El día que todo cambió

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Era, por fin, el día en que vería a Alex. Me levanté de la cama con mucha energía y fui a desayunar súper rápido, ya que eran las doce y treinta y siete y habíamos quedado a la una menos cuarto. Cogí el bus y me dirigí a su casa.
Nada más llegar, me puse el pijama y saqué todo lo que llevaba en la mochila. Alex no dejaba de mirarme con una expresión de preocupación hasta que, finalmente, volvió a preguntarme lo mismo:
—¿Va todo bien, Nick? Estás muy raro desde ayer, cuando te llamé. Estoy algo preocupado por ti.

Ya sin poder fingir, le conté todo: desde la broma de mal gusto que me había hecho mi madre hasta que estaba completamente solo en casa. Alex me escuchó atentamente, y cuando terminé, se le notó destrozado. Me dio un abrazo que nunca olvidaré; era cálido y fuerte, como si él también estuviera pasando por lo mismo. Me dijo que intentaría convencer a sus padres de que me permitieran quedarme en su casa el tiempo que necesitara. Le di las gracias con lágrimas en los ojos.

Al rato, recibí un mensaje de mi tía Rosse:
—Nicki, me he enterado de lo que te pasa. ¿Quieres quedarte en mi casa?

—Vale —respondí—, pero hoy me quedaré en casa de mi amigo.

—Está bien, Nicki. Mándame la ubicación de la casa de tu amigo. Mañana paso por ti. Buenas noches.

Al día siguiente, fui feliz a contarle a Alex que mi tía me había ofrecido su casa para vivir con ella, pero cuando llegué, lo encontré discutiendo con su padre sobre mi permanencia. Escuché cómo su padre decía que sería "otra carga más", que con Alex ya tenía suficiente y que no quería a nadie más en su casa. Vi a Alex bastante enfadado, pero cuando me vio, su expresión cambió para mejor. Me propuso salir a comer fuera.

Subí a la habitación para recoger mis cosas y cambiarme de ropa, ya que seguía en pijama. Salimos y comimos rápido. Estaba dispuesto a contarle lo que me había dicho mi tía la noche anterior, pero Alex me interrumpió:
—Nick... —suspiró—, mis padres no me dejan que te quedes más tiempo en casa. Lo siento mucho, de verdad.

—Alex, tío —contesté—, no te preocupes. Mi tía Rosse me ha ofrecido vivir con ella, y hoy me lleva a su casa. No te preocupes, en serio.

Alex se tranquilizó bastante al escuchar eso.

Después, fuimos a dar un paseo por el parque cerca de su casa. Caminamos durante unos veinte minutos, hablando de sus problemas y preocupaciones. Aproximadamente una hora después, llegó mi tía.
—¡Nicki! Coge tus cosas, tenemos que irnos para preparar tu habitación —dijo Rosse emocionada.

—Espera un momento, voy por mis cosas y nos vamos.

Fui con Alex a recoger mis cosas de su casa. Ya en el coche, me despedí de él con una tristeza enorme por no poder quedarme.

A mitad del camino, le pedí a mi tía que pasáramos por mi casa para recoger mi ropa, dinero y otras cosas. Rosse asintió con la cabeza. Al llegar, aparcó frente a la puerta y entró conmigo. Para nuestra sorpresa, encontramos a mis padres y a mi abuelo durmiendo. Intentamos no hacer ruido, pero fue imposible, ya que mi casa es bastante vieja. Por suerte, no se despertaron. Cogí todo lo que necesitaba y nos fuimos.

Ya en el coche, le pregunté a mi tía por qué me habían hecho esa broma de mal gusto. Lloré mucho. Ella me abrazó y me dijo que no los volvería a ver nunca más. Con ese dolor, emprendimos nuestro camino hacia su casa.

Mi nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora