Capítulo 2 - La petición especial

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¿prefieres el texto así o con los nombres de los personajes delante?  ¿Como en el primer capítulo?




En Roma se celebraba una reunión entre dos grandes empresas: una del sector alimentario y otra de asesoramiento jurídico. En medio de este ambiente formal se encontraban los becarios, jóvenes prometedores al comienzo de sus carreras. A un lado, Marcello Bottura DeMazzi, conocido como el joven negociador Marcello Bottura, y al otro lado de la sala, Sofia Bellinatti. Cuando se miraron, fue como si fueran dos polos de un imán, irresistiblemente atraídos.

Durante toda la reunión, Marcello y Sofía intercambiaron sonrisas y miradas furtivas. Milena, que estaba junto a Marcello, se dio cuenta de la situación y le dio un pellizco.

- Creía que teníamos algo, pero al parecer sólo soy yo, ¡Cello! - dijo Milena, visiblemente molesta.

- Nunca supuse nada contigo, Mile. Sólo nos divertíamos. Pero esa morena de ahí... es mi número -replicó Marcello sin rodeos.

- ¿Y una mujer es el número de cualquiera, maldito ragazzo? - replicó Milena, irritada.

- Parece que nuestra diversión está a punto de terminar -dijo, encogiéndose de hombros.

- ¡Cerdo! - espetó Milena, levantándose y saliendo de la habitación. Marcello la siguió fuera e intentó calmarla.

- Basta, Mile. ¿A qué viene tanto drama?

- ¿Drama? ¿Sigues ligando con otras mujeres delante de mí y me llamas dramática? - gritó Milena.

- No te enfades. Ya sabes cómo soy... - dijo Marcello, mirando de nuevo a la morena del otro lado de la habitación con entusiasmo.

- Un cabrón, Marcello, ¡eso es lo que eres! No me tienes ningún respeto. Me merezco algo mejor que eso, ¿no crees? - respondió ella, con los ojos llenos de ira.

- Oh, ¡deja de darle importancia! Sólo la estaba mirando.

- ¿Y no dejas de piropearla? ¡Qué gracioso! - dijo Milena, sarcástica.

- ¿Estás celosa? Sabes muy bien cómo soy. Acabo de licenciarme y tengo derecho a disfrutar, ¿no crees?

- ¿Sabes qué? Haz lo que quieras con tu vida. ¡Déjame en paz! - replicó ella, mirándole con odio.

- No deberías exigirme nada. ¡No estamos hablando en serio! - replicó Marcello.

- ¡Insensible! Creía que teníamos algo especial. ¡Creía que te gustaba!

- Me gustan las mujeres, Mile. Como tú, como ella... - respondió Marcello, sonriendo con indiferencia.

- Realmente eres un sinvergüenza, un gallina. - Milena dio por terminada la discusión, dejándole solo.

Tras la reunión, en la que se habían cerrado con éxito los acuerdos entre las empresas, hubo un cóctel. Marcello intentó encontrar a la misteriosa morena, pero acabó perdiéndola de vista de nuevo. Murmuró para sí: «Algún día te encontraré, hermosa morena».

Mientras tanto, Sofía disfrutaba de la tarde soleada, sintiendo la suave brisa en la cara. Caminaba tranquilamente hasta que su madre, Carmela, la llamó desde la puerta.

- ¡Hija, vamos!

- Vamos, mamá. ¿Dónde está el padrino?

- Está descansando. Hoy ha sido un día intenso, y el hombre de la ciudad ha conseguido encontrar lo que buscaba -respondió Carmela.

- ¡Qué bien! ¿Qué va a pasar ahora? - preguntó Sofía, curiosa.

- Aún no lo sé. Tu padre estaba allí, pero no me dijo nada. Ahora, démonos prisa; quiero disfrutar de la feria. Dicen que hay un nuevo productor español en el mercado, y que es el mejor de la región.

Madre e hija pasaron horas en el mercado y volvieron a casa con sus compras. La cena se sirvió a la hora habitual. Carmela preparó los canelones favoritos de DeMazzi, que estaba encantado de cenar con su ahijada.

Más tarde, todos se reunieron en la terraza para tomar café con graspa. Casi a las diez de la noche, Carmela y Giuseppe se despidieron para irse a casa, pero Paolo cogió a Sofía de la mano.

- Quédate un rato, bambina. Quiero hablar contigo -le dijo cariñosamente.

- Por supuesto, padrino. Mamá, ¡vendré más tarde! - dijo Sofía.

A solas con su padrino en el balcón, Sofía recibió un sobre lleno de documentos. Leyó los papeles con asombro e incredulidad.

- Pero, padrino... ¿por qué todo esto? - preguntó Sofía sin ocultar su sorpresa.

- Porque es una petición especial que te hago -respondió Paolo, serio y emocionado.

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