ꨄ︎
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🗓️: 19, Mar
2021

📍: Puerto Rico

EL AIRE EN EL GIMNASIO OLÍA A SUDOR, ESFUERZO Y un poco de polvo antiguo. Las luces estaban listas, los reflectores apuntaban hacia el centro de la pista, y el pequeño equipo de producción corría de un lado a otro, ajustando detalles y verificando que todo estuviera perfecto. Yo respiraba profundamente mientras revisaba mi reflejo en un espejo de pared. Llevaba un top deportivo blanco y pantalones deportivos que se ceñían a mi cintura, cómodos y perfectos para el video que estábamos grabando. Era mi momento, mi proyecto más ambicioso hasta ahora, y aunque la emoción me latía en las venas, un pensamiento ajeno siempre encontraba la forma de colarse.

El sonido de risas y conversaciones al fondo me mantenía conectada a la realidad, pero entre toma y toma, cuando la música pausaba, mi mente volvía a los recuerdos que me había obligado a guardar en un rincón silencioso de mi alma. Deseaba que ella estuviera aquí. La última llamada con Abril había sido hace cuatro años. Cuatro años desde que nuestras voces compartieron risas, secretos y palabras de aliento. Cuatro años desde que se despidió con un “Te hablo mañana, Tori”, y mañana nunca llegó.

Por un año entero hablamos todos los días. Sus mensajes eran lo primero que veía al despertar y lo último antes de dormir. Podía imaginar su sonrisa al otro lado del teléfono, y cuando escuchaba su risa, era como si nada hubiera cambiado, como si la distancia fuera solo un detalle menor. Pero un día dejó de contestar. Dejé de recibir llamadas y, al principio, pensé que era una pelea tonta, que pronto volveríamos a lo de siempre. Luego pasaron semanas, y el miedo se enroscó en mi pecho. Ella empezó a trabajar pero claro, no era sencillo salirse de la casa de tus padres así como así. Supuse que sus padres habían encontrado el teléfono y que la habían forzado a cortar todo contacto. Pero los meses se convirtieron en años y la incertidumbre se volvió rutina.

─── ¡Vicky! ─── llamó Mauro desde el otro lado del gimnasio, sacándome de mis pensamientos ───. Necesitamos que te posiciones para la próxima toma.

─── ¡Ya voy! ─── respondí, sacudiéndome las sombras del pasado. Sonreí, porque era lo que sabía hacer, porque la vida continuaba y yo había aprendido a seguir con ella.

El ritmo de la canción volvía a llenar el espacio cuando me moví al centro, enfocada en lo que más amaba hacer. El rap y el flow que tanto trabajo me había costado dominar eran mi escape, mi manera de tomar las piezas rotas y transformarlas en algo más. Con cada compás, sentía la libertad correr por mis venas, y por un momento, me permití olvidar.

Cuando la música paró para un ajuste de cámara, me acerqué a mi mochila en busca de agua y aproveché para revisar mi teléfono. Era una costumbre que nunca dejé de tener, una manía que había adquirido en aquellos días de espera por un mensaje que nunca llegó. Había notificaciones de todo tipo, pero ninguna era la que alguna vez esperaba con ansias. Pero ya no me desilusionaba tanto como antes, deje el teléfono con un suspiro y destapé la botella de agua.

El mundo había cambiado mucho desde la última vez que su voz había llenado mi oído. La pandemia lo había vuelto todo un poco más incierto, y los días en los que el encierro se hacía insostenible, pensaba en ella. En si estaría bien, en si había regresado a Puerto Rico sin que yo lo supiera. Teníamos 23 años ahora, y aunque me costaba imaginarlo, sabía que ya no viviría con sus padres. Tal vez había seguido adelante, encontrado un nuevo camino, algo o alguien más. Y yo, al final, también lo había hecho.

Mauro me hizo una señal y volví a la pista. La cámara se enfocó en mí.

Mis ojos se encontraron con la lente y vi a una versión de mí misma que había aprendido a sobrellevar la ausencia, que había hecho las paces con los “qué pasaría si” y los “ojalá”. No importaba cuántas veces revisara el teléfono ni cuántas veces recordara la última risa compartida. Había aprendido que a veces, dejar ir era la única manera de seguir avanzando. Y aunque no podía evitar extrañarla, la realidad era que yo también había cambiado.

Cuando la música paró y la escena se dio por buena, respiré hondo y dejé que la sensación de logro llenara el vacío que llevaba en el pecho. Pero mientras el equipo aplaudía y me daba ánimos, sonreí. Porque incluso sin ella, yo seguía aquí, en mi propio camino, haciendo lo que amaba. Y eso, al menos, era suficiente.