Mentiras en la tormenta

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Era una mañana lluviosa en Londres, un 23 de noviembre. Estaba en mi pequeña habitación viendo una película en mi portátil cuando recibí un mensaje devastador que me arruinó el día. Mi madre me dijo que mi padre y mi abuelo estaban en el hospital debido a un accidente de coche. Destrozado, fui al hospital. Al llegar, vi a los pocos médicos que estaban allí. Corrí hacia ellos y les pregunté por mi padre y mi abuelo, describiéndolos. Los doctores se miraron entre sí con una expresión extraña, como si no hubiera nadie que encajara con la descripción que les di.

-Aquí no hay nadie como me lo has descrito, chaval- dijo uno de ellos.

Me sorprendió, porque mi madre no me haría una broma tan cruel.

Volví a casa triste y desanimado, pensando que mi madre podría haberme mentido sobre algo tan serio.

Pasaron aproximadamente dos semanas y me encontraba solo en casa. Nadie vino a visitarme, y comencé a sospechar que me habían abandonado o algo por el estilo. Llamé a Alex, mi mejor amigo, y le pregunté si podía quedarme a dormir en su casa. Alex respondió rápidamente:

-Sí, claro. ¿Puedo preguntarte algo?

-Claro- contesté.

-¿A qué viene quedarte en mi casa? Tus padres nunca te han dejado quedarte- No sabía qué decirle, me pilló por sorpresa. No pensé que me preguntaría eso. -¿Pasa algo, tío?

-Pues...- dije con miedo- mis padres están cambiando.

No sé si lo disimulé bien, pero creo que Alex sospechó algo, al menos eso era lo que transmitía su voz.

Al cabo de un rato, Alex me confirmó que podía ir a dormir a su casa al día siguiente. Estaba bastante feliz, ya que no había visto a nadie en dos semanas y la primera persona que vería sería Alex.

Preparé todo lo que necesitaba para irme a su casa. Decidí que iría allí tan pronto como me despertase (sé que me despierto mucho más tarde que Alex).

Fui a cenar, esperando encontrar algo como fideos chinos o pizza, pero solo había arroz, la comida que más odio. Curiosamente, de pequeño me encantaba, pero parece que, de tanto comerlo, ya no me gusta. No tuve otra opción, así que me lo comí con bastante desagrado. Cuando terminé, fui a lavarme los dientes y a ducharme (no puedo pasar ni un solo día sin seguir esa rutina). Me acosté bastante temprano y más rápido de lo normal. Sabía que al día siguiente no tendría ninguna preocupación... o eso creía.

Mi nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora