En una sala fría y austera, el aire se sentía denso, casi palpable. La gente murmuraba sobre un monstruo, un ser que había secuestrado y torturado a una "pobre" víctima. Un monstruo... ¡un monstruo! A quién quiero engañar: soy yo. Pero, ¿realmente soy un monstruo?Sin prestar mucha atención a lo que me rodeaba, sabía cuál sería mi destino. Solo esperaba que todo esto terminara. Las paredes estaban decoradas con fotos de hipócritas que se hacían llamar jueces, escuchando falacias y mentiras sobre mis acciones.De repente, un periodista gritó:—¡Usted es un monstruo! ¿Qué tiene que decir a su defensa?Sentí que la ira burbujeaba dentro de mí, pero también entendía que mi pasado me había convertido en lo que era.Cuando escuché el martillo del juez golpear el atril, resonando como un trueno en la sala, dictó mi condena: 20 cadenas perpetuas. Los policías a mi lado se levantaron, sus botas resonando en el suelo de mármol mientras se preparaban para llevarme a mi nuevo hogar.—No oponga resistencia —me dijo uno de ellos con tono autoritario.No puse resistencia. Pero antes de salir de esa sala, que me vio dar mis últimos segundos de libertad, me volví hacia el juez y dije:—Lo volveré a hacer, pero sin los otros.Los murmullos en la sala aumentaron, como un oleaje furioso. Me sacaron del tribunal, oficialmente perdiendo toda libertad.Al salir, el aire exterior era frío y cortante. Me rodearon periodistas con micrófonos y cámaras; la luz brillante casi me cegaba. Una periodista, con voz desafiante, me preguntó:—¿Por qué lo hizo?Respondí, con la mirada fija en el horizonte:—La verdadera pregunta es el "¿para qué?" Y eso es obvio: por un mundo libre de violencia. La ley castiga, no evita; yo solo quiero evitar esa violencia.Cuando terminé mi monólogo, me metieron en un autobús. Los asientos de plástico duro y la luz fluorescente parpadeante hacían que el ambiente fuera aún más opresivo. Mientras el vehículo se dirigía a mi nuevo hogar, noté miradas de desprecio y asco a mi alrededor. Uno de los policías a mi lado murmuró:—Es un monstruo. No debería estar vivo.Una parte de mí lo sabía, pero no soy el único monstruo ni el más malo. Para alcanzar el "¿para qué?", era necesario experimentar con humanos. Lamentablemente, no pude ver resultados y, gracias a Dios, atrace a ellos.Finalmente, llegamos a mi nuevo hogar: un complejo penitenciario de concreto gris, austero y desolador, donde pasaría el resto de mi vida. Tras realizar toda la documentación en una oficina fría y sin alma, solo podía pensar en cómo una vez estuve en el otro lado. Después de que todo terminara y estuviera en mi celda, un pequeño cubículo de metal y hormigón, solo quedaba esperar mi final, que lo más probable sería muy pronto.
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El limite de la paz
Mystery / ThrillerLa gente murmuraba sobre un monstruo, un ser que había secuestrado y torturado a una "pobre" víctima. Un monstruo... ¡un monstruo! A quién quiero engañar: soy yo. Pero, ¿realmente soy un monstruo?