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El rugido de Antonio Pérez se escuchó a lo largo de la fortaleza y en el patio donde sus hombres estaban entrenando. Muchos soltaron sus espadas, mientras que otros rápidamente levantaron las suyas en defensa, recelosos del peligro que se había presentado.
Sergio no escuchó a su padre, pero sintió las vibraciones contra la piedra en el piso y supo que algo andaba mal en el gran salón.

Demasiado movimiento. Demasiada fuerza. Era como si una manada de ovejas hubiera pasado bruscamente por la fortaleza. Su expresión no cambio, miró a la vuelta de la esquina justo en el hueco de la escalera, su curiosidad se despertó por lo que fuera que tenía el torreón en tanto alboroto. Su padre se puso de pie, con la cara enrojecida por la ira, una misiva arrugada fuertemente apretada en su puño.

Junto a él estaban sus dos hermanos, Carlos y Fernando, con los brazos cruzados sobre el pecho, pero incluso desde esta distancia, podía decir que estaban irritados con la misma ira demostrada por su padre. Su mirada se desvió hacia el hombre parado frente al lord, un hombre que parecía querer estar en cualquier otro lado que no fuera ese. El portador evidente de las malas noticias traídas por la misiva que sostenía su padre. Ladeó la cabeza hacia un lado mientras lo estudiaba.

Él era un hombre del rey.

Llevaba la cresta real y en su mano derecha, llevaba un anillo de rubí que significaba su estado como el mensajero del rey. Lo disgusto mucho que su padre estuviera en un ángulo donde no podía ver sus labios, pero podía ver fácilmente la boca del mensajero, aunque estaba cerrada en este momento. Cuando él la abrió de nuevo para hablar, Sergio se concentró intensamente, determinado a ver qué era lo que le diría a su padre.

—Su Majestad lo ha decidido. Él ha decretado que la boda tenga lugar dentro de una quincena. Tienen hasta entonces para prepararse. El rey enviará un representante para ver que todo se haga como debe ser. 

¿Boda? Sergio se animó ante eso. Seguramente una boda no podía ser lo que había enojado tanto a su padre. ¿Y de quién sería la boda? El rey estaba enviando un representante. Todo sonaba increíblemente importante y emocionante. Ciertamente, le proporcionaría a su gente, nueva e interesante distracción.

Pero luego su madre, que evidentemente había estado escuchando, se precipitó en la habitación, e hizo una mueca ante su osadía.

Su padre siempre reprendía a su madre por inmiscuirse en situaciones en las que no le correspondían. No es que sirviera ya que su padre no se sentiría enojado con su madre por mucho tiempo, pero esto era diferente. Este era el representante del rey y una ofensa para él era una ofensa para el rey.

—¡Antonio, no puedes permitir esto! 

Sergio apenas podía distinguir las palabras cuando pasaron por los labios de su madre. Su rostro estaba manchado de lágrimas. ¿Por una boda? Sergio frunció el ceño. Nada de esto tenía sentido. Antonio puso una mano restrictiva sobre el brazo de su esposa y luego se giró lo suficiente como para que Sergio pudiera verlo enojado gruñendo en dirección de su hermano Fernando,

—Lleva a tu madre lejos de aquí. 

Marilú Pérez negó con la cabeza ferozmente, resistiendo el agarre de Fernando.

—Esto es una locura. Él no puede alimentar a los lobos con él de esa manera. ¡No está bien! Él no puede realizar sus deberes conyugales. Esto es una locura, Antonio. No se puede permitir que siga adelante. 

Una sensación incómoda recorrió su espina dorsal. Estaba empezando a tener un muy mal presentimiento sobre qué era lo que hacía que su familia estuviera tan enojada. ¿Boda? ¿Su madre llorando? ¿No puede realizar los deberes conyugales? ¿Alimentando a los lobos? ¿Quiénes eran los lobos? El mensajero del rey frunció el ceño, obviamente no le gustaba el ambiente hostil en el que se había metido.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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