El sonido de las campanas de la iglesia cercana me llegó suave, casi como un susurro, mezclándose con el murmullo de las voces en la pequeña cafetería. Había quedado con Cora en este sitio familiar, acogedor, con las paredes de madera vieja y las luces cálidas que siempre me hacen sentir en casa. El aroma del café flotaba en el aire, pero apenas lo notaba. Tenía la mirada perdida en mi taza de té, rodeándola con las manos, buscando el calor, aunque no me había decidido a dar un sorbo.
Frente a mí, Cora me observaba en silencio. Su mirada no era la misma de siempre; había algo distinto, algo que me hacía sentir expuesta. Esa mezcla de preocupación y curiosidad en su rostro no era usual, y me ponía en alerta. Cora casi siempre llenaba el aire de energía, lanzándose a hablar de cualquier cosa, pero hoy estaba callada, evaluándome con una intensidad que no había visto en ella.
—Te ves agotada —rompió el silencio, sin desviar su atención de mí mientras daba un sorbo a su café. Su voz tenía esa suavidad que usa cuando quiere ser cuidadosa, pero percibí un toque de frustración. —¿Estás durmiendo bien?
Sentí un nudo en la garganta al escuchar su pregunta. La miré un segundo, pero enseguida bajé la vista hacia mi taza. Era más fácil fijarme en el té que enfrentar su mirada. No se trataba de que no pudiera contestarle, sino de que temía que, dijera lo que dijera, no lograría expresar lo que realmente me pesaba.
—Lo suficiente —murmuré, intentando sonar convincente. —Es solo que he estado trabajando en un proyecto complicado.
La excusa no parecía convencerla. Pude ver cómo fruncía los labios, como si mi respuesta la frustrara un poco. Dejó su taza en la mesa, el leve golpe de la cerámica rompiendo el ritmo pausado de la cafetería. Sentí su mirada como una presión insistente, casi como si quisiera leerme el pensamiento.
—Siempre dices que es el trabajo, pero... ¿te has puesto a pensar que quizás no es solo eso? —preguntó, entrecerrando los ojos.
Su comentario me atravesó como una flecha certera. Algo se retorció en mi pecho, y por un momento sentí que el suelo bajo mis pies estaba a punto de ceder. La verdad que no quería enfrentar flotaba justo en la superficie, tan cerca que me daba miedo que se notara en mi rostro. Apagué ese pensamiento rápido, como quien extingue una chispa antes de que pueda encenderse.
—Hablemos de otra cosa —dije, dando un sorbo de té para disimular la incomodidad, mientras mi corazón latía con fuerza. —¿Cómo te van tus clases de periodismo?
Cora suspiró, y noté el leve alivio en sus ojos al cambiar de tema. Era una buena amiga, siempre ha respetado mis silencios, esos espacios que yo insisto en mantener solo para mí.
—Oh, van bien —respondió, y su voz recuperó algo de ese entusiasmo que la caracteriza. —Este fin de semana tengo que cubrir un evento para un artículo: un festival de bandas locales. ¿Te animas a acompañarme?
La propuesta me tomó por sorpresa, y por un segundo mis pensamientos me llevaron a una época distinta. En el pasado, había disfrutado de eventos así, de la música en vivo, del ambiente. Pero ahora, la idea de estar rodeada de gente, de ruido, me resultaba abrumadora. Era como si ya no encajara en esos lugares.
—No sé... —dije encogiéndome de hombros, intentando sonar casual. —Ya sabes que eso de las multitudes no es lo mío...
Pero Cora no se dio por vencida. Su voz adquirió ese tono persuasivo, casi juguetón, que solo ella sabía manejar.
—Pero necesito una acompañante —insistió, poniendo una expresión de súplica exagerada mientras se inclinaba hacia adelante. —Además, va a estar la banda de Liam.
El nombre de Liam quedó suspendido en el aire entre nosotras, y sentí un ligero salto en el pecho. No lo conocía en persona, pero Cora hablaba tanto de él que, de algún modo, su presencia en el festival despertaba en mí una extraña curiosidad. Había algo en la manera en que ella mencionaba su nombre, como si él fuera alguien especial, alguien digno de admiración.
Suspiré, observando a Cora, quien me miraba expectante, con esa sonrisa que no aceptaba un "no" como respuesta. No era solo el nombre de Liam lo que me había hecho dudar, sino la idea de salir de mi rutina, de hacer algo fuera de lo habitual. Podría haber dicho que no, volver a mi zona de confort. Pero había algo dentro de mí que me decía que probara, que intentara romper con la monotonía.
—Está bien —respondí, y me sorprendí a mí misma al escuchar mi voz sonar menos apagada. —Veré si puedo arreglar mi agenda.
Cora se iluminó, y su expresión de alegría me trajo un pequeño consuelo. Por un momento, la idea del festival, aunque me provocaba incomodidad, también parecía una oportunidad para escapar, aunque fuera solo por unas horas. Quizás eso era lo que necesitaba, algo que me sacara del encierro que me he impuesto.
Mientras Cora hablaba animada, planeando los detalles, dejé que su voz se diluyera en el ambiente. Recordé sus palabras de antes, esa sugerencia de que tal vez no era el trabajo lo que me tenía agotada. ¿Pero qué más podía ser? No lograba descifrarlo, y una parte de mí prefería no hacerlo.
La verdad seguía rondándome, aunque no estaba lista para enfrentarlo.
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Rescatando el corazón
RomanceVega, una joven de 24 años que perdió a su madre en su infancia, se ha acostumbrado a vivir con un vacío emocional y una especie de "anestesia" que la mantiene alejada de sentimientos profundos, refugiándose en su carrera como diseñadora de interior...