Susurros del Bosque y Alas de Dragón | KookJin

1: Un Dragón Y Un Conejo.

SeokJin dormía ligeramente, como siempre lo hacía, con las orejas alerta a cualquier sonido en el bosque. De repente, un leve crujido de ramas y pasos firmes se escucharon a la distancia, y sus orejas de conejo se movieron en respuesta, captando la dirección de los intrusos. Al abrir los ojos, notó que Jungkook ya estaba despierto, observándolo con curiosidad desde la cama. Sin embargo, no era el momento de hablar.

Con un gesto rápido y serio, SeokJin llevó un dedo a sus labios, indicándole silencio. Su expresión amable se tornó en una mezcla de preocupación y determinación, y sus orejas se inclinaron hacia atrás, mostrando su incomodidad. Sabía exactamente quiénes eran aquellos que se acercaban. Los alfas de la aldea solían molestarlo, haciéndole visitas incómodas bajo el pretexto de "asegurarse de su bienestar".

SeokJin, manteniendo su voz en un susurro apenas audible, le dijo a Jungkook.

— No te muevas y no hagas ruido. Si nos descubren, será más complicado.

Rápidamente, SeokJin se levantó, ajustándose su ropa y acomodándose el cabello, preparándose para enfrentar una vez más las miradas y comentarios invasivos de aquellos alfas que creían tener poder sobre él solo por su condición de omega. Con un último vistazo a Jungkook, asintió suavemente, pidiéndole que confiara en él.

Mientras se acercaba a la puerta, su corazón latía con fuerza, pero no iba a dejar que esos alfas vieran su debilidad. Esta vez no estaba solo; con la presencia de Jungkook, por alguna razón, se sentía un poco más fuerte. Al escuchar que los pasos se detenían frente a su puerta, SeokJin respiró hondo y salió con el mentón en alto, intentando mostrarse impasible. Sabía que aquellos alfas no se iban hasta que él se presentara, y al abrir la puerta, su corazón se encogió al ver que esta vez no venían solos; algunos omegas de la aldea estaban con ellos, observándolo con miradas cargadas de desprecio y burla.

— Vaya, vaya… ¿SeokJin todavía se cree especial escondido aquí en el bosque?—  dijo uno de los alfas con una sonrisa maliciosa, cruzándose de brazos mientras otro le seguía el juego, dándole un tirón a su túnica, desgarrando el tejido con un ruido desgarrador. SeokJin trató de sujetarla, pero fue inútil; en un instante, su ropa quedó rota, dejando al descubierto su piel mientras las risas de los demás resonaban en el aire.

Uno de los omegas avanzó con unas tijeras que parecía haber traído de su propia cabaña.

— Quizás necesites un cambio de look, SeokJin.— dijo con una sonrisa venenosa. Antes de que SeokJin pudiera reaccionar, sus dedos delgados y crueles ya habían comenzado a cortar mechones de su cabello con rapidez y descuido, dejándolo desordenado y desigual. Cada mechón caía al suelo, y con él, un pedazo de su dignidad.

Los alfas y omegas rieron al ver el resultado de su "trabajo," deleitándose en la humillación en los ojos de SeokJin, quien intentaba mantenerse firme. Sabía que cualquier muestra de dolor o resistencia solo los animaría a ser más crueles, pero el temblor en sus manos lo delataba. Para ellos, era un entretenimiento, un modo de reírse de su condición y recordarle que, a sus ojos, él no era nada.

Finalmente, satisfechos con su "diversión," los alfas y los omegas se marcharon, dejando a SeokJin en la puerta de su cabaña, con el cabello desaliñado y la ropa rasgada, como si acabaran de despojarlo de cualquier orgullo que pudiera quedarle. Pero lo que no sabían es que alguien más había visto la escena desde la sombra, alguien que, por primera vez, comprendía el dolor y la soledad que SeokJin soportaba en silencio.

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La cabaña estaba envuelta en un suave aroma a hierbas y verduras frescas. Con movimientos precisos, SeokJin troceaba las verduras sobre una pequeña tabla de madera y las añadía a una olla que hervía a fuego lento. Su cabello, ahora cortado de manera desigual, caía en mechones desordenados sobre su rostro, y su atuendo desgastado apenas ocultaba los rasguños y cortes que adornaban su piel. Sin embargo, SeokJin mantenía la mirada tranquila y el semblante sereno, como si intentara ocultar cualquier rastro de la humillación reciente.