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ඩා

Dedicatoria especial a Lu, y a todo el server de discord que en aquel entonces me hizo sentir como en casa y con las ganas y el deseo de aportar contenido Spruan a la comunidad.










     El pueblo de Tortillaland podía considerarse un lugar tranquilo y acogedor, una localidad rural en donde convivir con los extensos prados y bosques era el pan de cada día. Un lugar donde la naturaleza y la invención del humano convivían en paz.

Rodeado de zonas montañosas y extensas áreas verdes, se tenía que hacer un viaje de cinco días para poder llegar al siguiente pueblo más cercano. La comunidad era unida, al punto de considerarse mutuamente una extensión de su familia.

Un sitio donde establecerse cómodamente y sentar cabeza sin tener que preocuparse de factores externos, como lo seria en las caóticas ciudades.

     Una vida de ensueño, todo por el módico precio de asistir puntualmente todos los domingos a misa. 

Religión, aquella cosa intangible que movía a las masas como si de evento de Dedsafio se tratará, difundiendo la palabra del señor a diestra y siniestra, enseñando una única verdad, una sola realidad.

Aquel pueblo, que parecía ser libre de cualquier regimen, en realidad era esclavo de una monarquía religiosa la cual se habían resignado a aceptar, temiendo del castigo que se les podía dar si no cumplían su asistencia semanal a la misa dada por el Profeta.

     El Profeta... Un hombre mayor que se dedicaba a compartir cuestionablemente la palabra del señor, el encargado del bienestar de todos los habitantes de Tortilla, el alcance, gobernador e incluso, el soberano. La mayor autoridad de aquel lugar, un hombre que podía llegar a ser igual de bueno que malo.

Un hombre imponente y manipulador, no sólo con el pueblo, si no que también con su propio hijo.

Juan era el hijo más joven del Profeta, sangre de su sangre, de cabello castaño y ojos marrones, un joven que vivía confinado dentro del pequeño monasterio.

     Los locales dejaron de preguntarse porque el castaño nunca salía del lugar, simplemente suponían que se había entregado a la vida reservada de un monje, después de todo, Juan no parecía infeliz.

Y realmente no lo era, el chico tenía todas las comodidades de cualquier persona podría desear, aunque como todo ser humano egoísta, Juan deseaba más. Su curiosidad ya no podía ser saciada solamente con los relatos de Drako, su hermano mayor, ni tampoco con las extravagancias que Axozer y Focus le llevaban y contaban.

Su vida como un nini¹ no era suficiente para satisfacerlo. Había solicitado trabajar para el monasterio, su padre le había dado la tarea de cuidar de los jardínes del lugar, y aunque al principio eso había sido suficiente para distraerlo, con el tiempo el placebo dejó de funcionar en el.

     Quería salir de ese lugar, explorar las famosas minas, escalar las montañas más altas, acampar en el bosque con sus amigos, viajar esos cinco santos días para llegar a Karmaland, participar en algún evento de el tan famoso Ded.

Adoraba la vida hogareña, claro que si, pasar el tiempo con su hermano y su padre, alimentar a su cerdo, limpiar la capilla, leer bajo la sombra de aquel roble cercano al borde del muro que delimitaba el monasterio, el mismo que le regalaba una vista amplea del centro del pueblo.

Dentro de si, Juan sabia que estaba destinado a explorar aquellos lugares por cuenta propia. No sabía porque su padre tenía un miedo irracional de que el saliera del nido. El Profeta se volvía loco cada que el o Drako sugerían salir del recinto, parecía ser capaz de volverse un blasfemo.

     Juan se lo pregunto una vez, el por qué no podía salir, su padre se negó a contestar algo consizo, simplemente diciéndole que "era por su bien". Al tiempo dejó de insistir, sabiendo que no lograría nada más allá de molestar al adulto mayor.

El podía hacer eso, suprimir sus ganas de salir, podía seguir cumpliendo sin falta sus obligaciones, podía seguir ayudando a su padre. Realmente podía hacer todo eso, si cierta persona no ubiera llegado a su vida.

Ese domingo todo cambio, una parte de él se encendió como un fuego ardiente, ese momento en el que se encontraro cambio todo para ambos.

     Porque Juan aún recuerda el como su cuerpo se tensó al ver a aquel chico de cabellos negros frente a el, un alto y fuerte hombre que le miraba de arriba a abajo, analizando su túnica blanca con demasiada atención, provocando que un escalofrío recorriera su cuerpo ante aquella mirada tan profunda. Sus ojos no se quedaron quietos, admirando de arriba al hombre que se inclinaba ante el, estaba perdido, completamente ido en la vista de aquella camiseta color mostaza que cubría celosamente la fuerte y marcada anatomía del más alto.

Su respiración se cortó por un momento cuando le vió abrir la boca después de susurrar un suave "amén", notando una pequeña sortija al centro de su lengua. Trago en seco e intento controlar el leve temblor de sus manos al momento de colocarle la hostia² en la lengua.

Su corazón latía rápidamente, poniéndole nervioso y creando dentro de si una gran curiosidad del porque aquel hombre le provocaba aquellas emociones. Un profundo suspiro escapo de sus labios en aquel entonces cuando, después de una última mirada, el chico de cabellos negros levemente rizados se retiró.

     La chispa recién encendida se volvió más grande, haciendo vibrar su cuerpo por completo.
¿Eso acaso era el deseo?, ahora lo único que rondaba por su mente era saber cómo se sentiría aquel pendiente contra su boca.

"Dios me tenga en su Santa gloria".

¹Nini es una forma de llamar a los jóvenes que no estudian ni trabajan

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¹Nini es una forma de llamar a los jóvenes que no estudian ni trabajan.

² La hostia es una pieza plana de pan, redonda y muy fina, que el sacerdote católico consagra durante la misa y da a los fieles en la comunión.

miniඩා

「𝐃𝐢𝐞𝐭 𝐌𝐨𝐮𝐧𝐭𝐚𝐢𝐧 𝐃𝐞𝐰」┃ 𝙎𝙥𝙧𝙪𝙖𝙣. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora