El otoño comenzaba a teñir Seúl de tonos cálidos, y Moka aún se sorprendía con la forma en que las hojas caían como pequeños remolinos dorados. Minju había insistido en llevarla a un pequeño café escondido en un callejón, famoso por sus dulces caseros.
El lugar era acogedor, con una decoración que parecía salida de un cuento de hadas: paredes pastel, luces cálidas y estanterías llenas de muñecos de peluche. Las dos se sentaron junto a una ventana que daba a un jardín lleno de crisantemos.
Minju: (mirando el menú) —Aquí tienen los postres más deliciosos de la ciudad. Tienes que probar el hotteok con miel, es mi favorito.
Moka: (curiosa) —¿Hotteok? ¿Es como un panqueque?
Minju: (ríe) —¡Exacto! Pero el relleno de miel lo hace especial, dulce, pero no demasiado… como tú.
Moka sintió que sus mejillas se calentaban al escuchar esas palabras. Era algo que Minju hacía sin esfuerzo: soltar comentarios que la dejaban sin saber qué responder.
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𐂯: Mientras esperaban los postres, las dos comenzaron a hablar de sus vidas. La coreana escuchaba con atención mientras Moka le contaba sobre su infancia en Japón, su amor por los dulces y cómo siempre había soñado con abrir una pastelería.
Moka: (jugando con la cuchara entre sus manos) —A veces siento que ese sueño es demasiado grande… que quizás no sea posible.
Minju: (tomando suavemente la mano de Moka) —No digas eso. Si alguien puede hacerlo, eres tú. Eres talentosa, dedicada… y tienes un corazón lleno de dulzura.
𐂯: Moka no pudo evitar mirarla con una mezcla de sorpresa y gratitud. Era extraño cómo Minju tenía el poder de hacerla sentir más segura de sí misma con tan solo unas palabras.
El camarero llegó con los postres, interrumpiendo el momento. Frente a ellas, un plato con dos hotteok humeantes y dorados llenaba el aire con un aroma irresistible.
Moka: (probando un bocado, sus ojos iluminándose) —¡Esto es increíble! Es tan… dulce, pero suave al mismo tiempo.
Minju: (riendo suavemente) —Te lo dije. Es dulce como la miel… como tú.
𐂯: Moka se detuvo un momento, mirando a Minju. Había algo en la forma en que lo decía, en cómo sus ojos brillaban, que hacía que esas palabras significaran más.
Moka: (con una sonrisa tímida) —Si sigo pasando tiempo contigo, creo que me volveré adicta a lo dulce.
Minju: (bromeando, pero con un tono suave) —Quizás ya lo eres.
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𐂯: La tarde continuó entre risas, charlas y pequeños momentos de silencio cómodo. Cuando salieron del café, el aire frío las envolvió, y Minju, sin dudarlo, le ofreció su bufanda a Moka.
Hana (poniéndosela con cuidado) —No quiero que te resfríes.
