Una sopa, una jirafa y un invierno distinto

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Llegó el día en que empezaba el instituto. Siempre me pregunto: ¿por qué existe el instituto? La verdad es que, con el tiempo, me acabó encantando ir, pero el primer trimestre fue un infierno. De hecho, el primer día de clases no fui. ¿Por qué no? Pero no era el único que faltaba; Félix tampoco fue. Estuvimos hablando juntos sobre el instituto. Yo, sinceramente, solo pensaba en si este año tendría novia.

Se lo pregunté sin rodeos a Félix:

—Jirafa, tengo que preguntarte algo. ¿Crees que podré conseguir novia este año?

Muy amablemente me respondió:

—No creo, eres muy feo, pequeñajo.

—Muchas gracias, jirafa. Yo también te quiero —le dije con sarcasmo.

—Sé que en el fondo me quieres, pequeñajo.

Me jodía mucho que se burlase de mí así, aunque yo sabía que era súper guapo. Tenía el pelo castaño y brillante, ojos rasgados (porque soy coreano) y de un tono marrón claro. Mi piel era muy clara, era bajito (al menos lo reconozco) y tenía algunas pecas, pero no demasiadas. Además, tenía buen estilo. Era amable, cariñoso y bastante independiente.

"Todo el mundo se enamoraría de mí", le dije a Félix. Pero se ve que le pareció gracioso, porque me contestó:

—Si tan guapo eres, ¿por qué nunca has tenido novia?

—Pues no lo sé, cállate ya.

—No me da la gana —se rió—. Te ves muy mono cuando te enfadas.

No sé por qué, pero me puse nervioso. Pensé que era porque nadie me había dicho algo así antes.

Por la tarde hacía bastante frío, y encima había nevado por la mañana. Félix me preguntó si quería salir para ver la nieve, pero no tenía ganas. Me encontraba mal. No sé por qué, no había comido nada raro. No se lo dije a nadie porque sabía que sería una molestia y que probablemente solo estaba resfriado o algo por el estilo. Sin embargo, Félix se dio cuenta. Me preguntó si necesitaba sopa o chocolate caliente. No era tan mal chico. Piénsalo: ¿quién te hace una sopa o un chocolate sin que se lo pidas? Nadie, ¿verdad?

Acepté la sopa, porque tenía mucha hambre, mi tía no estaba en casa, y no quería ni tocar la cocina. No sé hacer ni una tostada.

—Gracias —le dije—. Nunca nadie había hecho esto por mí.

—Joder, tío, menuda vida.

Me dolió bastante, porque él tenía unos padres que al menos le hacían algo de caso. Yo ni eso.

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⏰ Última actualización: Nov 20 ⏰

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