Prólogo

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El primer día de las vacaciones de verano para los estudiantes de secundaria en Okinawa comenzó como todos esperaban: bajo cielos despejados, con una brisa húmeda y un calor abrasador. Era el inicio perfecto para aventuras juveniles. Para algunos, esas aventuras florecerían en un amor efímero, mientras que para otros, se limitarían a una amistad pura. Los viajes a la playa eran una elección popular entre los jóvenes, muchos de los cuales planeaban con entusiasmo vislumbrar los cuerpos de chicas adolescentes y mujeres maduras luciendo bikinis ajustados.

Parecía un comienzo jugoso para el verano... hasta el mediodía, cuando el clima cambió drásticamente. Nubes grises aparecieron rápidamente, tragándose el azul que reinaba horas antes.

Pronto, la lluvia cayó sobre Okinawa, destruyendo los planes de muchos chavales. La tormenta obligó a todos, adultos y ancianos inclusos, a refugiarse en los interiores de sus casas, robándoles su tiempo libre o interrumpiendo su jornada laboral. En medio del mal tiempo, una figura solitaria se encontraba frente a una tumba en el cementerio nacional de Okinawa. Se tratava de un chico conunos 16 o 17 años.

Solo su pecho y hombros se movían al respirar, su desordenado cabello rubio se adhirió a su frente, ocultando sus ojos plateados. Su mirada estaba fija en el nombre inscrito en la piedra: Suzuki Manami.

Ese nombre había atraído a tantos extraños a este lugar sombrío hace cuatro meses, con rostros marcados por el dolor y la tristeza.

Mientras miraba el monumento que recordaba a la vida perdida, las lágrimas brotaron de sus ojos, deslizándose por sus mejillas y mezclándose con la lluvia. Estas lágrimas no eran por Manami, sino por el resentimiento, odio, impotencia y, sobre todo, la culpa que lo consumía.

Por qué la culpa desgarraba al joven? Por creer haber enredado a sus seres queridos en toda esta tragedia.

De repente, sintió una presencia detrás de él, interrumpiendo sus pensamientos. Quizás era un empleado del cementerio que venía a ver por qué había un adolescente allí en medio de una tormenta. Una parte de él esperaba que fuera así, pero sabía que era un esfuerzo inútil para tratar de hallar valor y consolarse.

Luego, algo aterrizó en su hombro. A pesar del terror que surgió dentro de él, miró por el rabillo de su ojo y se congeló. Una mano inusualmente pálida descansaba allí. El pánico del chico aumentó al reconocer a su dueña. La mano apretó su agarre, ofreciendo una falsa sensación de consuelo.

Antes de que se diera cuenta, la mano bajó a su abdomen, acariciando sensualmente los músculos definidos debajo de su camisa, provocando un débil suspiro de él. Un cuerpo frío se presionó contra su espalda, envolviendo el otro brazo por su cintura, dejándolo inmóvil.

Labios suaves rozaron su lóbulo, abriéndose ligeramente para susurrar;

"Tu vida me pertenece exclusivamente. Estaremos juntos por eones hasta que el universo carezca de estrellas... Shou."

Esas palabras junto con el aliento helado enviaron un escalofrío por su cuerpo.

"Así que realmente no hay ruta de escape, verdad?"

Sabía que era inegable, pero admitirlo era otro asunto.

Levantando la vista hacia el cielo nublado, Shou suspiró resignado. Cómo todo llegó a esto?

La respuesta a esa pregunta inquietante podría ser encontrada meses antes de ahora...

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Nota del autor: Esta es una idea antigua mía que estaba enterrada en mi computadora. No sé en absoluto cuándo publicaré el próximo capítulo, pero continuaré con esta historia, eso es seguro.

En otra nota, la portada de esta historia es temporal, le pediré al artista que hace ilustraciones para mi otra historia que dibuje una para esta.

Bueno, mismo siendo corto, espero que esto haya sido lo suficientemente intrigante o al menos entretenido para todos.

Hasta la próxima!

Nunca Me Iré De Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora