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ᴅᴜʙʟɪ́ɴ, ɪʀʟᴀɴᴅᴀ25 ᴅᴇ ɴᴏᴠɪᴇᴍʙʀᴇ, 2022

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ᴅᴜʙʟɪ́ɴ, ɪʀʟᴀɴᴅᴀ
25 ᴅᴇ ɴᴏᴠɪᴇᴍʙʀᴇ, 2022

Aquel era uno "de esos días" de los escasos en los que el sol hacía acto de presencia en Dublín y se colaba con toda su fuerza por las ventanas de la gran casa de su marido.

"Nuestra casa" se recordó a sí misma con cierto desagrado. Pues ni en sus peores sueños consideraría un lugar tan lúgubre su hogar. O quizás sí, a fin de cuentas, había vivido con su madre desde que su padre fue asesinado y allí hacía mucho que el color y la luz parecían estar vetados.

El recuerdo de su madre, logró que acudiera a su memoria la última conversación que había tenido con la mujer y, tomando aire levantó los ojos hacia el pelirrojo que como todas las mañanas desayunaba frente a ella.

Sin mirarla.

Sin hablar.

Sin dedicarle el más mínimo gesto hasta que algo rompía la delicada calma y todo volaba por los aires. Retomando una guerra comenzada meses atrás y que parecía nunca tener fin, solo pequeñas treguas fruto del agotamiento mental que suponían los ataques de cada uno.

Tomó aire de forma brusca al ver los mensajes de su mellizo, contándole que había tenido una nueva pelea con Evangeline y, negando con la cabeza le respondió con un escueto "te llamo en un momento" antes de cerrar los ojos. Buscando una paciencia y un consuelo que sabía que no existían para ella.

Parecía estar condenada a aquello. A ofrecer consuelo y a intervenir en los conflictos internos de su familia para impedir que los fragmentos resultantes de la pérdida y el dolor que todavía todos portaban, se convirtiera en un arma arrojadiza que terminara por destruir lo poco que quedaba de lo que un día habían sido.

Dejó el teléfono nuevamente en la mesa en el momento en el que vio como por el grupo que compartía con su madre y sus hermanos se llenaba de mensajes por parte de su progenitora. Y, prefiriendo mil veces enfrentarse a un oso hambriento y rabioso que a ella levantó la vista hacia su esposo.

—Mi madre quiere nietos.

La castaña vio como su marido se atragantaba con el café y, mientras trataba de introducir aire de nuevo en sus pulmones solo pudo pensar que si las miradas matasen, ella ya habría estado bajo tierra hacía mucho.  O quizás, ambos habrían obtenido el tan ansiado descanso eterno al fulminarse el uno al otro con la mirada.

La taza cayó con fuerza contra la oscura mesa de nogal aunque fue apenas audible gracias a la tos del pelirrojo que negaba con la cabeza logrando que uno de sus rizos se deslizara sobre su frente.

—Tu madre quiere que aparentemos ser felices y que la Organización siga en buenas manos una vez ella no esté —replicó en tono petulante una vez pudo controlar la tos —Deja de pensarlo Angelique eso no pasará jamás, y tu madre debería estar en una residencia, no sabe lo que dice.

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