A medida que María Corina se subía al estrado y los aplausos se intensificaban, Lili sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La energía en el lugar era casi tangible, y la esperanza se mezclaba con la tensión en el aire. Con cada palabra de María Corina, el público parecía despertar aún más, resonando con esa promesa de cambio que había llegado a definir cada aspecto de su campaña.

Lili observaba cada movimiento, cada gesto, notando los detalles que hacían de María Corina una líder diferente. Había visto su vulnerabilidad en los momentos más oscuros, y también su fortaleza en los días en que parecía imposible seguir adelante. En medio de la multitud, Lili supo que, sin importar el resultado de las elecciones, algo ya había cambiado. La transformación no solo se trataba del país, sino de cada persona que había sido tocada por ese mensaje de esperanza y valentía.

Después del discurso, cuando el bullicio se calmó y los flashes de las cámaras se disiparon, Lili fue a buscar a María Corina. La encontró en un pasillo detrás del escenario, aún recuperándose de la intensidad del momento. Sus miradas se cruzaron, y Lili pudo ver el cansancio mezclado con una chispa de satisfacción.

—Lo lograste —dijo Lili con una sonrisa cálida, acercándose.

—No, lo logramos —respondió María Corina, tomando su mano con gratitud.

Se abrazaron en silencio, un abrazo que contenía meses de esfuerzo, noches sin dormir y momentos de duda. Las palabras eran innecesarias, porque ambas sabían que habían compartido una travesía única, una que las había cambiado para siempre.

Poco después, los resultados comenzaron a llegar. La espera fue larga y llena de nervios, cada actualización de votos traía consigo una mezcla de ansiedad y esperanza. Las horas avanzaban lentamente, y Lili, junto a otros miembros del equipo, permanecía atenta, brindando su apoyo silencioso y su presencia reconfortante.

Finalmente, las cifras finales aparecieron en la pantalla gigante del salón. María Corina había conseguido una victoria inesperada, contra todo pronóstico. La sala estalló en gritos y aplausos, y en medio de la algarabía, Lili sintió una profunda emoción. Sabía que el camino apenas comenzaba, que los desafíos apenas se vislumbraban en el horizonte, pero también entendía que ese era el primer paso de un largo y necesario cambio.

Mientras la multitud celebraba, María Corina caminó hacia Lili, quien la recibió con una sonrisa que hablaba de orgullo y admiración.

—Gracias por estar conmigo en cada paso —le dijo María Corina, con la voz llena de emoción.

—Gracias a ti por darme un lugar en esta historia —respondió Lili, conmovida.

En ese instante, ambas comprendieron que sus destinos se habían entrelazado para siempre. La conexión entre ellas no era solo el resultado de una campaña, sino el inicio de un vínculo que las acompañaría en cada batalla que aún quedaba por luchar.

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Con la victoria de María Corina, una nueva etapa de desafíos comenzó para el equipo. La euforia inicial dio paso rápidamente a una sensación de responsabilidad profunda. En los días siguientes, el equipo trabajó sin descanso para planificar los primeros pasos del cambio que tanto habían prometido. Lili fue testigo de cómo las promesas se transformaban en planes concretos, pero también de las dificultades que surgían con cada nueva decisión.

Lili, en su rol de consejera, seguía siendo ese pilar silencioso y fuerte que los demás buscaban. En medio de las intensas reuniones, tensiones políticas y un sinfín de decisiones urgentes, ella conservaba esa serenidad que inspiraba a todos. Incluso en los momentos de agotamiento extremo, cuando parecía que la montaña era demasiado alta para escalar, su presencia bastaba para recordarles por qué estaban ahí.

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