No sé cómo empezar a contar todo lo que he vivido, cada momento que se ha quedado grabado en mi corazón. Desde que era pequeña, siempre he sentido que algo en mí no encajaba del todo. Mientras otros hablaban con soltura, yo luchaba para que las palabras fluyeran, para que alguien viera más allá de mi silencio. Y así, mientras crecía, el anhelo de ser comprendida se volvía cada vez más fuerte, como una melodía que nunca encontraba su armonía.
A mis 22 años, estoy a punto de terminar mi carrera en idiomas. Decidí dedicarme a esto porque, en el fondo, tengo un sueño: quiero viajar, ver el mundo, perderme entre culturas y acentos, y conocer a personas con quienes podría compartir mis propios silencios. Pero tengo una debilidad, algo que siempre me ha dejado sin aliento: los ojos de las personas. Cada mirada, con su propio color y brillo, me cuenta una historia que quiero comprender.
A lo largo de mi vida, han aparecido chicos que me han dejado entrever un amor que nunca llegó a florecer. Ojos marrones llenos de dulzura que me ofrecían calidez, pero que desaparecían cuando más necesitaba su presencia; ojos negros profundos y cautivadores, llenos de secretos que nunca llegué a conocer; y esos ojos verdes, llenos de una fascinación que me hacía temblar, pero que siempre se apartaban en el último instante, como si temieran lo que podría suceder si se quedaban.
Cada uno de ellos me dejó con la sensación de que el amor era algo que solo podía tocar en la distancia, como un espejismo que desaparecía antes de volverse real. Y así, con cada despedida, esa idea de no ser suficiente se clavaba más profundo en mi pecho. ¿Será que estoy destinada a observar el amor desde lejos, sin poder alcanzarlo?
Pero en este viaje, he aprendido algo más: esos ojos que tanto me fascinan son solo una puerta. Detrás de ellos hay almas, universos enteros esperando ser descubiertos, llenos de historias que van más allá de la atracción fugaz. Quizás aún no he encontrado una mirada que me sostenga, que se quede, pero ahora sé que el amor verdadero no solo depende de esos ojos en los que me he perdido. Tal vez, el amor que busco no es algo que tenga que ganar o probar, sino algo que simplemente sabré reconocer cuando encuentre a alguien cuya alma esté dispuesta a quedarse.
Comenzando mi historia, recuerdo que ya estaba estudiando mucho el tema de los idiomas pero mi universidad me habian pedido hacer un voluntariado, no estaba segura si poder aceptar, tenia muchas cosas en mente, queria conseguir un trabajo pero lamentablemente todos te pedian experiencia, de tres o cinco años ¿como conseguiria ello?...
Sabia que en ese voluntariado iba muchas personas de otras paises y hacian diferentes tipos de trabajo, creo que seria un buen comienzo.
Estaba aquí, de pie, frente a un edificio que me sorprendía por su tamaño. Lo había imaginado más pequeño, pero era inmenso, con una fachada moderna y detalles de lujo, propio de una zona de gente rica. Respiré hondo antes de entrar. Este sería mi primer día, y las palabras de aliento que me repetí en la mente no lograban calmar los nervios que sentía.
Al ingresar, la recepcionista ya me esperaba, junto con cuatro chicas que parecían estar en la misma situación. Mal momento para no ser sociable, y peor aún, para llegar tarde.
—Hola, me llamo Lucía. ¿También es su primer día? —pregunté con una sonrisa que intentaba parecer relajada.
—Hola, sí, creo que todas estamos en las mismas. Soy Ariana, mucho gusto —respondió una chica de cabello rizado que me encantó desde el primer momento. Tenía una frescura en su sonrisa que me hizo admirarla.
—Soy Mariana, un placer —me saludó otra chica, bajita y con lentes, que parecía bastante tierna.
—¿Qué tal? Soy Allen —dijo una tercera, de rasgos exóticos que me recordaban a la India. Había en ella algo que llamaba la atención de inmediato.
—Soy Liliana, un gusto —comentó la última de las chicas, alta y con lentes, dando una imagen tranquila y segura.
La recepcionista nos sonrió. —Ahora que ya se conocen, sería bueno que comencemos con el recorrido.
Nos mostró las áreas comunes, los jardines interiores decorados con esmero, y una sala de estar con una cafetera. No soy amante del café, pero el chocolate que ofrecían compensaba eso con creces. Mientras Allen se mostraba extrovertida, conversando con todas, yo me mantenía un poco al margen, sintiéndome torpe y preguntándome qué podría decirles. Así que me limité a escuchar atentamente.
El trabajo consistía en adquirir nuevas habilidades en diferentes áreas: jardinería, cocina, costura, pintura... cualquier actividad nos daría la oportunidad de aprender algo nuevo y, sobre todo, conocer a muchas personas. No había sueldo, pero al menos nos darían almuerzo, cubrirían el transporte y contábamos con acceso a un gimnasio.
Al terminar el recorrido, nos dirigimos al comedor. El ambiente estaba lleno de vida: conversaciones cruzadas, risas, el murmullo de personas que compartían su día. Aún sintiéndome un poco fuera de lugar, comencé a buscar un sitio libre cuando, de repente, los vi: un par de ojos verdes que parecían iluminar toda la sala. Me quedé inmóvil, atrapada en esa mirada, como si el mundo se hubiera vuelto difuso a nuestro alrededor y solo existiéramos él y yo.
Esos ojos eran como el reflejo de un bosque al amanecer, profundos y misteriosos, llenos de destellos que me hacían olvidar dónde estaba. Él me miró por un segundo, una breve chispa de reconocimiento o curiosidad, y luego apartó la vista, continuando la charla con sus amigos. Sin embargo, en ese pequeño instante, sentí algo que nunca había experimentado: mi corazón latía con una fuerza desconocida, como si una música secreta hubiera comenzado a sonar solo para mí.
Por un segundo, el tiempo parecía haberse detenido. Intenté disimular mi sonrisa, sintiéndome ridícula por estar tan embelesada por un extraño, pero algo en su mirada me había atravesado profundamente, despertando en mí una emoción que había mantenido dormida durante mucho tiempo. Su sonrisa era cálida y auténtica, tan luminosa que parecía un rayo de sol entre las sombras de la sala. ¿Quién era este chico que había entrado en mi vida de manera tan súbita y tan inesperada?
Finalmente encontré un lugar, aunque mi atención volvía una y otra vez hacia donde él estaba, como si algún lazo invisible me empujara a querer mirarlo de nuevo. "Tranquila, Lucía", me dije, tratando de calmarme, pero algo en el brillo de esos ojos verdes me había dejado soñando despierta, imaginando historias que nunca me había permitido creer posibles.
Finalmente encontré un lugar frente a un hombre japonés que parecía tener cerca de cuarenta años. Le sonreí, esperando romper el hielo.
—¿Cómo te llamas? —le pregunté.
—Kaoki —respondió secamente, asintiendo apenas y girando hacia su compañero de al lado para conversar con él.
Me sentí un poco ignorada. ¿Sería su cultura o simplemente yo? Sacudí esos pensamientos y volví mi atención a la conversación de las chicas. Ariana, la de los rizos bonitos, decía algo sobre su esposo.
—Sí, estoy casada, pero mi esposo no está aquí. Quiere venir para practicar más su inglés —dijo, y en su rostro se notaba el amor que sentía por él.
Se veía tan joven... pensé que tendría unos 23 años. ¡Ya casada! Me sorprendía que alguien de mi edad hubiera encontrado el amor, mientras que para mí un simple "hola" de un chico era casi un milagro. Sin embargo, me alegré por ella; su felicidad era contagiosa. Mientras tanto, yo solo me repetía que tenía que dejar de ser tan negativa y que quizás algún día encontraría algo similar.
Para terminar el día, nos informaron que nos asignarían al departamento de arte. Genial. Yo, que amaba el arte... con todo el sarcasmo posible.
Más tarde, una de las chicas me dio el nombre que había estado esperando: Marek. Su departamento trabajaba justo al lado del nuestro. Una emoción desconocida me envolvió ante la posibilidad de verlo cada día. Quizás, pensé con un poco de nerviosismo y esperanza, esta historia que apenas comenzaba tenía mucho más por revelar de lo que podía imaginar.
Si les gusto dar estrellita y comentar, para poder segui escribiendo.
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Colores del alma
Teen FictionLucía siempre creyó que el amor verdadero era un destino único, pero a lo largo de su vida, los chicos que cruza tienen ojos de colores diferentes, cada uno reflejando amores fugaces. Ojos marrones llenos de dulzura, ojos negros llenos de misterio...