UN AMOR A ESCONDIDAS

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El aroma a pan tostado llenaba el pequeño pero acogedor departamento de Harry, donde la luz del sol se filtraba tímidamente por las cortinas de lino. Era una mañana tranquila, como muchas otras. Sin embargo, su corazón estaba lejos de estar en paz. Llevaba días esperando una señal de Draco.

Harry suspiró y dejó su taza de té sobre la mesa, junto al pergamino que había escrito días atrás. Las palabras eran simples, pero pesaban como un secreto demasiado grande para guardar: "Estoy embarazado".

No podía decir que no había dudado en escribirlo. Había repasado la noticia una y otra vez en su cabeza, entrelazando el nerviosismo con una tenue esperanza. Había imaginado cómo se lo diría a Draco, cómo lo abrazaría y le aseguraría que todo estaría bien. Pero Draco no estaba. Draco nunca estaba, salvo cuando el tiempo y las circunstancias lo permitían.

La relación había comenzado en el octavo año en Hogwarts. Había sido un secreto desde el principio, algo que Harry aceptó con entusiasmo en aquel entonces, cegado por la emoción de ver una faceta diferente de Draco Malfoy. Ya no era el enemigo de su infancia, sino alguien vulnerable, lleno de contradicciones y anhelos que Harry quiso comprender.

Pero lo que comenzó como un pequeño secreto se había convertido en una jaula invisible. Draco había puesto una norma tras otra, restringiendo sus encuentros a la seguridad de las paredes del departamento de Harry. No visitas inesperadas a su oficina, ni cenas públicas, ni siquiera menciones de su nombre frente a los amigos más cercanos de Harry.

"Es por nuestra seguridad, Harry. Mi familia aún está bajo el escrutinio del Ministerio", había dicho Draco al principio. Y aunque esas palabras tenían sentido, con el tiempo, se volvieron excusas.

Un golpe suave en la ventana lo sacó de sus pensamientos. Una lechuza parda esperada pacientemente, con un ejemplar del Daily Prophet amarrado a la pata.

—Quizá haya noticias de Draco —murmuró Harry para sí mismo mientras desataba el periódico.

Sin embargo, lo que vio al desplegar la primera plana hizo que se le helara la sangre.

"El compromiso más esperado: Draco Malfoy y Astoria Greengrass anuncian su boda. Se espera que el enlace sea el evento del año, restaurando el prestigio de ambas familias".

La foto que acompañaba al titular era una de Draco y Astoria, ambos impecables y sonrientes, como si estuvieran perfectamente sincronizados. Draco lucía elegante, seguro. No había ni rastro del hombre que solía dormir en su cama, compartiendo secretos en la oscuridad de la noche.

La taza de té resbaló de las manos de Harry y se estrelló contra el suelo, el ruido apenas registrándose en su mente.

Tres años. Tres años de ser un secreto, de aceptar las reglas de Draco, de poner su amor por encima de su propia dignidad. Tres años creyendo que, con el tiempo, Draco lo elegiría a él, no al legado que tanto parecía obsesionarlo.

El sabor amargo de la traición llenó su garganta. ¿Había sido siempre parte del plan de Draco? ¿Mantenerlo oculto hasta que estuviera listo para cumplir con su deber?

El dolor se mezcló con un súbito mareo, un recordatorio de la vida creciendo dentro de él. Harry llevó una mano a su vientre, buscando a consuelo en la idea de su hijo, pero solo encontró más preguntas. ¿Qué haría ahora?

El timbre de la puerta interrumpió sus pensamientos. Era Hermione, como siempre, puntual para su visita semanal. No podía verla. No ahora.

Pero antes de que pudiera pensar en una excusa, la puerta se abrió ligeramente. Hermione siempre llevaba la llave "por si acaso", una costumbre que Harry rara vez cuestionaba.

ENTRE PROMESAS Y MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora