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"Los latidos"

—Se podía decir que las miradas llenas de atención, dudas y miles de emociones por parte de las personas no ponían nerviosos a los hermanos, pero no era así.

Odiaban que los mirasen como si fueran bichos raros, que realmente lo eran pues, ¿quién podía sobrevivir al mago más temido de todos? Nadie.

Los Potter se encontraban en el Callejón Diagon, decidieron que antes de irse a casa de los Weasley para ir al campeonato de Quidditch irían a comprar ciertas cosas que les hacían falta para ese año escolar.

Si 4to año en Hogwarts estaba por comenzar, poniendo nerviosos a los hermanos ya que ningún año hasta ahora ha sido normal y tranquilo, no sabían que les podía esperar en este.

—Voy a ir a por algunos libros, ¿te quedas aquí?—dijo Harry mirando a su hermana.

Ella lo miró por un momento y asintió, para luego seguir mirando tintas y algunas plumas.

Seguido de esto, el chico salió por la puerta. Eloise volvió a mirar en su dirección y suspiró.

Este año no podía ser malo, ¿no?.

Un dolor en su frente apareció, se tocó su cicatriz pero rápidamente apartó su mano por el escozor.

Sus amigos y hermano decían que su cicatriz tenía forma de algún signo o una letra pero ella pensaba que solo era una sin más al rebotarle el hechizo.

Su cabeza dolía y tenía ciertos pinchazos que hacían que cerrara los ojos.

Esta vez, unos hermanos iban andando y empujando a algunas personas en su camino.

El mayor detestaba estar ahí, rodeado de muggles y traidores al estatus de sangre.

Mientras que al pequeño le daba igual, no le importaban las personas e iba a su rollo.

Justo en ese momento, pasaban por delante de una tienda que a ambos les llamó un poco la atención pero decidieron no entrar.

Matheo paró en seco cuando un pitido agudo se apoderó de sus oídos y empezó a escuchar unos latidos.

¿Qué era?.

—¿Estás bien?—la voz grave de Tom sonó.

El de rizos no respondió, solo pudo mirarlo y negar.

—Estoy escuchando unos...—se calló pues se hicieron más fuertes.

—¿Unos qué, Matheo?—dijo cansado.

—Latidos—.

—¿Qué?—.

—Tom, estoy escuchando unos latidos—lo miró.

Antes de que pudieran decir nada, una pelirroja salió justo de la tienda que les había interesado.

Algo en ellos les llamó la atención de esa chica y el pequeño, sin saber por qué, se sentía atraído.

Como si hubiera una fuerza que lo intentaba llevar hasta ella.

¿Quién es?.



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—La casa de los Weasley siempre había sido acogedora, por lo menos para todos aquellos que tuvieron el privilegio de estar en ella.

Pero ese día, no era el caso de Harry.

—¿Estás bien?—Eloise disminuyó el paso para esperar a su hermano, quien se veía que no había dormido bien.

—Si—mintió.

—Harry—lo miró fijamente y este paró de andar.

—No he dormido bien—suspiró—he tenido pesadillas—.

—¿Las mismas que llevas teniendo todo el verano?—.

—Si, esas—.

Ambos siguieron andando al lado del otro, podían decir que estos días la mejor compañía era entre ellos.

—¡Eloise, vamos!—gritó Ginny mirándola.

Habían llegado a donde sería el campeonato mundial de Quidditch, iban entrando al estadio.

Habían miles de personas de todo tipo de escuelas, edades, estatus y casas.

Otra vez ese dolor, otra vez esa fuerza y otra vez esa sensación de familiaridad.

Ambos jóvenes estaban igual.

Eloise le había contado a su hermano y sus amigos lo que le pasó aquel día y a todos les pareció algo normal,

Quitando el ardor en su cicatriz que aquello no significaba nada bueno cada vez que pasaba.

Y para Matheo, otra vez esos latidos y aquellos sentimientos.

—Y ahí está otra vez—dijo Enzo en forma de burla haciendo reír a todos los chicos menos al menor de los Riddle.

—¿Otra vez?—le preguntó Draco.

Este solo pudo asentir.



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—Todo era un desastre.

Fuego por todos lados, personas corriendo hacia cualquier dirección para intentar salvarse, gritos de desesperación.

Granger, Weasley y los Potter no sabían qué hacer, puesto que se habían separado e intentaban encontrarse.

Eloise cayó al suelo tras tropezarse, no podía ver nada bien por el humo y su tos se intensificaba.

Le dolía el pecho de correr y su garganta estaba seca por el humo.

No encontraba a nadie.

Ni a su hermano ni a sus amigos.

Una figura la miraba desde lejos. Eloise pudo divisar a un chico, un chico rizado y con una mirada tan negra como la noche.

Su cicatriz volvía a doler, sintió un golpe y algo caer por su frente.

Miró sus dedos y una gota roja cayó en ellos.

Sangre.

Empezó a marearse levemente pero tenía tanto dolor que no podía no cerrar los ojos.

Lo último que pudo ver fue una serpiente en el cielo.

Todo había comenzado...

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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