Un amor entre té y estrellas

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El reloj de pared marcaba las tres de la madrugada en Grimmauld Place, y la casa, que usualmente parecía murmurar sus secretos incluso en silencio, estaba completamente tranquila. Severus bajó las escaleras con cuidado, una mano sosteniendo la barandilla y la otra descansando sobre su vientre abultado. A seis meses de embarazo, cualquier movimiento se había vuelto una tarea delicada, pero el antojo era demasiado fuerte para ignorarlo. Necesitaba té de jazmín.

La cocina estaba fría, pero Severus no encendió las luces. En su lugar, encendió la estufa con un suave movimiento de su varita, disfrutando de la danza de las llamas. Mientras el agua comenzaba a calentarse, se apoyó en el borde del mesón y, como solía suceder en momentos de quietud, sus pensamientos lo llevaron hacia el pasado, hacia la primera vez que había visto a Sirius Black... en el tren de Hogwarts.

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Un encuentro en el tren

Tenía once años y estaba sentado solo en un compartimento, con un libro sobre pociones abierto en sus manos. Severus era un niño criado en una familia de sangre pura estricta, con abuelos que valoraban la inteligencia y las apariencias por encima de todo. Sus padres habían muerto cuando era muy joven, dejándolo bajo el cuidado de esos fríos, pero diligentes, guardianes. Había aprendido a mantener una fachada serena, a ser impecable en todo, incluso a esa corta edad.

El tren estaba lleno de risas y gritos de otros niños emocionados por su primer año en Hogwarts, pero Severus solo deseaba llegar a la escuela, donde esperaba encontrar algo de paz. Entonces, la puerta de su compartimento se abrió de golpe, y un niño con cabello oscuro desordenado y ojos llenos de curiosidad entró como un huracán.

"¿Este asiento está ocupado?" preguntó Sirius, sin esperar respuesta antes de dejar caer su baúl y sentarse frente a él.

Severus levantó la vista de su libro, molesto por la interrupción. "Ahora lo está."

Sirius soltó una carcajada, ajeno a la frialdad en el tono de Severus. "¿Eres siempre así de divertido, o solo cuando estás leyendo libros aburridos?"

Severus arqueó una ceja. "¿Quién eres tú?"

"Sirius Black, a tu servicio," dijo con una inclinación exagerada. "¿Y tú? Déjame adivinar... alguien importante, ¿verdad? Tienes esa vibra."

Aunque lo irritaba, Severus no pudo evitar responder. "Severus Snape. Y sí, supongo que soy alguien importante."

Ese fue el comienzo de una conversación que duró todo el viaje. Sirius hablaba sin parar, haciendo preguntas, bromeando, y, para su sorpresa, Severus respondió más de lo que había planeado. Había algo magnético en aquel niño que lo desarmaba, aunque no estaba dispuesto a admitirlo.

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Años de amistad y algo más

En Hogwarts, Severus fue seleccionado para Ravenclaw, mientras que Sirius fue enviado a Gryffindor. A pesar de estar en casas diferentes, su amistad floreció. Sirius tenía una energía contagiosa, siempre dispuesto a arrastrar a Severus a aventuras que este fingía detestar pero en el fondo disfrutaba.

Con el tiempo, esa amistad se convirtió en algo más profundo, aunque ninguno de los dos lo admitió durante años. Sirius, con su rebeldía natural, rompió todas las expectativas de su familia al convertirse en el mejor amigo de alguien que representaba todo lo que los Black despreciaban: un mago de sangre pura criado con valores estrictos, pero que no tenía miedo de desafiar las normas cuando creía que algo estaba mal.

Y Severus, con su sarcasmo afilado y su intelecto, se convirtió en el único que podía ver más allá de la fachada de Sirius. Fue durante el cuarto año, en una noche estrellada junto al Lago Negro, cuando Sirius finalmente confesó:

"Siempre supe que eras diferente, Sev," dijo, con la voz más suave de lo habitual. "Eres lo único que tiene sentido en todo este caos."

Severus, sorprendido, solo pudo mirarlo. Había algo en los ojos de Sirius que no podía negar, y aunque le tomó un momento, respondió con una sonrisa pequeña pero genuina. "Eres un idiota, pero supongo que eres mi idiota."

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El presente

El silbido del hervidor lo sacó de sus pensamientos. Severus vertió el agua caliente sobre las hojas de té y se sentó a la mesa, inhalando el aroma calmante. Una sonrisa leve curvó sus labios mientras acariciaba su vientre. Era difícil creer cuánto había cambiado su vida desde aquel primer viaje en tren. Ahora estaba casado con Sirius, el alfa más terco y leal que podría haber imaginado, y pronto serían padres de dos pequeños a los que ya amaban profundamente.

"¿Sev?" La voz somnolienta de Sirius llegó desde la puerta. Allí estaba, con su cabello alborotado y una expresión de preocupación. "¿Otra vez bajando por un antojo? ¿Qué habría hecho si te hubieras tropezado?"

"Soy perfectamente capaz de calentar un poco de agua sin desatar un desastre, Sirius," respondió Severus, rodando los ojos pero sin poder ocultar la calidez en su voz.

Sirius se acercó y se inclinó para besar su frente. "Lo sé. Pero no puedo evitar preocuparme. ¿Cómo están los gemelos?"

"Moviéndose mucho. Probablemente tan inquietos como tú," respondió Severus con un destello de humor.

Sirius se arrodilló frente a él, colocando una mano sobre su vientre. "Escuchen, pequeños. Dejen a su papá dormir un poco. Tiene que lidiar con este alfa torpe todo el día."

Severus no pudo evitar reír, un sonido suave que llenó la cocina. Mientras Sirius apoyaba la cabeza contra su vientre, murmurando palabras tranquilizadoras, Severus pensó en lo lejos que habían llegado juntos. Y en ese momento, bajo la luz tenue de la luna que se filtraba por las ventanas, supo que estaba exactamente donde debía estar.

☆hola me alegra poder escribir esta historia 🥹
☆ya tengo casi lista la siguiente parte en donde veremos la boda 💒🙊
☆también quiero crear en donde severus sa a luz y sea algo cómico ¿que opinan?

té a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora